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La promotora The Project ha organizado un año más el Voll-Damn Festival Internacional de Jazz de Barcelona. El veterano festival que se acerca poco a poco a su medio siglo de vida, tiene este año una programación de una calidad indiscutible. De hecho, la programación de este año es la mejor en años, así que no os extrañe que las próximas críticas tengan que ver con conciertos vistos durante este festival.
El pasado día 15 asistimos al Teatro Arteria. Después de tantos conciertos cubiertos, era la primera vez que acudíamos a este lugar y la experiencia no ha podido ser más agradable. Independientemente de que a nivel popular la empresa gestora del lugar sea considerada una mafia, no podemos negar que el lugar es espectacular. No sólo por la zona emblemática en el que está situado, sino por el glamour y elegancia que destila, las cómodas butacas estilo cine y una acústica soberbia.
Tommy Emmanuel era el protagonista de la noche. Si bien su propuesta era más apropiada para el festival de guitarra que también organiza la misma promotora (es uno de los reyes del fingerpicking y en su música no hay demasiado jazz), una cita con el guitarrista de origen australiano pero que vive a caballo entre USA e Inglaterra no podíamos perdérnosla; vamos, cómo si estuviera invitado a un festival de death metal.
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Tras apenas cinco minutos de retraso, y ante una audiencia que llenaba hasta tres cuartas partes el aforo (algo que sorprende, viniendo de un concierto supuestamente minoritario), salió a escena el telonero de la noche: Antonio Rey. Guitarrista flamenco y gran promesa de futuro, el jerezano presentó su segundo disco, de nombre «Colores del fuego». Apenas dispuso de media hora para defender su música, pero a tenor de las ovaciones del público entre y al finalizar cada canción, caló muy hondo entre la audiencia.
Rey nos ofreció buena técnica, composiciones elaboradas que aunaban tradición y modernidad y que en algún momento derivaban hacía la new age y excelentes melodías (curiosamente tristes y melancólicas en el momento de abordar líneas ejecutadas con trémolo). También simpatía y cercanía con el público, lo cual siempre es de agradecer. En un par de temas fue acompañado por un percusionista que le apoyaba rítmicamente con el cajón flamenco.
Otro crack al que habrá que seguir.
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Sin descanso y tal y cómo se anunció por megafonía al comienzo, salió el australiano, quien pidió un aplauso para su telonero. Sobre un escenario con decoración inexistente (dos sillas y un micro frente a un telón negro) y sin sentarse, empezó a tocar el tema «The fingerlakes». De ese modo, durante unas dos horas y cuarto comenzó una de las mayores exhibiciones de destreza técnica y buenas composiciones que hemos visto jamás.
Para los aficionados a la guitarra acústica, términos como polifonía fingerpicking o percusión en la caja no es algo que sorprenda, pero Emmanuel lleva al límite todos esos conceptos, de manera que las sorpresa es continua. Por ejemplo, una técnica de enorme dificultad es la que combina armónicos de mano derecha con pulsaciones convencionales con el pulgar. Aunque es un recurso precioso, pocos guitarristas se atreven a hacerlo en directo. Steve Morse y algunos guitarristas clásicos son los que he visto hacerlo. Tommy Emmanuel barre con todos ellos al usar este recurso a una velocidad estratosférica, logrando un resultado sonoro similar a una catarata imparable de notas realizando unos pasajes melódicos increíbles y de gran belleza.
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El músico siguió desgranando temas propios como «Guitar boogie», «Saturday night shuffle», «Mombasa» o «Angelina» dedicada a una de sus hijas. También hubieron versiones, siendo la más esperada «Classical gas» de Mason Williams, que sonó muy pronto; de hecho sonó en segundo lugar unida de una manera un poco abrupta a «The fingerlakes». Otras versiones destacables fueron el mix dedicado a The Beatles, formado por «Here comes the sun», «When I’m sixty-four», «She’s a woman», «Day tripper», «Lady Madonna» y «Michelle», así como «Somewhere over the rainbow», perteneciente a la BSO de la película «The wizard of Oz».
Es realmente complicado destacar nada. Quizás «Mombasa» por esos elementos de percusión tribales y el sonido de delay intentando imitar el sonido de flautas indígenas fue la que se alejó en buena medida del estilo de Emmanuel; estilo que es más amplio y ecléctico que el de la mayoría de músicos de fingerpicking (que ya es decir) y que une con total descaro folk, rock and roll, country, bluegrass, blues, jazz y pop. Pero todas tienen algo que hace quedarte con la boca abierta.
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El concierto también gozó de una falsa jam session. Antonio Rey fue invitado en el penúltimo tema de la noche, el llamado «Drivetime». Rey, muy simpático expresó que no sabía que podía hacer frente a ese monstruo, y empezó a imitar los golpes en la caja a modo de batería que suele emplear el australiano. Éste, por su parte, dijo que Antonio no habla inglés ni él español, pero que ambos hablan el lenguaje de la música. Desconozco cuantos ensayos realizaron ambos, pero son tan buenos músicos que no parecía que el andaluz fuera el invitado y se dedicara a improvisar. No. La sensación era de haber compuesto el tema a medias de manera que bluegrass, country y flamenco encajaran con total naturalidad.
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Poco más se puede añadir. Tommy Emmanuel dio toda una lección de maestría a la guitarra (con momentos en los que parecía más bien un baterista) y a la composición, demostrando la complejidad a la que puede llegar la música; pero todo ello con una gracia, un feeling y una simpatía que hace que sus conciertos se pasen en un suspiro.
Por nuestra parte, estamos deseando que vuelva ya mismo.
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TEXTO Y FOTOS: Albert Sanz.
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