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Hay veces que apetece probar algo diferente y experimentar nuevas sensaciones y con esa idea nos dirigimos a la coqueta sala Music Hall para asistir al concierto de un grupo totalmente desconocido para nosotros pero con la curiosidad de saber como sonaría en directo. No todo va a ser virtuosismo, y una propuesta de progresivo y new age ambiental y etéreo (o post rock como dirian los gafapastas) influenciada por Pink Floyd, Porcupine Tree, Moby, Nine Inch Nails, Tangerine Dream, Anathema e incluso U2 (la sombra de The Edge estuvo muy presente), nos seducía lo suficiente como para justificar nuestra presencia, pero al final el experimento resulto un tanto monótono.
Lo cierto es que nos sorprendió la cola que había en la céntrica Rambla de Catalunya más de tres cuartos de hora antes. Cuando los medios de comunicación, que solemos estar más o menos al día de la actualidad musical, desconocemos la trayectoria de una banda, tendemos a pensar que no los conoce ni Dios. Craso error, tal y como pudimos comprobar. Pero lo que sí es lógico pensar que la sala estaría medio vacia, dado que Barcelona se está convirtiendo año tras año una ciudad muy complicada para llevar ciertas propuestas a escena con un mínimo de garantías, por lo que cada vez son más las bandas que optan por excluir a la Ciudad Condal de sus giras. Pero otra vez nos equivocamos, ya que la sala Music Hall (o Barcelona Music Hall, o City Hall, cualquiera sabe, ya que según el cartel de la fachada, la web o la propaganda se denomina de una forma u otra) estuvo a reventar. Cierto es que sólo caben 500 personas según la web, pero la sensación fue de que entró mucha más gente. Por cierto, comentar la gran idea de que la sala esté dividida en varios niveles, cada uno más alto que el otro, de modo que las personas que tengan que situarse más atrás no tendrán problemas de visualización. Una idea tan simple y efectiva que ya se usa en muchos otros paises y que por aquí a nadie se le ha ocurrido implementarla.
La noche ya empezó mal, puesto que la banda telonera, Tides from Nebula, cuya propuesta es similar a la del grupo principal y que también había creado expectación fue eliminada sin previo aviso del cartel. En su lugar tuvimos que sufrir la «actuación» de un DJ. Arnau Obiols fue el encargado de torturarnos. Si la mayor parte de las veces los DJ’s son seres que provocan bastante rabia (no tanto por lo que hacen o como lo hacen, sino por la bazofia musical carente de alma que pinchan), desde este momento les tenemos aún más rabia. La sensación de incomprensión -nuestra y de casi todo el público- fue notoria: nadie le hacia caso por no quedar claro si él era el telonero (aunque lo ponía en la entrada) y por estar en un lateral del escenario pinchando y moviendo faders, casi escondido. Hay que admitir que la sesión fue diferente puesto que no hubo ni techno ni house ni nada por el estilo. En su lugar tuvimos una extraña fusión de rock progresivo, avant-garde y sonidos indescifrables a un volumen atronador. No exagero si digo que algunas de las canciones consistian en una cacofonia insoportable. Y lo decimos dos personas que pueden escuchar sin problemas el «Word of mouth» de Pastorius para desayunar y acabar el dia cenando con «Woodstock Jam» de Satriani. Salvo la grata sorpresa de escuchar «Red» de King Crimson y otra canción de cuyo autor y nombre desconocemos, pero que era cantada y marchosilla, el resto tuvo nulo interés. Bueno, interés si tuvo… ¡interés en que terminara de una puñetera vez! Eso sí, la elección de Arnau Obiols como telonero se vio reflejada en un gran consumo de bebidas en la barra de la sala, por lo que a los dueños les habrá encantado su actuación, o sesión, o lo que fuese eso que nos taladró los timpanos.
Con God is an Astronaut el tema mejoró pero tampoco para tirar cohetes. El grupo irlandés hace un tipo de música que se conoce como post-rock y es algo así como una mezcla de new age minimalista con algo de rock progresivo y aderezado con unas cadencias musicales que tienden en algunos momentos a electrónica o al gótico, y todo ello envuelto en un aura meláncolico, ambiental e incluso triste. y aunque como músicos son un buen grupo, el estilo de música no termina de convencer y menos para ir a un concierto de larga duración. El concierto duró una hora y cuarto justita, y lo que sería un timo para un concierto de rock normal, aquí es casi un hándicap, llegando a cansar en algunos momentos. La música de God is an Astronaut tiene momentos mágicos, atmosféricos y ambientales, combinados con otros con una sorprendente potencia cercana al heavy metal (gracias al uso de generosas reverbs en las guitarras y al doble bombo de la batería, y que generaron algunos inesperados headbangings entre la audiencia), pero es cierto que de tan minimalista termina por hacerse monótona y repetitiva. En definitiva, las canciones son tan densas que más de una hora y cuarto comenzarían a aburrir. Quizás podría ayudar una segunda guitarra que añadiera más variedad armónica e incluso solos, ya que más de un tema se presta a tener solos, sin que necesariamente tengan que ser demostraciones de pirotecnia virtuosa. Pero al carecer de esa segunda guitarra que aportase más melodía, nos dio la sensación de que a algunos temas les faltaba algo y que parecieran más bien una colección de loops repetitivos que no canciones.
Otra cosa que caracterizan a los irlandeses es la presencia de unos videos que acompañan a las canciones. Y lo cierto es que esos videos, que por lo general consistian en imágenes espaciales o de guerra, destrucción y desolación, acompañaban muy bien a las melancólicas melodías ejecutadas por un grupo al que apenas se le veia, al estar casi siempre el escenario en penumbra. El problema está en que el gancho que supondrían esos videos para amenizar la velada, apenas surtió efecto ya que, debido a las dimensiones del escenario y la pared trasera, unos monitores y parte del set del batería ya ocupaban más de la mitad de la superficie de la pantalla, con lo cual la superficie disponible para lanzar la imagen era muy pequeña, restándole impacto. Quizás en otra sala más grande habría sido un acompañamiento ideal, pero en Music Hall lo de los videos no pasó de ser una mera anécdota.
Los temas más ovacionados fueron «Suicide by star», con su lenta y progresiva tendencia hacia algo que no llega acaba de llegar (aunque lo intente a medias una guitarra distorsionada hacia el final), «Forever Lost», muy en la línea new age con toques de piano y coros resultones pero con poco o nada que resalte, «Route 666» con sus aires electro-techno pero muy repetitivo y alienante, la triste «Fragile» o la última «Fire flies and empty skies», la mejor desde nuestro punto de vista, con una estructura mucho más de canción, un pseudoestribillo que al menos es coreable y un final bastante épico y guitarrero.
El setlist completo que sonó en Barcelona fue el siguiente:
- Remaining light
- Fragile
- Age of the fifth sun
- Echoes
- Remembrance day
- Shadows
- Worlds in collision
- Zodiac
- Snowfall
- Suicide by star
- Forever lost
- Route 666
- Fire flies and empty skies
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En cuanto a los músicos, todos estuvieron a un buen nivel interpretativo, tanto los hermanos Kinsella, uno a la guitarra (y que hizo de speaker hablando con el público entre tema y tema) y otro al bajo de seis cuerdas, como Lloyd Hanney, muy potente en la batería y Jamie Dean, omnipresente en los teclados. También la sonoridad de la sala estuvo a la altura, lo que me hace pensar que podría ser una más que interesante alternativa para otras bandas que tengan un poder de convocatoria similar a GIAA.
En definitiva, un concierto por momentos aburrido solo apto para amantes de este género musical que presume de beber de muchas fuentes pero que se queda a medio camino de todas sin llegar a transmitir lo que en un principio se espera. No diremos que la propuesta de los GIAA haya sido terrible, pero sí que esa supuesta evocación de sensaciones y estímulos que intentan transmitir mediante cadencias hipnóticas -y por tanto, armónicamente repetitivas- puede disfrutarse mucho mejor en el sofá de casa, con unos buenos auriculares y cerrando los ojos, que no en una sala de conciertos, entre apretujones, con un descerebrado en la parte trasera fumando como un carretero (aunque la banda no tenga culpa de esto) y con 24 € menos en el bolsillo.
Por último, destacar la gran cantidad de merchandising disponible de la banda en el pasillo de acceso a la sala, con CD’s, vinilos y camisetas y varias y enormes maletas en el suelo con más material por si lo de la mesa se agotaba. Buena idea puesto que no es la primera vez que un grupo monta el chiringuito del merchandising y llevan sólo 15 o 20 CD’s que se agotan en un suspiro (totalmente verídico).
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IVAN MACÍAS & ALBERT SANZ
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