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Quienes seguís esta pagina o el programa, sabréis que si bien puedo ser duro en algunos comentarios, siempre lo hago de una manera educada y razonada; pues bien, hoy me voy a saltar esa regla y pido perdón por anticipado por la cantidad de palabras malsonantes que voy a escribir, comenzando ahora mismo: Puta mierda, una puta mierda de noche, lo peor que he podido escuchar, un técnico de sonido que debe de haberse sacado el carné en una tómbola, un grupo principal que o bien venía con un equipo deficiente o que no les preocupaba una mierda lo que escuchara el público, y un continuo ridículo al tener a siete tipos sobre un escenario minúsculo sin poderse mover no fuesen a chocar entre sí. Lo dicho, una puta pena.
Tras la decisión de la promotora de trasladar el concierto de la sala 2 a la siempre deficiente sala 3 del complejo Razzmatazz debido al número de entradas vendidas (y aún así hubo huecos libres pese al escaso tamaño de la sala), llegué allí dispuesto a disfrutar de una noche de heavy metal de calidad combinado con los toques de música clásica del maestro Roth. Ni lo uno ni lo otro. Quienes sí derrocharon talento, calidad, y un sonido aceptable fueron sus teloneros (me refiero al sonido de la sala, un CD en comparación con lo que sufrí durante el grupo principal), los españoles Stingers, considerados unánimemente por la prensa especializada como una de las mejores bandas tributo a Scorpions que existen en Europa.
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Aunque en muchas ocasiones se crítica a las bandas tributo a mi me caen simpáticas y las considero un bien necesario en el mundo del rock. Algunas homenajean a bandas que ya no veremos nunca sobre un escenario debido a la muerte de alguno de sus componentes (como Queen), otras lo hacen a bandas que difícilmente veremos de nuevo sobre un escenario (Dire Straits o Guns & Roses) y otras son necesarias puesto que mantienen la frescura de la juventud y la pasión por el trabajo bien hecho, en contra de la actitud actual de la formación «de verdad» (sí, estoy hablando de Led Zeppelin). Así, bandas tributo como God Save the Queen / DSR, Brothers in arms —ambas han tocado recientemente en nuestro país y puedes leer la crónica aquí— o Letz Zep son de lo más necesarias.
Hay que reconocer que los actuales Scorpions siguen manteniendo un buen nivel tanto en directo como en los últimos discos, y dado que oficialmente se han separado (lo cual es un chiste mal gusto, puesto que su gira de despedida ya hace tres años que dura), la existencia de Stingers es más necesaria que nunca.
Los sevillanos, con una impecable puesta en escena —vestimenta incluída— aparecieron sobre el pequeño escenario dispuestos a arrasar con «Bad boys running wild». Al margen de la puesta en escena tan similar (teníamos incluso a un Rudolph Schenker igual de divertido y alegre) ya de entrada me sorprendió la voz de Steve Carrell Panchi, quien además de los gestos clavaba la voz del bueno de Klaus Meine. Otros temas como «Lovedrive» y «Crazy World» pusieron al público en extásis. El repertorio se basó en «Love at the first sting» aunque también echaron mano de algunos temas de «Face the heat», «Crazy world», «Blackout», «Animal magnetism», e incluso de «In trance», pese a que cabía la posibilidad de que Uli Jon Roth pudiera tocar algo de ese disco una hora después. Es decir: un buen repaso a la carrera de la banda germana.
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No faltaron los toques delicados con las eternas baladas «Still living you» (con la colaboración de Macarena, una vocalista sevillana con la que la canción fue interpretada en inglés y español) y «Wind of change», en la que Panchi además clavó el silbido de Meine poniéndonos los pelos de punta.
Como anécdota, es necesario comentar que en «Blackout», el guitarrista Javi «Rudolph» disfrazó su cabeza de la misma manera que lo hizo el alemán en la portada del álbum homónimo.
Poco más hay que decir. Se trata de una banda de tributo que no desmerece el legado de la original, que lo hace pasar bien y que con sus interpretaciones te dan ganas de hacer headbanging sin parar. ¡Ah!, y encima traían un merchandising de lo más currado.
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Tras el consabido cambio de backline apareció el maestro Uli Jon Roth que este año celebra que hace cuatro décadas estuvo en Scorpions. Su elegancia y virtuosismo contenido puede escucharse en joyas como «Fly to the rainbow», «In trance» y en el directo «Tokyo tapes». Además, una parte de su carrera en solitario la ha dedicado a redefinir el concepto de heavy metal neoclásico, reduciendo los niveles de egocentrismo y masturbación guitarrera y ampliando los elementos orquestales o de música clásica. Discos como «Metamorphosis» o «Trascendental sky guitar» son maravillas con las que uno puede disfrutar de este género, muy lejos de las habituales carreras por el mástil de ciertos guitarristas que se limitan a tocar una y otra vez las mismas escalas clásicas, y todo ello sin que se pierda complejidad técnica guitarrística.
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Pero como dije al principio, no tuvimos nada orquestal aunque el set-list fue excelente, y sí una experiencia sonora que me hace plantearme la posibilidad de volver en un futuro a esa sala. Los siete músicos (sí, siete) comenzaron con «All night long», a un volumen hiriente, la mayoría de instrumentos difuminados entre sí por una mezcla hecha con el culo y un nivel de la guitarra de Roth tan agudo y exagerado que llegaba a distorsionar, y no hablo de distorsión provocada por un ampli o un pedal, no. De hecho, he tenido que leer alguna que otra crónica para comprobar si tocó algunos temas que fui incapaz de distinguir.
La banda estaba formada por Piero Leparole a la voz, Niklas Turmann guitarra y coros, David Klosinski guitarra, Ule W. Ritgen bajo, Jaime Little a la batería y Corvin Bahn a los teclados. O sea, una banda tremenda.
El potente set-list fue el siguiente.
- All night long
- Loging for fire
- Crying days
- Sails of charon
- Yellow raven
- Sun in my hnad
- We’ll burn the sky
- In trance
- Fly to the rainbow
- I’ve got to be free
- Pictured life
- Match your train
- Dark lady
- All along the watchtower
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A medida que la noche fue avanzando, el sonido global comenzó a ser algo más equilibrado, pero solo algo. Es decir, empezaron a haber menos diferencias de nivel entre los distintos instrumentos pero aún así, el teclado fue inexistente (como inexistente la presencia de Bahn, al que sólo podía vérsele desde pocos puntos de la sala) y la guitarra del maestro excesivamente alta respecto al resto de sus compañeros. El volumen general siguió siendo demencial y la mezcla horrenda. No soy capaz de valorar la pericia del grupo puesto que fue imposible diferenciar, por ejemplo, las líneas que tocaban la pareja de guitarristas rítmicos (como mucho se podía distinguir lo que hacía el joven zurdo Klosinski cuando realizaba algún duelo con su «jefe»). Ni tampoco puedo entrar a valorar si Lapore (por cierto, ¿nadie le ve parecido a César Cadaval de Los Morancos?) desafinó o cantó como los ángeles. Al que sí le le puede valorar es a Uli Jon Roth, y en este sentido se puede decir que sigue siendo un gran maestro, que mezcla como nadie feeling y una gran técnica, que mantiene un estado de forma envidiable como si tuviera veinte años y que es un placer ver tan de cerca a sus famosas Sky Guitars.
Tampoco puedo decir nada de la entrega sobre el escenario del grupo: en no pocas ocasiones el cantante se vio obligado a esquivar y estar más centrado en el mástil de su compañero bajista, los dos guitarristas en pocas ocasiones se pudieron acercar para tocar juntos, y como he dicho, al teclista sólo se le veía desde unos puntos concretos de la sala. Los únicos que pudieron estar cómodos fueron el batería porque no necesita moverse y Uli, que pese a tener que colocarse en un lateral del escenario en vez de en el centro, sus compañeros le dieron un metro de espacio alrededor suyo que pocas veces traspasaban.
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Y hasta aquí llega la crónica porque no puedo hablar de lo que no me enteré. Esa sala y su incómoda distribución nunca debió convertirse en sala de conciertos y debería de dejarse exclusivamente como discoteca (de hecho en fin de semana así es). Pero si se usa como sala de conciertos debería de cuidarse algo más al oído del que paga la entrada. Podéis pensar que soy duro o exagerado, o que por ser técnico de sonido soy muy exigente, pero:
- Di varias vueltas por la pista durante el concierto y no había una puta zona que se salvara del desastre.
- Tengo el culo pelado de asistir a conciertos y sólo he escuchado algo así de malo en salas muy pequeñas que tienen equipos precarios y escaso presupuesto para mejorarlos.
- A nivel de volumen jamás he escuchado algo así en las salas mencionadas en el punto anterior.
- Y para terminar, nunca en mi larga experiencia como asistente he salido con malestar físico (más allá del cansancio provocado en el caso de que el concierto dure varias horas) provocado por el bombardeo hiriente de ciertas frecuencias a niveles inhumanos.
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Si alguien tiene algún tipo de filtro en los oídos que le permitió escuchar bien el concierto le felicito; para mi no fue más que una increíble mierda que arruinó la que podía haber sido una gran noche. Y me da igual si la culpa fue del técnico que trajera Uli, del equipo de la sala, de los instrumentos del grupo o de algún tipo de configuración cósmica, el resultado fue una auténtica tomadura de pelo.
Por lo menos me quedo con el grato recuerdo de haber conocido a los Stingers, una formación que vale mucho la pena. El resto… pues lo dicho, un asco.
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TEXTO Y FOTOS: Albert Sanz
Albert, creo recrdar que en una ocasión asistí a un concierto de mis quieridos Barón Rojo en esa sala, y ciertamente el sonido es malo. Pero no llegó a las cotas que estás comentando tu. Tienes perfecto derecho a comentar lo que has escrito, no más faltaría… Al menos me quedo tranquilo porque no me ha caído al suelo a alguien que tengo en un pedestal. Uli es un músico fabuloso y por lo que he podido leer es un gran ser humano, Un artista cojonudo y que no se cree lo más grande a pesar de ello. Su disco con las cuatro estaciones de Vivaldi es de los mejores momentos que he vivido con la música. Dentro de lo malo me cuesta pensar que escuchar in trance con su guitarra sea negativo. Gracias por la crítica y a seguir con la honestidad.
En efecto, sí que parece un gran ser humano. Al menos no se le veía que fuera de divo en ningún momento, y además, no sé porqué, pero a corta distancia tiene una cara de buenazo tremenda, jeje.
No acabo de entender el comentario de «In trance», no hubo nada negativo en su interpretación ya que era al que mejor se le oía, demasiado, pero se le oía.
Y como siempre, gracias por tus comentarios y tu apoyo.
Con ese comentario daba apoyo a tu opinión en el sentido de que si escuchando temazos asi reparaste tanto en la mala calidad del sonido es que en efecto la cosa tuvo que ser grave.
Bueno, es que debido al deficiente sonido, fueron varios los temas en que difícil saber cuales eran, imagínate.