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Crítica: Jorge Salán «Sexto asalto»

(Pasamos la tradicional crítica de los viernes al lunes y damos así comienzo a una semana dedicada a la figura de Jorge Salán, nuestro guitarrista más internacional y un músico que pese a su juventud, ya se ha hecho un nombre entre la élite del rock y el metal español. Hoy os traemos una crítica a su nuevo trabajo, el miércoles subiremos el podcast del progama que vamos a realizar de aquí a unas horas centrado en la entrevista que le hicimos en diciembre, el viernes subiremos la entrevista transcrita y por último, el fin de semana la sección Weekend Videos le tendrá a él como único protagonista.)

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  • Artista:  Jorge Salán
  • Sello:     Pagana Records / Warner Music Spain
  • Año:       2.011
  • Estilo:    Heavy metal, hard rock, A.O.R., funk
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CALIFICACIÓN TÉCNICA

  • Nivel de técnica: 7/10
  • Velocidad: 8/10
  • Variedad de fraseo, recursos y técnicas: 8/10
  • Nivel de coñazo virtuosístico: 0/-10
  • Nivel resto de músicos: 8/10
  • Calidad producción (equilibrio en la mezcla, masterización, etc.): 8,5/10
  • Calidad presentación (carátula, libreto, etc…): 8/10
  • PUNTUACIÓN: 7/10

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CALIFICACIÓN MUSICAL

  • Calidad musical: 8/10
  • Nivel de feeling: 10/10
  • Posibilidad de escucharlo de un tirón: 10/10
  • Ganas de hacer “headbanging”: 7/10
  • PUNTUACIÓN: 8,75/10
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PUNTUACIÓN TOTAL: 7,9/10

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    Jorge Salán ha vuelto y lo ha hecho con el que es el mejor disco de su carrera, o al menos eso dice él. Desde luego es un álbum muy personal y en cual ha querido alejarse del personaje de shredder metalero que él mismo había construido. Personaje con el cual estábamos encantados, todo sea dicho. Cuando la mayoría de guitarristas de rock instrumental soñaban (y sueñan) con lograr componer canciones que emocionen por contener pirotecnia y melodía a partes iguales, y muchos no lo consiguen, aparece un criajo quinceañero que graba una maqueta casera y desbanca a un montón de vacas sagradas con sólo tres canciones. Varios discos después, Jorge Salán ya estaba en boca de todo el mundo codeándose en las listas de los medios y los aficionados a este género.

    Pero a Jorge todo este rollo de héroe de la guitarra parece que se le quedaba  pequeño, o al menos tenía más inquietudes que las de romperse la mano tocando el solo más extremo posible, por lo que “Chronicles of an evolution”y “Suburbano” ya indicaron el camino que iba seguir. Y el notorio cambio de rumbo de “Estatuas en la calle”, con una concepción vocal en castellano del heavy rock llega a su conclusión en este “Sexto asalto”. ¿Ha matado Jorge Salán a su shredder interior? Vamos a descubrirlo.

 

1.- Depredador. Unas contundentes guitarras y diversos cambios de ritmo aparecen a lo largo de todo el tema. Sorprende ya desde un primer comienzo la mejoría vocal de Jorge, con una expresividad más dura de lo acostumbrado, en especial en el estribillo. Resulta también muy interesante el solo de guitarra, que aunque breve, tiene un aire de lo más siniestro. Un comienzo muy heavy para el disco.

2.- Mar de cristal. Iniciamos el segundo corte con un riff de guitarra combinado con otro de violín de Roberto Jabonero que nos recuerda al Salán por todos conocidos. El estribillo combina una letra interesante junto a un ritmo pegadizo ideal para hacer headbanging. El solo de guitarra muestra la influencia ejercida por Gary Moore en Jorge con un dominio de la púa y del palm muting que quita el hipo. Uno de los mejores temas del disco gracias a los toques de violín y a su aire tan americano.

3.- Tocar tierra.El primer single del disco comienza con un riff de cuerdas al aire tan sencillo como atractivo. El tema intercala pasajes a diferentes tempos siempre en una onda rockera, pero hay algunos de ellos con ciertos matices de fusión en los que tanto Mainer, como Brenes y Salán deben de haber sufrido de lo lindo en su grabación debido a la notable dificultad  que tiene.

4.- Aprendiendo a perder. Otro tema que recuerda muchísimo al Salán de discos anteriores, y que por su aire entre hard rock y A.O.R. quizás sonaría mejor en inglés. De nuevo la letra nos muestra a su autor cantándola de una manera sobresaliente, pese a la dificultad en cuanto a técnica y expresividad que tiene. Una línea vocal que combinada con la de guitarra dan lugar a un tema que será muy difícil de defender en directo.

5.- Trainspotting. Curioso nombre pese a que la letra no tenga nada que ver con la gamberra película de Danny Boyle. Una canción que pese a su rápido tempo en los estribillos tiene espíritu de balada, tanto por la melodía vocal como los riffs de guitarra. La influencia que su “jefe” Jeff Scott Soto ejerce sobre él se manifiesta por primera vez en este tema, que parece haber sido compuesto por el americano. Tenemos además dos solos de guitarra, uno pentatónico y bluesero con notable sabor yanqui y un segundo -en la parte final- donde muestra toda su pirotecnia a lo shred moderno con toneladas de tapping. 

6.- Reflejos del ayer. De nuevo sorprende la mejoría vocal ya desde la primera frase. Tenemos también a lo largo de toda su duración melodías A.O.R. con unas guitarras casi nu metaleras, que parecen haber sido tocadas con guitarras de siete cuerdas. La sección del solo parece haber sido tocado en unos compases por Tony MacAlpine y en otros por Steve Vai, y además dicha guitarra es arropada por unas rítmicas muy oscuras y salvajes. El contraste con la sección que viene tras el solo es enorme: unos segundos de A.O.R. acústico con unas melodiosas voces para dar paso una vez más al estribillo. Una canción de las que no entran la primera vez, pero que sin duda es de las más complejas en cuanto a composición de todo el disco (sino la que más).

7.- Cero 16. La balada del disco posee una letra de lo más triste y dramática. No obstante el estribillo, dentro de su melancolía invita a la esperanza. Una canción muy tópica en sus formas: guitarras acústicas, violines y chelos como apoyo sensiblero, desarrollo in crescendo y sección final con distorsión cañera. Una balada con continua sensación de déjà vu, aunque… ¿importa eso con lo bonita que es?

 8.- Depresión. Una guitarra de lo más funky invita a bailar, aunque se trata de un comienzo engañoso, puesto que enseguida entra todo el grupo en modo rockero arropando la línea de teclados de Javi Díez, quien también ha compuesto la letra y la música. Al ser la única canción inédita del álbum no compuesta por Jorge (también tenemos la versión de El Último de la Fila) se nota la diferencia de estilo respecto al resto del disco. No es que sea un mal tema ni desentone mucho, pero tiene tanto en riffs como en líneas vocales un aire a pop rock español de toda la vida que ni las guitarras ni los teclados consiguen ocultar.

9.-  La lluvia quedó atrás. El chico se nos pone bluesero en otro tema tan americano que pide a gritos ser cantado en inglés. Una intro con bottleneck y un bonito delay que contribuye a darle un aire sureño. Luego entran guitarras, armónicas y una melodía como he dicho antes, de lo más americana. Edu Brenes está especialmente cañero a la batería. Mil y una influencias de clásicos del rock se dan cita en este tema, desde Lynyrd Skynyrd hasta Whitesnake. Maravilloso.

10.- Agotamiento. Un comienzo de lo más curioso puesto que tenemos bajo y teclados haciendo una linea electrónica, una guitarra funky limpia y en versión distorsionada y un sencillo lick con bottleneck. Tenemos luego una letra extraña con una chuleria en la manera de cantar de Jorge inédita, unos segmentos hablados en inglés por Doug MacQuillen, unos puentes antes de los estribillos de lo más enigmáticos con Patricia Tapia chillando y un enorme solo fusionero en el que Jorge saca a relucir gran parte de sus recursos guitarrísticos. Y encima el tema acaba de golpe. Una canción de lo más rara. Rara pero atractiva. 

 11.- Sinfonía subterránea.  Quizás suene a sacrilegío si digo que este es el mejor corte del disco, pero es que a veces mi pasión por el funky y el jazz me puede. Además,

  • Una letra escrita por Carlos Tarque de M-Clan y que empieza así “Las niñas buenas se han dormido ya / Sueñan con fuego y con sables” mola mucho si eres un pervertido como yo y siempre piensas mal.
  • El riff está “ligeramente” inspirado en el “Billy Jean” de Michael Jackson grabado en su día por Steve Lukather.
  • El puente y el estribillo son magistrales a nivel de composición funky.
  • Jorge no toca ningún solo, a no ser que tomemos como tal lo que hace del 0:13 al 0:16 (¡puro jazz!) o del 1:17 al 1:22 (marcianada con armonizador a lo Vai).
  • Tenemos dos solos de saxo a cargo de Rubén Morán muy jazzísticos.

    Ya digo, no sé si será el mejor corte del disco, pero está tan bien hecho que invita a bailar sin parar como si escucharamos a Kool & the Gang, Earth, Wind & Fire o Jamiroquai.

12.- Dulces sueños. Último tema y tal como dice Salán, tan diferente del resto que junto con el anterior ha decidido incluirlos al final. Versión del clásico del pop español de El Último de la Fila aparecido en el 86 en el exitoso “Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana”. Sorprende la inclusión de esta versión, pero todo sea dicho, el tema original era bastante rockero para provenir de dicha formación. Muy buena adaptación al lenguaje de nuestro protagonista pero sin perder la esencia del original. Vamos, como debería ser toda versión. Excelente fin de fiesta.

 

    Como ya hemos comentado al principio, la orientación del disco es 100 % vocal. En cierta manera hemos perdido al guitar hero, pero también hemos ganado a un cantautor de lo más interesante (es muy difícil destacar una letra sobre otra, aunque la de «Cero 16» es especialmente emotiva), y esto ha hecho evolucionar su música. Sí que hay temas muy reconocibles del estilo del Salán pre-“Suburbano”, como los que contienen líneas de guitarra y violín simultáneas, deudoras del Gary Moore más celta, pero la mayoría muestran a un nuevo Salán sólo un poco influenciado por Jeff Scott Soto y nada por Mägo de Oz, o al menos sabe disimularlo bien. Esto, si bien debería ser sorprendente, no lo es tanto para los que seguimos su carrera desde sus inicios. Siempre ha demostrado tener muy claro lo que quiere, y sobretodo, tener conocimientos de armonía y composición de sobra como para plasmar en una grabación lo que anda por su mente. No obstante, no se puede decir que no hayan momentos de guitarra excitantes ya que algunos solos son memorables, tocados al más alto nivel pero más breves de lo que nos gustaría escuchar. Es por eso que en el apartado técnico le hemos dado una nota más baja de lo esperado, ya que no es por lo que sabemos que puede hacer, sino por lo que le hemos escuchado hacer en esta grabación.

    En cuanto a asuntos de la grabación en sí, toda la producción ha corrido a cargo de él mismo, encargándose de la mezcla de baterías Alberto Seara y del resto de instrumentos él también y Pepe del Pozo, excepto la versión de El Último de la Fila que ha sido integramente mezclada por… sí, por él otra vez. Para finalizar, la masterización ha corrido a cargo de Nick Litwin en Mastering Mansion de Madrid. O sea, que no sólo se encarga de tocar y cantar sino que además ha llevado toda la producción y una gran parte de las mezclas. Por cierto, mencionamos todo el rato su nivel guitarrero, ¿pero qué hay de la voz? Bueno, las voces suenan espectaculares, claras, nítidas, con detalle y matices. Toda una maravilla de la mezcla al servicio de un instrumento. Estooo, la pregunta no era sobre ecualizaciones y compresiones, ¿verdad? Bien, la mejoría ha sido notable pero no espectacular. En la crítica de “Estatuas en la calle” ya lo comentamos: que poseía un timbre de voz bonito, dulce y agradable pero que le faltaba punch. No tenía la garra suficiente como para cantar en un registro de hard rock y metal. La cuestión es que creemos que todavía le falta mejorar en este aspecto. No se trata ahora de soltar agudos a lo Joe Lynn Turner o rasgar la voz y ponerse en modo “permanentemente enfadado” como Burton C. Bell o Max Cavalera, pero sí de sacar esa fuerza que este estilo demanda. La evolución en este sentido es notoria, y entre las clases particulares que nos comentó que recibe y el trabajo junto a un mago de la voz como es Jeff Scott Soto, seguro que de aquí a un par de álbums como mucho tendremos a un Salán tan buen cantante como guitarrista.

    Para ir acabando, no se puede dejar de mencionar a los distintos colaboradores: desde Fernando Mainer al bajo, Carlos Expósito y Edu Brenes a la batería, Javi Díez a los teclados, o el reconocible violín de Roberto Jabonero entre otros, han contribuido con su estilo y un nivel altísimo a lograr este trabajo tan redondo. Hay un dicho que afirma que “tras todo hombre hay una gran mujer”, y no hay duda de que tras todo rockero hay una gran banda.

    En conclusión, echamos de menos al guitar hero que era Jorge Salán, ya que en un género tan proclive a la automasturbación, la pretenciosidad y el suplicio de tener que escuchar canciones consitentes en sweeps tras sweeps, gozar de alguien con el talento para componer obras que pudieran contentar tanto a amantes como a detractores del shred instrumental moderno, es algo tan poco usual como maravilloso. De todas formas, también es cierto que vivir del hard rock y el metal en España es muy difícil, imaginaros hacerlo de los mismos géneros en versión instrumental. Está claro que comercialmente hablando, es mucho más vendible una cosa que la otra, aunque sin duda, para Jorge el cambio de registro no responde a una jugada comercial (sino aún seguiría en Mägo de Oz) sino a sus inquietudes musicales y ganas de evolucionar: por tanto, preferencias aparte, este “Sexto asalto” es un gran trabajo y con toda probabilidad uno de los mejores de 2.011.

     

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