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Una vez más, el veterano maestro de las seis cuerdas ha visitado nuestro país, y por supuesto en su actuación barcelonesa este programa no podía faltar. La sala BARTS acogió dicho concierto que ha estado integrado dentro del festival Grec, uno los más emblemáticos que se realizan en esta ciudad.
No sólo la presentación en vivo de su último trabajo «The unstoppable momentum» (leer la crítica de Iván Macías aquí) era el único motivo para volverlo a ver: la presencia de las dos terceras partes de The Aristocrats —Marco Minnemann y Bryan Beller— en la banda de Satch era una razón de peso para no perdérselo. Dos músicos de extraordinario virtuosismo, elevada expresividad con sus instrumentos, simpatía y comunicación continua con el público (más en el caso de Marco) y amistad y complicidad por formar parte de la banda mencionada, hacen que tenerlos en cualquier proyecto sea una garantía de éxito. Si a eso añadimos la presencia a los teclados, guitarra rítmica y también solista del prestigioso Mike Keneally —Frank Zappa, Steve Vai, etc.— y una ubicación dotada de glamour y una excelente acústica, era difícil que el concierto no obtuviera una alta calificación.
Sin embargo, también pesa el hecho de que Satriani a nivel solista hace años que alcanzó su techo y no ha evolucionado, haciendo que en este apartado se haya vuelto previsible, que los años no pasan en balde y las manos ya no pueden tocar tan rápido, y que su último disco es de escucha agradable pero con melodías un tanto simplonas, lo cual podría traducirse en un posible fiasco. Pero no, reitero lo dicho, el concierto fue tremendo.
Pero la velada tuvo a un primer protagonista en forma de power trio: Oli Brown & Raven Eye nos ofrecieron desde Inglaterra una ración de blues rock crudo y contundente, con toques de psicodelia y stone rock, que por momentos recordaba a Jimi Hendrix y Neil Young.
La formación sólo lleva desde 2.008 en activo, pero ya han grabado cuatro álbumes, en 2.010 ganó los premios a «Mejor cantante masculino» y «Mejor artista joven» en los prestigiosos British Blues Awards, y en 2.012 repitió en el mismo certamen ganando los premios a «Mejor banda» y «Mejor álbum» por «Heads I win, tails you lose», además de ser nominado a «Mejor guitarrista» y de nuevo a «Mejor cantante masculino» y «Mejor artista joven».
El concierto, de unos cuarenta minutos, sirvió para dar a conocer su reciente “Songs from the road” en nuestro país. Si bien su propuesta difería enormemente del hard rock elegante, virtuoso y pirotécnico del maestro Satriani, la intensidad, buen rollo y energía que desprendieron hizo que la gente se lo pasara en grande, y que viésemos que estamos ante una banda joven pero con tablas en el escenario y a la cual tendremos que seguir en el futuro.
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Y tras el cambio de backline, apareció la banda principal. El inicio del show se realizó con la potente «Jumpin ‘in» del último disco para empalmar con una grata sorpresa: «Devil’s slide» del polémico «Engines of creation», en el cual Satriani, con la coautoría de Eric Caudieux (pese a que el disco por razones de marketing apareció como de Joe Satriani a secas) el californiano se introdujo de pleno en la música electrónica.
Tras este comienzo pasamos al primero de los clásicos que no pueden faltar en sus conciertos: «Flying in a blue dream». Por cierto, hay que destacar que a partir de «Devil’s slide» comenzaría a funcionar la pantalla de cine que abarcaba toda la pared trasera del escenario. En este tema en concreto aparecieron unas luces psicodélicas que iban a juego con la música, mientras que para «Flying in a blue dream» parecía que estuviéramos navegando por un mar terrestre. Lástima que no se aprovechara más y no pudiéramos disfrutar de este espectáculo multimedia en todas las canciones.
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Durante todo el show hicimos saltos del presente al pasado, alternando temas recientes con otros más clásicos. Así pues, por parejas, pudimos escuchar estos saltos temporales con «The weight of the world» y «Ice 9», o «A door into summer» y «Satch boogie». La norma de las parejas se rompió al tocar «Shine on american dreamer» y «Three sheets to the wind» seguidas de «Cryin'».
Después del solo de batería del alemán (tremendo, como siempre), llegarían «Time machine», «The crush of love», «Always with me, always with you» y «Surfing with the alien».
Tras este hat trick de clásicos, vendría el falso final y los bises, con el interactivo «Crowd chant» y el buenrollista «Summer song».
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Lo cierto es que este concierto lo disfruté muchísimo. La banda está formada por unos músicos a los cuales respecto enormemente, y que demostraron estar muy conjuntados; Mike Keneally gozó de varios momentos de protagonismo solista con su guitarra, algo que hasta el momento era imposible de ver en un concierto de este protagonista; Bryan Beller demostró ser un todoterreno versátil y maestro del groove; y por su parte, Marco Minnemann, debido a tener que tocar unos temas más simples que los imposibles ritmos progresivos de The Aristocrats, se permitía añadir florituras que no estaban en los discos y disfrutar del concierto casi como si fuera un espectador.
En cuanto al jefe del asunto, ya he criticado en más de una ocasión su estancamiento como solista y el bajón que pegó como compositor en la última década (pese a que sus dos últimos discos han supuesto un subidón composicional). En esta ocasión no hubo sorpresas y siguió siendo igual de previsible a la hora de encarar los solos. Sin embargo, más que nunca, sobresalió su expresividad, que en esta ocasión sólo puede tacharse de extraordinaria. El sonido del concierto fue excelente, a excepción de la guitarra de Satch que sonó demasiado fuerte en comparación con el resto de pistas. Y además, hasta la fecha no le había visto tocar en directo con tal cantidad de ganancia. Y aún así, lo que en el caso de otros guitarristas habría sido un ruido continuo, aquí asistimos a una perfección sonora alucinante: cada nota tocada a la perfección, matizando, expresando lo que quería expresar, derrochando sentimientos… el feeling personificado y expresado a través de unas cuantas Ibanez Joe Satriani Signature, entre las que habría que destacar la que lleva los colores de la banda Chickenfoot, demostrando de esa manera que el citado supergrupo tendrá continuidad.
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En cuanto a temas técnicos, ya he mencionado lo del sonido. La iluminación fue excelente y muy trabajada, a excepción del telonero, el cual se vio iluminado en todo momento por luces azules (luces rojas y azules, la jodida última tendencia en conciertos en Barcelona, y la mayor putada que se le puede hacer a un fotógrafo). El espectáculo de la pantalla de cine fue excelente, con imágenes que combinaban a la perfección con las melodías. Destacaría en este sentido el tema «Cryin'», con un fondo espacial la mar de hermoso. Pero se echó en falta no disfrutar en todos los temas de estas proyecciones.
Y por último comentar el set-list. Es evidente que el grueso se base en el último disco, que para eso está en la gira de presentación, pero teniendo en cuenta la gran cantidad de temas geniales que hay en su discografía, ya cansa escuchar una y otra vez el «Always with me, always with you» o «Surfing with the alien» —vale, ésta última no la tocó en la anterior gira—. Con todos esos temas geniales que nunca ha tocado en directo podría hacer sin problemas dos giras mundiales.
Resumiendo, con todos los peros, pudimos ver al mejor Satriani de los últimos tiempos y demostrando que aún le queda cuerda para rato.
Gracias maestro.
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TEXTO Y FOTOS: Albert Sanz
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