La banda ucraniana se corona como la líder del metalcore actual, con un impresionante triple sold-out en su gira española.
Las tres bandas teloneras realizaron todas ellas un amplio despliegue de calidad y entrega, logrando entre las cuatro una cita que se recordará durante muchos años.
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Muchas pero que muchas ganas tenía de ver a Jinjer otra vez. Que han sido unas cuantas, pero en verdad, a Barcelona sólo habían venido hasta el momento como banda principal en dos ocasiones. Y es que ya lo hemos hablado mucho tanto en la web como en el programa: que la forma de trabajar de los ucranianos es entregarse al 200% en cada concierto y estar unidos a una agencia de management de lo más agresiva que les consigue conciertos a lo largo de todo el año, sin importarles repetir en el mismo país. De hecho, en cuestión de menos de tres años, pueden haber actuado perfectamente diez veces en España, tanto en festivales, como banda principal o como teloneros.
Y han tenido la suerte de que el público no se ha cansado de ellos, todo lo contrario, ya que para esta gira y concretamente en Barcelona, han pasado de que las dos primeras veces en que vinieron como cabeza de cartel lo hicieron en la sala Razzmatazz 3, con su capacidad para 125 personas para ahora agotar la Salamandra con casi un millar de asistentes. En la primera ocasión no llegaron ni a congregar a una veintena de personas, fruto de una nula promoción por parte de la promotora, para tan sólo cuatro meses después agotar la capacidad de esa sala —crónica del segundo concierto aquí—. Y algo menos de dos años después, agotan las 800 localidades de la Salamandra de L’Hospitalet de Llobregat. Alucinante. Aunque también hay que añadir el enorme atractivo de las tres bandas teloneras, no podemos dejar esto de lado.
Ciertamente, pese a que podía ser previsible un éxito tan bestia de Jinjer, no pensaba que lo fuera en este 2.019. De hecho, a mí mismo me pareció exagerada la medida de traspasar el concierto por la cantidad de entradas vendidas de la Bóveda barcelonesa —capacidad para unas 200 personas— a la Salamandra de Hospitalet, pero lo cierto es que salimos ganando todos. Los grupos, por poder actuar en un escenario de grandes dimensiones y equipo de primera división, y los asistentes, por poder disfrutar de un juego de luces y una calidad de sonido excelentes. Y es que parece mentira que la antigua y mítica sala Mephisto tuviera una calidad de sonido en sus conciertos tan horrenda, pero que tras su venta y reconversión en la actual Bóveda, toque quien toque, suene todo tan o más mierda que antes.
En fin, que metiéndonos ya en faena, acudí a la Salamandra cerca de las 18:15, comenzando la velada a las 18:30. Apuré creyendo que a esa hora tan temprana, entre semana y con el habitual pasotismo del público barcelonés ante las bandas teloneras (The Agonist ya es una banda consolidada, pero Space of Variations apenas tienen cuatro años de vida y un sólo disco editado) no habría nadie y podría coger sitio en primera fila. Craso error. Es cierto que la sala estaba muy vacía en ese momento, pero congregar a un cuarto del aforo, entre semana, a las 18:00 de un día laborable y siendo el público barcelonés como es, fue algo así como un milagro del cual me alegro. Y además, cabe decir que ese cuarto de aforo estuvo lleno por unos asistentes de lo más entregados, que consiguieron que si la joven banda ucraniana comenzó con ilusión, terminara su concierto con ganas de volver por aquí, sin duda.
Así que con puntualidad aparecieron por el escenario Dima Kozhuhar —vocalista—, Alex Zatserkovny —guitarrista y segunda voz—, Anton Kasatkin —bajista— y Tima Kasatkin —baterista—, para mostrarnos los temas de su «Mind darknet», único trabajo discográfico lanzado hasta el momento.
Su media hora de actuación destacaría por la calidad de su nu metal y metalcore, la entrega de todos los músicos, la continua comunicación del frontman Kozhuhar, el encontraste entre guturales y voces limpias de éste y de Zatserkovny, la alucinante calidad del audio escuchado (sorprendente para un estilo así, en el que muchos técnicos tienden a hacer que todo suene fuerte y ya está, sin intentar que suene bien) y la no menos alucinante coreografía de luces, siendo éstas un instrumento más en el concierto, y siendo además, la mejor coreografía junto a la de Jinjer en toda esa velada.
Con temas como «Suicide rave», «Dance of my bones», «Tibet» o «Moonlight», «Razorblade» o el trallazo final, «Fuck this place up», y su mezcla de nu metal, groove metal, metal industrial, electrónica y algunas pinceladas de progresivo, los ucranianos se alzaron como unos dignos sucesores de Jinjer. Nos entregaron calidad musical (aunque es evidente que su mezcla de géneros es la de moda hoy en día en el metal y ya no suena original), un notable nivel técnico, contundencia, una mezcla de audio y de luces sorprendente y complicidad con el público. Y como es normal, éste lo agradeció con pogos, headbangings y numerosos aplausos.
Bien por Space of Variations. Ya tenemos ganas de volver a veros.
Con apenas veinte minutos para el cambio de backline —situación que se mantendría para todos los grupos—, saltaron al escenario los finlandeses Khroma, una formación algo más veterana y con dos LP’s en el mercado, formada por Mikko Merilinna —guitarra—, Antti Honka —batería—, Maarik Leppä —bajo— y Riku Rinta-Seppälä —voz y samplers—, dispuestos a arrasar, pero se encontraron con un público duro con el cual no consiguieron conectar.
Rara vez he sentido esta sensación de pena y mal rollo en un concierto ante un telonero que no termina por agradar al público. Normalmente, esto se debe por estar en las antípodas del grupo principal o no ser muy buenos (perfecto ejemplo de esto sería Dark Man Shadow como teloneros de Jake E. Lee’s Red Dragon Cartel, cuya crónica podéis leer aquí), pero en esta ocasión no era así, o al menos no había un enfrentamiento tan claro entre death metal y metal sinfónico frente a stone rock y hard rock como en el ejemplo anterior.
Aquí lo que tuvimos fueron toques de metal progresivo, nu metal y samplers electrónicos en una base de doom y muchos medios tempos. Y supongo que esa lentitud y esos pasajes ambientales no acabaron de cuajar en un público que venía de ver la adictiva y marchosa propuesta de los SOA. Aunque también es verdad que para ese momento, ya había más público que no había visto la primera banda que y que no podían comparar una con otra, pero ni aún así.
De poco sirvió la entrega de todos los músicos, la dureza de la guitarra de ocho cuerdas del gigantón Merilinna, los continuos headbangings de Leppä o la extremada contundencia de Honka (parece mentira que alguien tan delgado pueda golpear la batería con semejante potencia), o la también enorme calidad de sonido, que no terminaron de conectar con el público. Y todo ello se puede resumir en la siguiente anécdota: en un momento dado, el vocalista pidió con gestos que el público se abriese para hacer un wall of death y en cuanto comenzó el tema, el círculo se cerró sin nadie dentro haciendo pogos. Muy triste.
Creo que canciones como «Alarmists», «Collapse», «Stasis», «The push», «Kill the friction», «A simple lie», «Slaves for the virus» o «Machinal» merecen volver a ser escuchadas de nuevo en directo, quizás en una sala más pequeña ante una audiencia que guste de propuestas de metal algo más pausadas y experimentales.
Tras otro cambio de backline rápido y ante una audiencia que ya casi llenaba la sala, aparecieron los canadienses The Agonist, banda con la que Jinjer ya han compartido escenario, inclusive en nuestro país.
Conscientes del marrón que supone telonear a una formación así, siempre contundente y entregada, The Agonist, o lo que es lo mismo, Chris Kells —bajo y coros—, Vicky Psarakis —voz—, Danny Marino y Pascal Jobin —guitarras— y Simon McKay —batería—, salieron dispuestos a arrasar con todo y de paso, divertirse.
Liderados en la actualidad por Vicky Psarakis, quien entró en 2.014 con la complicada papeleta de sustituir a la carismática Alissa White-Gluz (quien a su vez tuvo la aún más complicada papeleta de sustituir en Arch Enemy a la reina del gutural por aquel entonces, Angela Gossow), tengo que admitir que nunca había sido santo de mi devoción… hasta este concierto. Veía en Psarakis una buena actitud pero una voz en «formato scream» que no llegaba al gutural y que como screamer, tampoco era para fliparlo mucho. Es decir, una cantante del montón. Sin embargo, me encantó ver cómo ese talento explotó ante una audiencia ya muy numerosa, ejerciendo perfectamente como frontwoman y exhibiendo buenos guturales, que aún sin llegar a lo que luego escucharíamos a Tatiana Shmaylyuk, sin duda sirvió para que Satanás quedase satisfecho.
Acompañando a la vocalista, el resto de músicos descargaron durante cuarenta minutos su acelerada mezcla de death metal agresivo y power metal épico con letras de corte ecologista, intensas voces de ultratumba y multitud de solos de guitarra por parte de Jobin. Y es que si bien, las cuatro bandas exhibieron un enorme nivel técnico, solos, lo que se dice solos, The Agonist fueron los únicos que hicieron, y es algo que se agradece.
De nuevo, el grupo gozó de un juego de luces impresionante, aunque en esta ocasión, la excelencia auditiva que se había conseguido hasta el momento se perdió. No sonaron mal, ni mucho menos, pero junto a unas composiciones muy rápidas sin momento de descanso en ellas junto a un incremento de volumen general, hizo que en especial, la voz de Psarakis no se escuchara del todo nítida.
No obstante, eso no pareció problema alguno para sus seguidores, ya que desde la inicial «In vertigo», pasando por «Panaphobia», «Eye of providence», «Gates of horn and ivory», «The gift of silence», «Dead ocean», «Orphans», «Burn it all down» o «As one we survive», corearon los estribillos, aplaudieron, hicieron headbangings, pogos, wall of death y todo tipo de expresión física metalera, señal del reconocimiento que esta banda ya ha logrado en nuestro país.
De hecho, estoy seguro que más de uno y más de dos asistentes habrían preferido que The Agonist fueran los cabezas de cartel de la noche.
Extraordinario concierto con derroche de técnica, buenos solos de guitarra shred, músicos muy comunicativos y público entregado. ¿Qué más se podría haber pedido? Pues que el técnico hubiese afinado un poco más la mezcla y haberlos visto durante hora y media descargando todo su set-list. Pero esos cuarenta minutos fueron tremendos.
De nuevo, otros veinte minutos para el cambio de backline y ya estábamos dispuestos a ver al principal aliciente de la noche. Y así a lo tonto, ya llevábamos más de tres horas dentro de una sala, que ya para ese momento, estaba a tope de su capacidad con todos los asistentes dispuestos a disfrutar del espectáculo.
Aunque el citado cambio de backline se mantuvo en los tiempos de toda la velada y que nos permitió analizar la extraña disposición de los elementos de la batería de Dmitriy Kim, una vez terminado, apareció en las pantallas laterales una infografía de tipo industrial acompañada de una cuenta atrás. Tres minutos marcaba el contador en su inicio que se hizo mucho más agobiante que todo el cambio de backline. Jinjer aún tardarían cerca de veinte segundos más con la pantalla apagada y toda la sala a oscuras en aparecer. Pero cuando se encendieron las luces, Dmitriy Kim —batería—, Eugene Kostyuk —bajo— y Roman Ibramhalilov —guitarra—, ya estaban cada uno en sus posiciones descargando los primeros acordes de la potentísima «Teacher, teacher».
Tatiana Shmaylyuk aún tardaría un poquito más en aparecer, dando tiempo a sus compañeros a tocar la introducción, y lo haría interpretando ese particular y muy vacilón rapeo con voz limpia de la primera estrofa para luego cambiar con la facilidad que la caracteriza a su reconocida voz gutural.
Tras este potente inicio me di cuenta que el mal asociado al concierto de The Agonist, es decir, el exceso de volumen general, aquí se intensificó. O sea, todo estaba equilibrado y en su sitio pero en exceso alto, provocando en algunos momentos bola de sonido y que la voz no se escuchara tan nítida. Pese a todo, teniendo en cuenta la burrada de música que es, bastante bien se escuchó el concierto.
Después de abordar uno de los temas más nuevos en su repertorio, tocaba soltar artillería pesada antigua; así pues, la tremenda «Sit stay roll over» puso a gran parte del público a hacer pogos, para continuar con más entregas de sus recientes «Micro» y «Macro», como la progresiva «Ape» y la curiosísima «Judgement (& punishment)», que mezcla sin problemas death metal clásico con voz gutural, metalcore con voz limpia melódica y… reggae!!!
Llevábamos poco tiempo de concierto y la verdad es que el público en ese momento ya estaba del todo entregado. Estábamos recibiendo potencia y creatividad por parte de unos músicos virtuosos y de una Shmaylyuk que con su amplio registro vocal y su manera de moverse por el escenario, se coronoba como una de las mejores frontwomen del momento. Y contábamos además con alguien más sobre el escenario: la luz. Ya he comentado la calidad de la coreografía de luces, que fue especialmente llamativa durante la actuación de Space of Variations, pero en este concierto fue llevada a otro nivel. Combinando luces con las imágenes infográficas de las pantallas traseras, junto a la música, estábamos disfrutando de una especie de LSD audiovisual maravilloso y mucho más sano. Hay que añadir también cómo, la creatividad de la coreografía de luces se combinaba con la oscuridad. Es decir, que el o los encargados de ese trabajo, jugaban mucho con dejar ciertas zonas en total oscuridad para que así los músicos parecieran siluetas negras. Es difícil explicarlo sin haberlo visto, pero el resultado era efectivo y espectacular. De lo mejor que he visto en este sentido y con más mérito aún tratándose de una sala así y no de un estadio.
Otra vez tocaba soltar artillería pesada con la muy metalcore y moderneta «I speak astronomy» y en la que destacaron los toques de slap del bajista Kostyuk. Tras ésta, tema de composición más nueva como el oscuro y progresivo «Dreaful moments», que perfectamente podrían firmar unos Gojira u Opeth, para seguir con su clásico «Who´s gonna be the one», uno de sus cortes más groovemetaleros que, sin ser una maravilla, resulta de lo más efectivo en directo y en la que de nuevo, Kostyuk nos deleitó con unas líneas a arpegios para quitarse el sombrero.
La siguiente tanda de temas nos volverían a recordar que esta gira está sirviendo de promoción tanto de su reciente «Macro» como del E.P. «Micro», concebido y grabado en 2.018 entre la vorágine de conciertos realizados en ese año: comenzando por la progresiva y variada «Retrospection», para seguir con «Perennial», en la que tenemos casi a la mejor Shmaylyuk, con una agresividad inusitada tanto en las voces limpias como guturales, combinadas con otra sección de voz limpia de lo más melódica y sensible, el medio tempo atmosférico «On the top» y la salvaje «Pit of consciousness», en la que los amantes de la técnica guitarrística pudieron disfrutar de las evoluciones de Ibramhalilov realizando unas líneas rítmicas basadas en sweep pickings atípicas en el metal extremo.
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Rondando la hora y media de concierto, el grupo encaró la recta final con «Just another», su canción más comercial (si es que un grupo así puede realmente componer una canción comercial), en la que la vocalista demostró sus aptitudes para cantar rock de una forma convencional. Le siguió la reivindicativa «Words of wisdom» para, tras una falsa despedida, terminar de forma sorprendente con «Pisces» a modo de bis. Y digo sorprendente, ya que a esas alturas no esperaba que la tocasen y mucho menos que fuese la última. Y es que, como muchos sabréis, «Pisces» es su gran éxito viral, comentado y analizado por cientos de canales de YouTube dedicados a videoreacciones y a clases de técnica vocal, pero que se trata de una balada que combina una parte tranquila de indie pop con batería jazzística (espectacular Dmitriy Kim) para pasar a una sección con distorsión y voz gutural pero sin salirnos del medio tempo, por lo cual no parece el tema más apropiado para terminar, acostumbrados a las casi cinco horas de trallazo tras trallazo metalero que llevábamos a esas alturas.
Sin duda, una manera arriesgada y valiente de terminar un concierto tan intenso.
Por cierto, y a modo de curiosidad, Tatiana se despidió agradeciendo al público su entrega y recordando que Jinjer estarán en el próximo Resurrection Fest… olvidando que semanas antes de este concierto ya se había confirmado su presencia en el Leyendas del Rock (pero es normal olvidar los compromisos que tienen en una agenda tan abultada como la de este grupo), para a continuación mencionar que ese mismo día era el cumpleaños de Kim, el baterista, entrando en ese mismo momento personal de la sala portando un pastel del cual tuvo que apagar las velas. Divertido y emotivo modo para despedirse del público asistente.
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Jinjer, con su enésima visita y esta demostración de técnica instrumental y poderío escénico, se han coronado ya como los reyes del metal extremo moderno y, sin duda, están llamados a ser leyendas del heavy metal. Si creéis que exagero, no tenéis más que acudir a uno de sus conciertos, pero no como teloneros o en festivales, no, en conciertos en los que ellos sean los cabezas de cartel. Y estoy seguro que a partir de 2.020 los vamos a ver muy a menudo encabezando sus propios carteles.
Larga vida a Jinjer.
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TEXTO Y FOTOS: Albert Sanz
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