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Teniendo en cuenta la buena puntuación que le di al disco que ha supuesto el retorno de Jake E. Lee, estaba claro que no podía perderme su concierto —ni por supuesto nuestro compañero Iván Macías—. Lee ha estado mucho tiempo desaparecido y su estancia en la primera división del hard rock y el metal con Ozzy Osbourne y Badlands tampoco fue muy larga. Si a eso le añadimos las negativas críticas que ha tenido el nuevo disco, un precio de entradas algo elevado para la media y que Barcelona es desde hace tiempo la ciudad más impredecible para las promotoras, pues eso hizo que la Sala Mandra 1 con su capacidad cercana a las mil personas a pocos minutos de empezar el concierto estuviese prácticamente vacía.
No digo nada nuevo si critico la actitud e inmovilismo de los fans, que en su mayoría se cierran en ver lo mismo sin apoyar o dar oportunidad a las bandas nuevas (y no tan nuevas) que ejercen de teloneras. Luego son los mismos fans que se quejan de que no sale nada nuevo interesante y que todo es una repetición de viejos esquemas, cuando ni siquiera intentan ver quienes son los teloneros; es más divertido esperar en el bar de al lado cerveza en mano a que empiece el grupo principal.
Más o menos esto es lo que pasó esta ocasión. La actuación de los alemanes Dark Man Shadow debió tener una media de unos veinte espectadores. Triste, sí, porque se confirmaba lo dicho antes. De todas formas, y sin que sirva de precedente, durante los cuarenta minutos de actuación, quedó claro que los que se quedaron en los alrededores tomando algo se lo pasaron mejor que viendo a esta banda.
Dark Man Shadow practican un híbrido de trash metal, death metal, metal gótico y metal sinfónico. Temas con un tempo muy rápido basados en un repetitivo ritmo de doble bombo en los que en ocasiones se intercalan pasajes con teclados y voces pseudo operísticas a lo Tarja Turunen. Como os podéis imaginar, las caras de asombro entre los escasos asistentes eran dignas de ver. El público se dividía en tres sectores: fans de Ozzy, fans del hard rock y el metal ochentero y amantes de las virguerias a las seis cuerdas.
Por supuesto, los alemanes no tenían nada que ver con esto. El vocalista Thorsten Gerlach no es que tuviera un prodigio de voz, pero su tono rasgado cumplía la papeleta; sin embargo, como guitarrista era bastante limitado, limitándose a tocar power chords con sobredosis de distorsión. La bajista (cuyo nombre no he conseguido encontrar) sin ser una virtuosa ni hacer malabarismos, tocaba algo más que su compañero. El batería (ídem respecto a su nombre) sería muy rápido, pero de poco sirve la velocidad si no se es capaz de crear algo que no sea bombobombobombobombo-caja-bombobombobombobombo-caja-bombobombobombobombo a 180 bpm’s. Mención aparte para Samotha, segunda voz y teclados y a la que se veía como la mejor músico del grupo. Cuando la composición era más tranquila afloraba su voz y el acompañamiento de sintetizador y la cosa cambiaba sustancialmente.
No obstante, no fue sólo la propuesta inesperada y aburrida de los alemanes lo que hizo su actuación tan interminable, no, el sonido se encargó de destruir todo amago de disfrute. Ya sabemos que los teloneros sirven de último retoque a la mezcla antes de que aparezca la banda principal, pero lo de este concierto parecía estar hecho a propósito. Los protagonistas absolutos fueron la guitarra y el doble bombo. La caja de la batería (uno de los elementos indispensables para pillarle el ritmo a una canción) fue inexistente durante todo el concierto; la guitarra atronadora y escupiendo dolorosas frecuencias agudas; el teclado desaparecido a no ser que tocaran alguna balada; bajo y voz masculina apareciendo y desapareciendo por arte de magia, etc.
En fin, al escaso interés que tiene este grupo, la parte técnica no les ayudó para nada a que el público conectara con ellos.
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Y tras el consabido cambio de backline aparecieron los Jake E. Lee’s Red Dragon Cartel a escena. Tres fueron las sorpresas iniciales: que los fans se multiplicasen como setas (unos 200 aproximadamente, cifra muy escasa pero mucho mayor que la que tuvieron los teloneros), que comenzaran con «The ultimate sin» de Ozzy Osbourne y que Jake E. Lee se hubiese metido un chute de Red Bull para hacer un despliegue de energía desde el primer al último acorde de la noche.
La banda fue la misma que grabó el disco —invitados aparte—: Jake E. Lee a las guitarras, Ronnie Mancuso al bajo y coros, Darren James Smith a la voz y Jonas Fairley a la batería.
Como he comentado, comenzaron de manera fácil, apostando por el caballo ganador de Ozzy Osbourne, pero enseguida Jake y los suyos quisieron demostrar la confianza que tienen en su nuevo disco. Así que rápido atacaron con la magistral «Deceived» y la «blacksabbathiana» «War Machine». No obstante, las referencias al pasado fueron constantes por lo que tras estos dos corte nuevos, el hard rock clásico de Badlands se hizo presente con «High wire» y «Shine on».
Tras esta descarga clásica. la banda volvió a aportar un toque moderno con el contundente nu metal de “Shout it out”, con un Darren James Smith que a esas alturas ya se había hecho con el control del escenario, demostrando que tiene tablas como cantante y como frontman pese a que sus orígenes fueran como baterista en los míticos Harem Scarem.
«In a dream”, «Rumblin’ train» y «Sun red sun» de Badlands volvían a poner el toque clásico americano y con los que la actitud y complicidad de Jake con el público aumentaba, al comprobar el guitarrista cómo todo el mundo coreaba los estribillos de esta banda tan reivindicable.
La moderna y contundente «Feeder» del nuevo disco supuso el falso punto final al concierto; pero los bises no tardaron en llegar más que un minuto, puesto que la banda parecía tener ganas de marcha. La energética «Rock and roll rebel» y la poseedora de unas de las mejores líneas rítmicas de guitarra «Bark at the moon» (ambas de Ozzy Osbourne) pusieron el espectacular punto y final a un concierto justo de tiempo —apenas una hora y media— pero muy intenso.
Cabe decir que en «Rock and roll rebel» tuvimos un cambio en el grupo: Darren pasó a tocar la batería mientras que Jonas cantó no sólo con gran solvencia y carisma escénico, sino que además sacó a relucir un tono de voz muy similar al de Ozzy.
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Ya se sabe que no existe el set-list perfecto, pero si bien en esta ocasión todos los temas fueron muy disfrutables, Jake, sabedor del tipo de público que tiene, jugó a la carta segura de homenajear al pasado; por desgracia esto hizo que ciertos temas del nuevo disco fueran pasados por alto. Puedo comprender que dentro de la orientación clásica del concierto, composiciones del tipo «Big mouth» no encajaran, pero una balada como «Fall from the sky (Seagull)» o el maravilloso himno hard rockero que es «Redeem me» habrían podido tener cabida.
Respecto a la banda, la verdad es que fue también una sorpresa el gran nivel y compenetración de todos ellos.
Ronnie Mancuso se mantuvo sobrio y carente de todo carisma escénico, es verdad, pero por otra parte el tipo no falló ni una nota. Jonas Fairley a las baquetas mostró una gran versatilidad y contundencia, además de cantar de manera sorprendente el «Rock and roll rebel». Darren James Smith por su parte se fue creciendo a medida que avanzaba el show, e incluso se permitió imitar en gestos a Ozzy durante la interpretación de «Bark at the moon». Está claro que todos los presentes íbamos a ver al guitarrista, pero éste no lució en ningún momento de la función como la estrella, por lo que dejó el liderazgo a Darren, quien lo hizo a la perfección. En cuanto a Jake E. Lee, salí con sensaciones agriculces.
Su actitud fue de 10. No dejó de moverse ni un momento (haciendo muy difícil la labor de sacarle una foto decente), ni de agitar la cabeza, ni de sonreír al público. En serio, parecía un chaval de veinte años con sobredosis de energía. En otras crónicas he leído que estaba muy mal físicamente; ok, firmo por llegar a su edad con esa energía y esa pasión. En cuanto a asuntos guitarreros, aquí es donde está la parte agridulce. Rítmicamente ralló a un nivel altísimo, demostrando contundencia y versatilidad, lo cual es muy loable teniendo en cuenta la creatividad y dificultad de muchas de sus partes rítmicas, sin embargo, tengo que darle un suspenso a su desempeño solista.
Los solos de guitarra del último disco los clavó, algo lógico teniendo en cuenta que han sido compuestos hace un año y adecuados a su nivel actual, pero los pertenecientes a Ozzy y Badlands… El intento de tocar a la misma velocidad y precisión de antaño se redujo a un batiburrillo de notas fuera de sitio y escalas mal ejecutadas. Incluso en «Bark at the moon» prescindió de tocar el solo final. Una auténtica pena, puesto que no es tan viejo ni se le ve tan hecho polvo, habida cuenta de lo bien que ejecutaba las partes rítmicas, pero los solos eran un continuo quiero y no puedo. Tal vez durante todos los años que ha estado apartado del mundo de la música ha dejado de lado la parte técnica, porque muy poco quedaba del Jake E. Lee solista de los 80.
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Otro detalle negativo fue el sonido. No me refiero a la mezcla que fue muy superior a los Dark Man Shadow y permitió disfrutar del concierto, sino a la gran diferencia que tienen algunos temas en disco y a cómo sonaron en concierto. El disco debut de los Red Dragon Cartel tiene invitados de la talla de Rex Brown —Pantera y Down—, Scott Reeder —Kyuss—, Jeremy Spencer —Five Finger Death Punch— o Chris Howorth —In this Moment—, músicos provenientes de formaciones que practican un metal moderno y contundente, y cuyo sonido y equipo propios distan mucho del clasicismo de Ozzy o Badlands. Además, estos invitados tocan en el disco sobre composiciones de corte moderno y agresivo. Sin embargo, en el concierto teníamos a un señor Lee con su Carvin estilo Stratocaster, ampli Marshall y cabezal Peavey EVH, material de sobra para sacar un sonido rockero incendiario pero nada que ver con el nu metal o el stone rock que podemos escuchar en el álbum. «Deceived» es un corte de tipo clásico pero que contiene un estribillo realmente bestia, y fue salvado en cierta manera por el demoledor sonido del bajo de Mancuso. Sin embargo, «Feeder» y «Shout it out», pese al buen desempeño de todo el grupo (excepcional en el caso de Darren James Smith) sonaron flojas, sin la fuerza que tienen en estudio.
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He mencionado muchas cosas negativas: la elección de los teloneros, el precio de las entradas, el sonido, el nivel de Lee a la hora de encarar los solos, el set-list, la duración, etc. Pero todo y con ello, el show fue emocionante, la banda ralló a gran altura y se mostró muy compacta, descubrimos a un excelente frontman y Jake E. Lee actuaba como si tuviera veinte años y con ganas de gritar al mundo que ha vuelto para quedarse.
Confiemos en que no tarde otros quince años en editar un nuevo trabajo o volver a la carretera.
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TEXTO Y FOTOS: Albert Sanz
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