Asistimos una vez más a otro concierto dentro de un festival que se caracteriza en esta edición por ser más guitarrero de lo habitual. Rosendo se presentaba en un lugar atípico a presentarnos su último álbum de estudio «A veces cuesta llegar al estibillo». Digo lo de atípico porque su propuesta de rock urbano, combativo, denunciante y callejero contrastaba enormemente con la belleza y majestuosidad del Palau de la Música Catalana. De hecho, parte de la audiencia que esperaba a la entrada con su correspondiente cerveza en la mano, manifestaba sus opiniones que se pueden centrar en un expresivo «Jo, ¿y tenemos que ver al Rosendo sentados? Menudo palo, ¿no?». De todas formas, Rosendo no venía en gira propia sino invitado por el 22 Festival de Guitarra de Barcelona, y los conciertos grandes siempre se realizan en el Palau, o sea, que es lo que toca. Pero bueno, no está mal que el rock más genuino entre de una vez en esos santuarios de la cultura más elitista.
Cuando tomamos asientos, ya vimos que algo iba a pasar. La gente llenó a tope el Palau. Aficionados al rock duro y al metal de más de cuarenta. Mucha greña y mucha calva y ganas de fiesta. La compostura duró apenas media hora y la gente, primero tímidamente y luego con más asiduidad empezó a levantarse de sus asientos. A mitad de concierto una fila de asistentes en pie ya llenaba el espacio entre la primera fila y el escenario, ¡cómo debe de ser!
Rosendo, consciente del evento en el que estaba, comenzó más guitarrero de lo habitual en él (y mira que ya lo es) con un pequeño medley, consistente en la instrumental «Yo me largo» de la B.S.O. de la película «Dame algo» y «Ni gozo ni calvario» de su último disco. A continuación vino «Deja que les diga que no» y el Palau ya estaba rendido a sus pies. Pese a que podíamos esperar que el grueso del concierto girara en torno a «A veces cuesta llegar al estibillo», tan sólo «Ni gozo ni calvario», «Mala tiña», «Tu que yo que» y «Amaina tempestad» representaron dicho álbum. El resto fue un interesante repaso a lo más conocido de su discografía, ignorando las baladas y los temas acústicos y centrándose en el rock con más garra de tintes blueseros. Tan sólo «Del pulmón» y «El alma se colma», con curiosos matices de reggae y rock latino, concedieron un poco de descanso a un enfervorecido público que no dejaba de menearse en sus butacas haciendo «air guitar». Por supuesto, también hubo el obligado apartado para el recuerdo de Leño con «El tren» y «Maneras de vivir». Un animado «Borrachuzos» finalizaba casi dos horas de concierto con dos salidas para hacer bises ante la insistencia del público.
El guitarrista madrileño lideraba una banda en formato de power trio (como siempre), formada por él mismo, Mariano Montero a la batería y Rafa Vegas al bajo. Si hablamos de cada uno por separado hay que destacar el buen hacer de todos pero la escasa compenetración entre ellos mismos. Rosendo no es un virtuoso ni un gran cantante, pero todo ese cúmulo de defectos logran que sea un tipo carismático y su música tan agradable de escuchar. Su característica forma de tocar sin púa pero colocando las manos como si la usara (nada que ver con la tradicional posición de mano derecha del clásico o el fingerpicking), sus bendings tan afinados y sus hirientes armónicos pinchados, en la más pura tradición de Billy Gibbons, logran se le puede considerar como un guitar hero. Como cantante, sí, su voz es cazallera a más no poder pero a Lemmy de los Motörhead no la ido tan mal. Rafa Vegas, con su Fender de cinco cuerdas, tenia un sonido contundente (amplificado por la acústica del recinto y la no muy buena mezcla del concierto) y además, una extraña elegancia en su porte y su vestimenta que curiosamente, encajaba con el local. Mariano Montero, por su parte, tocaba con una potente pegada, un doble bombo rapídisimo (en las escasas ocasiones que hizo gala de ello) y una gran versatilidad.
El problema que he comentado antes, fue la escasa interacción entre los propios músicos. Si bien tanto Vegas como Rosendo se movían por el escenario y se acercaban al público, no había prácticamente comunicación entre ninguno de los tres. Pese a todo, sonaron como auténticas máquinas de precisión.
La mezcla no fue del todo buena tal y como estamos acostumbrados a oir en el Palau. Tanto la guitarra como la voz sonaban un tanto lejanas, con demasiado eco. Si la acústica del lugar -pensada para orquestas sin amplificación- ya provee de una excelente reverb natural, no era necesario aplicar los mismos conceptos de ecualización de rock y metal en salas normales a este recinto. No obstante, no fue un desastre ni mucho menos. Se escuchó bien, pero en el Palau estamos acostumbrados a la excelencia. Sobre el sonido de Rosendo, también fue curioso observar las diferencias entre sus rítmicas y sus solos. No es que fueran exageradas, más bien sutiles, un poco de reverb y delay, un preset de distorsión diferente, etc. Pero lo curioso era que el escenario estaba totalmente despejado de pedales y monitores (todos llevaba auriculares), y que el sonido para los solos o rítmicas era cambiado directamente desde la mesa. De esta manera el guitarrista se preocupaba directamente en tocar y punto (pero vaya, que no deja de ser raro).
El set-list al completo fue este:
- Yo me largo + Ni gozo ni calvario
- Deja que les diga que no
- Voluntad pasiva
- Sire
- Por meter entre mis cosas
- Mala tiña
- Tu que, yo que
- ¿De qué vas?
- A moco tendido
- Del pulmón
- Amaina tempestad
- A veces cuesta…
- El alma se colma
- No son gigantes
- Y dale
- Flojos de pantalón
- El Tren
- El ganador
- Pan de higo
- Masculino singular
- Agradecido
- Maneras de vivir
- Navegando a muerte
- Borrachuzos
Rosendo pertenece a esa estirpe de músicos o bandas como AC/DC o Status Quo, que parece que solo tengan un disco de más de cien canciones. Suenan siempre iguales y no innovan casi nunca. Pero mientras hay algunos que han perdido el feeling y la frescura de antaño, los tres mencionados siguen aportando carisma y buen rollo a sus discos a y los directos. Esta es una de las causas por la que la «parroquia» de Rosendo es tan fiel, y él corresponde a esa fidelidad dándolo todo en los escenarios. El concierto fue una muestra actitud rockera en estado puro, y que confirma está en plena forma pese a la edad. Por tanto, lo bueno es que tenemos a Rosendo para rato.
Como dicen Sus Satánicas Majestades… «it’s only rock and roll (but i like it)». ¡Y qué dure por muchos años!
Para finalizar, los bonustracks de rigor: unos cuantos videotubes y unos temitas grabados en exclusiva por Guitar Xperience para vuestro deleite.
PD: Las fotos que ilustran el artículo realizadas en el mismo concierto, han sido extraidas de la web GKGRock, página de visita obligada pinchando aquí.
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