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Artista: Symphony X
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Sello: Nuclear Blast
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Año: 2.011
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Estilo: Metal progresivo, power metal
CALIFICACIÓN TÉCNICA
- Nivel de técnica: 9/10
- Velocidad: 8/10
- Variedad de fraseo, recursos y técnicas: 9/10
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Nivel de coñazo virtuosístico: 3/-10
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Calidad producción (equilibrio en la mezcla, masterización, etc.): 9/10
- Calidad presentación (carátula, libreto, etc…): 9/10
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PUNTUACIÓN: 8,5/10
CALIFICACIÓN MUSICAL
- Calidad musical: 7/10
- Nivel de feeling: 7/10
- Posibilidad de escucharlo de un tirón: 6/10
- Ganas de hacer “headbanging”: 10/10
- PUNTUACIÓN: 7,5/10
PUNTUACIÓN TOTAL: 8/10
Este 2.011 ha representado la vuelta al estudio de los Symphony X. Cuatro años en los que la banda ha mantenido una frenética actividad de conciertos en solitario, dentro de festivales o acompañando a Dream Theater. Sin embargo, el tomarse tanto tiempo es algo habitual, y lo que hace que cada álbum suene fresco, potente y elaborado, algo de lo que deberian tomar nota unos aburridos Dream Theater (y precisamente, era una de las cosas que denunciaba el ex fundador Mike Portnoy a la hora de querer tomarse una pausa).
La banda liderada por el virtuoso Michael Romeo nos hace entrega de otra muestra de heavy metal progresivo con pinceladas del power metal melódico que practicaban en sus inicios. Todo el álbum suena potente y salvaje (que no descontrolado) y con una producción que otorga al trabajo una claridad y sonido cristalinos. No obstante, a niveles musicales el disco no es la obra maestra que todos esperábamos. Está claro que es un disco magnífico, pero los Symphony X nos habían acostumbrado mal. Nos habían mimado ofreciéndonos de manera consecutiva -en 2.002 y 2.007- «The Odissey» y «Paradise Lost», sus dos mejores discos y con toda probabilidad, dos de las mejores obras del metal progresivo de la historia. Este «Iconoclast» tiene temazos increíbles, pero siempre digo lo mismo: un disco se puede analizar canción a canción, pero el conjunto global será lo que haga que de aquí a unos años tengamos un grato recuerdo (o no) de dicho disco. Parece que han querido coger los mejores elementos de ambos discos pero el conjunto ha acabado tirando hacia un metal progresivo contundente y más apropiado para fans de Pantera que para fans de los temas épicos y orquestales de de más de diez minutos de duración. La semejanza con la evolución de los Theater en la última década es clara, pero a diferencia de éstos, «Iconoclast» no aburre, es excitante de cabo a rabo y su escucha es entretenida para los fans del «headbanging». Pero claro, de Symphony X uno espera más y esta vez no lo han logrado.
El álbum se presenta en tres formatos: CD sencillo, CD doble edición especial con tres temas más y un orden diferente y en vinilo doble de 180 gr., también en edición especial.
Los set lists de ambas versiones son los siguientes:
EDICIÓN SENCILLA
1.- Iconoclast
2.- The end of innocence
3.- Dehumanized
4.- Bastards of the machine
5.- Heretic
6.- Children of a faceless god
7.- Electric Messiah
8.- Prometheus (I am alive)
9.- When all is lost
EDICIÓN DOBLE
1.- Iconoclast (CD 1)
2.- The end of innocence (CD 1)
3.- Dehumanized (CD 1)
4.- Bastards of the machine (CD 1)
5.- Heretic (CD 1)
6.- Children of a faceless god (CD 1)
7.- When all is lost (CD 1)
8.- Electric Messiah (CD 2)
9.- Prometheus(I am alive) (CD2)
10.- Light up the night (CD 2)
11.- The Lords Of Chaos (CD 2)
12.- Reign In Madness (CD 2)
Como podéis ver, una vez más las discográficas vuelven a sangrar al aficionado. Lo que ofrece la edición especial son sólo tres temas más, puesto que dos de ellos ya están en la edición normal. Por tanto, teniendo en cuenta la duración de los discos actuales, bien podría ser un único CD con los doce temas. Cierto, en total duran algo más de 82 minutos. Pues de aquí y de allá podrían recortar los tres minutos que sobran (ya que hay muchos temas largos) o bien editar una única versión doble a precio sencillo. De esta manera, se obliga al ultrafan a comprar las dos versiones por solo tres temas más (y una portada diferente pero más fea).
Todo el álbum gira entorno a la idea de que la tecnología se está imponiendo sobre el ser humano y su humanidad, valga la redundancia. Pese a todo, no es un álbum conceptual como podría parecer. En esa ocasión, dada la tesitura tan similar y la unidad estilística que poseen todos los temas, no haremos una crítica de cada uno de ellos, solo mencionaremos algunos de los más detacables.
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«Iconoclast»: El más épico. Diez minutos con coros gregorianos, continuos cambio de ritmo y que recuerda a la época más sinfónica de la banda.
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«The end of innocence»: El single y que combia la furia metalera más clásica con un estribillo melódico. Los teclados de Pinnella son especialmente destacables.
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«When all is lost»: Nueve minutos de balada que siguen un esquema a los Dream Theater excesivo, pero que no importa dada la belleza del tema. El teclado de Pinnella y las intervenciones acústicas de Romeo dan un curioso aire new age a lo Mike Oldfield que queda espectacular. Romeo se marca un solo muy rockero y melódico con un estilo diferente al habitual.
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«Electric Messiah»: Brutal. Muevegreñas. Salvaje. Estribillo pegadizo, riffs asesinos y una potencia fuera de lo común. Atentos al curioso cambio en el 3:50 en el que Symphony X homenajean con descaro al «Red» de King Crimson. ¿El tema heavy perfecto?
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«Light up the night»: La canción más deudora de tiempos pasados de todo el disco. Metal progresivo con muchos toques de power metal y un estribillo con guitarras ochenteras y una línea vocal épica y coreable.
Hablemos un poco de los músicos. Por cierto, en su día escuché que Stratovarius era la única banda del mundo que contaba con dos miembros llamados Timo. Pero ¿cuantas bandas cuentan con tres miembros de cinco llamados Michael? De Russell Allen poco se puede hablar que no se haya dicho ya. Una voz perfecta que sabe ser salvaje en los momentos heavys y emotiva y dramática en los más suaves. ¿A qué esperan Dream Theater para ficharlo? Jason Rullo inmenso en todos y cada uno de los minutos del disco. Resulta curioso que al hablar de los grandes baterías del progresivo actual, se mencione siempre a Portnoy, Minnemann o Donati y nunca se hable de esta pequeña bestia (digo pequeña por lo de la altura). Michael Pinnella también realiza una labor excelente. Mientras que muchos teclistas del estilo se limitan a crear un ligero acompañamiento y después tocar un solo clónico, Pinnella engrandece todos los temas, incluso en momentos más heavys en los que normalmente no se suele escuchar un teclado. Y los solos… bueno, con decir que se enfrenta de tú a tú con Romeo y siempre sale bien parado ya está todo dicho. Michael Lepond siempre permanece en segundo plano, al igual que en los conciertos. Pese a tocar con púa y nunca con dedos, y aparentar una técnica mucho más limitada respecto a sus compañeros y a otros bajistas del estilo, hay que admitir que el mero hecho de clavar todos los ritmos ya tiene un mérito brutal. No dará espectáculo, pero echad un vistazo a cualquier partitura y veréis si es bueno o no. Y dejo al otro Michael para el final. Romeo me ha decepcionado en algunos momentos. Ritmicamente sigue siendo tan creativo como siempre, con una potencia digna de Dimebag Darrell. Pero en los solos no ha estado tan inspirado. Se trata de un músico que mantiene un preciso equilibrio entre púa, legatto, sweeps y tapping, y todo ello al más alto nivel. Su lenguaje está influenciado por un pasado muy neoclásico, pero que ha sabido hacer evolucionar a terrenos progresivos con bastantes matices de fusión. Y en los momentos más shredders, cuando empieza a tocar una serie de escalas ultrarápidas, antes de que venga el bostezo siempre sorprende con un palancazo o algo que te descoloca. Bien, en el disco hay solos increíbles, pero otros que rozan el aburrimiento. Para colmo, incluso los momentos más neoclásicos seguía sonando a Romeo, pero ahora se ha mutado en Yngwie Malmsteen, lo cual es ideal para que los fans del sueco sigan diciendo que es el mejor y todos los demás unos clones. Escuchad sino los solos de «Reign in madness», «Iconoclast» y sobretodo «Heretic». En este tema ya resulta escandaloso. El solo consta de tres partes. La primera va del 4:41 al 4:52, la segunda del 4:52 al 5:02 y la tercera del 5:02 al 5:24. La segunda parte nos muestra al Romeo más shred y creativo, con sweeps, tappings, toneladas de legatto y un buen uso de la palanca de vibrato. El primer y el tercer solo es la típica escala menor neoclásica tocada a púa contrapúa a velocidad de vértigo. De hecho, es tan diferente el lenguaje y la ejecución, que si en los créditos pusiera artista invitado Yngwie Malmsteen sería fácil creérselo. ¿Qué te ha pasado Romeo?
«Iconoclast» es un buen disco, magnífico incluso. Mantiene la línea de calidad de la discografía del grupo, y varias de sus canciones merecen estar en cualquier recopilatorio de metal moderno, pero no es ni «The Odissey» ni «Paradise Lost». Es como si no hubieran querido arriesgar y hacer una tercera obra maestra diferente (como son los otros dos entre sí), como si hubieran escogido los mejores elementos de cada uno de ellos para hacer una mezcla ganadora. Pero carece de la épica del primero y algunos momentos tralleros recuerdan demasiado al segundo. Y sí, hay elementos geniales y en directo podrá sonar a gloria, pero el conjunto no acaba de funcionar como los otros dos. Aún así, lo que está claro es que a día de hoy, escuchar un nuevo disco por primera vez de Symphony X provoca una expectación ante lo que se va a oír de la que carecen los reyes del metal progresivo actual, Dream Theater. Lo tienen todo: composiciones elaboradas, virtuosismo a raudales, un frontman carismático, un guitarrista brillante y unos shows que no defraudan. ¿A qué espera la prensa especializada a auparlos de una vez al primer puesto?

Siempre me pregunto lo mismo: con lo majetes que son y ¿por qué han de poner cara de malas personas?
No entiendo cómo todos adoran el Paradise Lost y el Odyssey, que si bien están bien, ni de cerca al Divine Wings o el V. Iconoclast es muy difícil de digerir, pero es de lo mejorcito de la discografía. Michael Romeo a mi parecer mejoró con respecto al Odysey (que en mi opinión suena horrible, como que hubiese dejado de tocar por unos años y después grabado ese disco), pero donde mejor suenan sus solos es en el Divine Wings indudablemente. Siempre fue clon de Malmsteen, pero con una digitación más acertada y su clásico tapping…
No sé, si tantos adoramos esos discos por algo será, y eso no significa en absoluto menospreciar todos sus trabajos anteriores, que son de una calidad incuestionable.
Sobre Romeo, discrepo en que fuera un clon de Malmsteen. Nunca lo he visto así aunque parte de su lenguaje sea neoclásico.
¡Y muchas gracias por comentar!
buena reseña 😉 symphony una de mis bandas favoritas, me enamore de esas guitarras.
Gracias Bixo. A ver si sacan nuevo disco, que ya tenemos ganas.