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Os traemos hoy una nueva crónica de este excelente 44 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona. En esta ocasión el grupo Kejaleo fue el invitado al citado festival, pero no podíamos esperarnos el tremendo éxito de su propuesta. Y es que estamos hablando de una formación que apenas tienen unos conciertos realizados y no han lanzado disco alguno al mercado; sin embargo, eso no fue impedimento para que la barcelonesa sala Luz de Gas luciera un lleno absoluto, hasta el punto de aunque se habilitaron sillas en los laterales de la barra hasta casi la entrada, mucha gente tuvo que ver el concierto de pie.
Ciertamente Luz de Gas no es una sala excesivamente grande, pero teniendo en cuenta que cada vez es más raro ver llenos en salas de esta ciudad y lo comentado antes, se hace extraño el éxito de este concierto.
Supongo que la clave debe de estar en los músicos que forman Kejaleo, y es que podríamos afirmar que estamos ante un «supergrupo»; concepto más bien asociado al mundo del heavy metal pero que bien podría aplicársele. Kejaleo están liderados por un trío formado por Cristo Fontecilla —ex hard rockero y metalero guitarrista que dirigió sus pasos hacia el jazz y que atesora un bagaje de más de 3.000 conciertos realizados y 80 discos grabados a sus espaldas—, Diego Cortés (uno de los guitarristas flamencos más conocidos, fundador de la importante banda Jaleo, colaborador de artistas tan dispares como Paco de Lucía, Mike Olfield y Albert Pla, y que pese a ser de la escuela clásica no le hace ascos a ninguna fusión (sólo hay que ver su guitarra)) y Xavi Turull (todo un estudioso de la percusión en cualquier estilo y fundador de los célebres e inclasificables Ojos de Brujo). Si a estos tres elementos les unimos el brillante virtuosismo y capacidad de adaptación del baterista Roger Blàvia (indispensable para cualquier artista que quiera dar caché y prestigio a sus discos), el toque funky y fusionero del bajista Jordi Franco y la emotiva voz de la cantante Rosalía Vila (capaz de pasar del flamenco al soul sin despeinarse ni dejar de poner la piel de gallina al público), podemos entender que tanto público fuera atraído a este concierto sólo por una cosa: calidad. Y esto da a entender que aún queda público inteligente capaz de discernir entre musicalidad y apariencia.
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Con los consabidos diez minutos de retraso (por aquello de crear expectación y porque en verdad, no dejaba de entrar gente a la sala) apareció la formación en escena. Ya de entrada llamó la atención la tapa con led’s azules situada en la boca de la guitarra de Diego Cortés, que se asemejaba al círculo luminoso de Iron Man. Nada más empezar, Xavi Turull agradeció a la promotora The Project por haberles invitado al festival, teniendo en cuenta que «Alaire» -su disco- no saldrá hasta marzo.
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La banda comenzó con el tema «Amalgama», composición antigua del percusionista y la mejor muestra para que los asistentes supiéramos qué íbamos a ver: flamenco, jazz, algo de rock progresivo, un nivel técnico tremendo, solos de casi todos los miembros y unas composiciones en extremo complejas pero sin la sensación de «taladro en la cabeza».
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Sólo con este tema el público ya estaba del todo embrujado. A partir de ahí de fueron cayendo temas compuestos por Cristo, Diego o Xavi, con nombres como «Solidere», «Al filo de la navaja», «La puerta» o «Pañuelitos». Algunos otros no tienen nombre todavía pero no por ellos suenan inacabados.
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Realmente es muy difícil elegir a uno de los miembros sobre otro o decir que tal o cual estuvo mejor. En la propuesta de Kejaleo nadie brilla más que nadie pero todos destacan y mucho. Es evidente que nosotros íbamos sobretodo a fijarnos en la pareja de guitarristas, tan opuestos en técnica y ejecución como complementarios en musicalidad, pero era imposible no fijarse también en la sección rítimica, con una percusión y una batería realizando ritmos imposibles, dando la sensación de improvisación continua y que sin embargo hacía fluir el tema. Y en medio, el bajo de Franco uniendo y dando cohesión a las líneas de Blàvia y Turull.
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Rosalía Vila, por su parte permaneció en un segundo plano sentada al lado del maestro de la guitarra flamenca (curiosa disposición, puesto que Franco, Blàvia y Fontecilla estaban juntos al otro lado, en una suerte de flamencos vs. jazzeros) y en los momentos en los que se levantó para cantar delante del escenario se le vio cierta timidez escénica; algo que sólo la experiencia puede curar pero que no fue óbice para que nos deslumbrara con su bella voz. Una voz flamenca y apasionada, pero sin llegar al cante jondo o a otros estilos que los detractores del flamenco no aguantan. Una voz con personalidad y un bonito timbre y que además, como vimos en algunos momentos, puede pasar al pop y el soul más anglosajón sin perder por ello matices ni expresividad.
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En cuanto a temas técnicos, el sonido fue excelente aunque en esta ocasión no excepcional como acostumbra a ser el de esta sala. Todo el conjunto sonaba con exceso de brillo y la voz de Vila dentro de la mezcla estaba un poco escondida, lo cual contrastaba con la gran nitidez y diferenciación entre los elementos de la percusión de Turull y la batería de Blàvia, que lejos de confundirse se diferenciaban totalmente. No obstante, el sonido fue como he dicho excelente y superior al del 75 % de conciertos que puedan escucharse en Barcelona.
Siguiendo con temas técnicos, habría que pegarle un tirón de orejas al técnico de luces. Si bien la coreografía de luces estuvo muy cuidada y parecía ser un instrumento más en el concierto, unos focos situados en la parte de atrás del todo en ocasiones apuntaban al público con una luz blanca y cegadora. Lo que solían ser unos segundos de molestias, se transformaron en unos tres minutos de suplicio durante un solo de Diego Cortés, con la evidente molestia para los asistentes que usaban sus manos o el programa del festival a modo de sombrilla (yo fui más práctico y me puse las gafas de sol, aunque manda huevos que ni con esas la luz dejaba de ser molesta). Una vez finalizado el solo de guitarra las luces volvieron a apuntar al techo y bastante gente aplaudió, pero no al guitarrista, sino al técnico de luces a modo de reproche. Curiosamente esas luces no volvieron a apuntar para adelante en ningún otro momento del concierto.
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Kejaleo es una formación que gustará a aficionados a las propuestas de Michel Camilo & Tomatito, Dave Holland & Pepe Habichuela (leer crónica aquí) o Josemi Carmona (leer crónica aquí). Todos ellos unen flamenco y jazz y realizan unas composiciones complejas y exigentes de llevar al directo; pero Kejaleo aportan dos elementos que no se ven en los artistas mencionados, sin menospreciarlos en absoluto: una mayor apertura de miras musical, añadiendo elementos de rock progresivo, ritmos latinos y funkys y sonoridades hindúes y orientales, y una enorme diversión sobre el escenario que se traduce en diversión para el espectador, alejándose por tanto de propuestas tan buenas musicalmente pero más serias, formales y académicas en su presentación.
Concluyendo: ¡sacad el disco de una puta vez, coño!
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TEXTO Y FOTOS: Albert Sanz
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