El antiguo festival de guitarra de Barcelona vivió su noche más progresiva y experimental, con un derroche de creatividad a cargo del ex King Crimson, Adrian Belew.
Su nueva visita a Barcelona sirvió para dar a conocer a una interesante formación francesa de rock progresivo y post rock: LizZard.
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Seis años hemos tenido que esperar a que el bueno de Adrian Belew nos visite de nuevo —crónica de su anterior concierto en este enlace—, y como se suele decir, ha valido la pena aunque el listón lo dejó muy alto; en especial porque nos dio a conocer no sólo a una talentosa bajista como es Julie Slick —crítica de su primer disco aquí—, sino a un baterista que poco tiempo después se convertiría en un personaje muy famoso dentro de la escena rockera y progresiva actual: el alemán Marco Minnemann.
Bikini fue la sala que se encargó de albergar este concierto, el cual forma parte de la programación del Guitar BCN, el antiguamente conocido como Festival de Guitarra de Barcelona; festival que si bien como hemos comentado en numerosas ocasiones se caracteriza por ofrecer conciertos en los que la guitarra no es la protagonista —inclusive conciertos en los que no hay guitarra alguna sobre el escenario—, hay que reconocer que esta edición de 2.016 consta del mayor número de recitales guitarreros de los últimos años. Comenzando por este.
Antes de ir a la crónica en sí, es obligado agradecer a Xavi Estringana de Etin Produccions la acreditación para asistir a la velada, así como a Manuel Rubiales de los Big Bang, quien también es un excelente fotógrafo, por la cesión de las fotos que acompañan a este artículo, ya que por descuido mío olvidé mi cámara en casa; aunque lo cierto es que tal descuido fue muy beneficioso, a tenor de la gran calidad de sus fotos.
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La noche comenzó con la actuación de LizZard, un trío francés cuya propuesta oscila entre el rock progresivo melódico y ambiental y el post-rock, basado en medios tempos y con influencias que van desde Steven Wilson a Anathema, pasando por Tool o A Perfect Circle.
Compuestos por Katy Elwell —batería—, William Knox —bajo— y Mathieu Ricou —guitarra y voz—, presentaron música de sus tres trabajos discográficos —el E.P. «Venus» y los L.P.’s «Out of reach» y «Majestic», todos ellos producidos por el teclista de Fear Factory, Rhys Fulber— durante una media hora, que se hizo corta no, cortísima.
Mathie Ricou ejerció muy bien como frontman, con buena voz, una técnica guitarrística lejos de virtuosismos pero muy efectiva para la música que interpretan y una continua interacción con el público. William Knox fue el más frío de todos, muy estático en su manera de estar sobre el escenario, pero tocando sus líneas con precisión. Y sobre Katy Elwell pues no me equivoco al mencionar que fue la sensación de la noche. Ya de entrada no es común ver chicas en el panorama del rock progresivo, y menos hacerlo tocando la batería. Si además presenta un look gótico alternativo no apto para todos los gustos, está claro que su presencia llama la atención. Pero además toca muy bien, rematadamente bien. Está claro que no es Tobias Ralph, a quien veríamos un rato después, cuyo nivel parece de otro planeta, pero la música de LizZard no de una complejidad abrumadora, por lo que tampoco son necesarias muchas florituras. Sin embargo, a Katy se le ve a un nivel técnico superior al resto de sus compañeros.
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El sonido fue más que correcto, a excepción del bombo, que pese a escucharse bien, a partir de la tercera canción, el técnico de sonido decidió aumentar su volumen y compresión a un nivel muy exagerado, que no encajaba con el resto de sonidos de la batería de Elwell. No obstante, como digo, el sonido fue superior a la media en conciertos de teloneros.
El grupo también se benefició de un buen trabajo a las luces, que a pesar de su aparente simpleza —tonos azules, blancos y anaranjados— encajaba muy bien con la música del grupo.
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Y tras esa media hora que supo a poco y un rápido cambio de backstage, aparecieron los Adrian Belew Power Trio sobre el escenario de una sala Bikini abarrotada de público.
Belew siempre se ha sabido acompañar de grandes músicos, algo obligado teniendo en cuenta el tipo de música que practica. Y si en su anterior visita ya nos quedamos impresionados con sus acompañantes —la bajista Julie Slick y el baterista Marco Minnemann—, en esta ocasión el nivel no podía ser inferior. Así pues, de nuevo tuvimos el placer de ver a Julie en acción y a Tobias Ralph, cuyo currículum junto a ToPaRaMa —proyecto a dúo con el también baterista Pat Mastelotto—, Nena, The Crimson ProjeKCt, Lauryn Hill, Screaming Headless Torsos, Tricky o Muzz Skillings —bajista de Living Colour—, demuestra que no hay estilo que se le resista.
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Había dudas también en cuanto al repertorio; en primer lugar, porque en este 2.016 celebraba su 40 aniversario en el mundo de la música, y desde algunos medios de comunicación se comentaba que el repertorio podría estar basado en hits de bandas en las cuales se ha labrado una parte de su carrera, como David Bowie, Talking Heads, King Crimson o Frank Zappa; y en segundo lugar, porque desde hace un tiempo, el guitarrista está promocionando la aplicación que él mismo ha creado para IPad, «FLUX:FX», que resumiéndola básicamente, es un multiefectos de fácil uso, para cualquier instrumento, y que permite modificar en tiempo real casi cualquier parámetro para conseguir todo tipo de sonidos, habiendo realizado multitud de conciertos con una enorme dosis de improvisación usando esa aplicación.
Pues la cuestión es que ni lo uno ni lo otro. La aplicación «FLUX:FX» fue empleada sólo en dos o tres temas para conseguir unos sonidos con mucho delay, reverberación y alteración del pitch; algo que por otra parte, puede conseguirse con cualquier buena pedalera de las que existen en el mercado hoy en día, o con la que él mismo llevaba. Y el repertorio sorprendió por lo largo, ya que tocó al menos una veintena de temas, a costa de reducir su duración en algunos casos.
Pudimos escuchar canciones de su excelente debut en solitario, el muy recomendable «Lone rhino», «Big electric cat», «The momur» y «The lone rhinoceros», o del no menos excelente cuarto trabajo propio, «Young lions», del cual cayó la popera «Men in helicopters».
También «Heroes» tuvo representación con «Futurevision» y «e» de 2.009 y álbum de lo más experimental que presentó en su anterior visita, también hizo acto de presencia con «b», «a2» y «d2».
Sin embargo, fue el legado de King Crimson el que formó el grueso del concierto, ya que pudimos disfrutar de «Neurotica», «Three of a perfect pair», «Frame by frame», «Indiscipline», «Thela hun ginjeet», «Dinousaur», «One time», «Heartbeat» y «Walking on air».
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El concierto dio en mucho momentos la sensación de ser una continua improvisación. De hecho, antes de escribir esta crónica leí otras —lo cual no suelo hacer para no verme influenciado—, y las discrepancias entre ellas respecto al set-list interpretado son habituales. De hecho, yo mismo, que controlo más o menos la carrera en solitario de Belew, no tengo muy claro si algunas de las canciones que afirmo que tocaron se tocaron en realidad, o si faltan algunas. A ello contribuyó el cambio de ambientación de algunas de ellas, como la extrañamente comercial y casi A.O.R. «Heartbeat» de King Crimson, que pareció heavy metal por la intensidad en que la tocaron. La duración y medleys de algunas de ellas también contribuyen a esa confusión, como los temas de «e», que ya son experimentales y muy similares entre sí.
Pero diría que fue una confusión buscada. Una manera de que el público se centre en los músicos, en cómo tocan, en cómo interaccionan entre ellos y en qué transmiten. No importa el repertorio, importan las sensaciones. Y si esa fue la intención, lo consiguieron de pleno.
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Adrian Belew era sonrisa, sudor e implicación constante. No será un virtuoso, pero su lenguaje a veces abstracto, casi de free jazz, atonal incluso, sólo puede ser tocado por músicos de alto nivel.
Julie Slick, a quien alguien debería decirle que los 90 pasaron hace mucho y que está prohibido salir a tocar con unas mallas de tigre y una riñonera con dinosaurios de colores, estuvo mucho más activa que en la anterior ocasión, y que conste que en aquella vez fue de lo más expresiva —recordemos que con 16 años ya había participado en una película documental y en su BSO y que había girado con Alice Cooper—; pero en el mencionado concierto, tocaba lo que había que tocar, que ya es mucho. Esta vez improvisaba en muchos momentos, siendo Tobias Ralph quien debía mantener la base rítmica. Su sonido y estilo rockeros, aunque sabiendo adaptarlos al jazz y al progresivo de Belew, tuvo más presencia que nunca, con momentos en los que soleaba como si no hubiera un mañana, aunque su jefe estuviera en ese momento haciendo su solo o cantando.
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Por su parte, Ralph, demostró con creces porqué merece estar en esta banda. Y es que por más momentos de alegría, buen rollo y diversión, hablamos de que la mayoría de canciones pertenecen a un rock progresivo duro y experimental, y ahí hace falta un baterista con ultratécnica y que se atreva a echarle un par de narices a un repertorio de una dificultad rayana en lo imposible; y Ralph aprobó con sobresaliente.
Habría que mencionar también la constante interacción de Belew hascía sus compañeros, ya que lejos de ejercer de jefe, lo hacía de colega. Tengo que destacar el detalle de la sobriedad de Tobias Ralph frente a la actitud de Minnemann en la anterior visita. El puesto de baterista no suele dar lugar a actitudes divertidas e interacciones con el público. Marco Minnemann, Pat Mastelotto o Mike Portnoy suelen hacerlo, pero pocos más. Tobias Ralph no es uno de ellos, y pese a las bromas y comentarios que solía hacerle Belew, éste respondía con una sonrisa algo forzada, pero creedme, tocar lo que tenía que tocar requiere de una concentración absoluta, así que se le perdona.
No puedo dejar de comentar que esa interacción y diversión también fue hacía el público y a la inversa. Por ejemplo, hubo cierto personaje que decidió emitir unos chillidos a un volumen brutal en un momento dado (cosa que no le encuentro la gracia, la verdad), y Belew, ni corto ni perezoso imitó ese grito en varias ocasiones durante la siguiente canción, e incluso en un momento entre otras dos canciones en que se dirigió hacía Julie.
El asunto del audio fue casi excelente, lo cual se presupone siempre a esta sala, que es de las mejores de BCN en cuestiones acústicas, aunque en ciertos momentos de mayor bronca sonora y con Belew empleando multitud de efectos de sonido, el bajo eléctrico de Slick sonaba algo bajo en la mezcla y no se distinguía bien lo que tocaba.
Y en cuanto a iluminación, como en LizZard, una coreografía de luces y efectos visuales sencilla pero adecuada al ambiente musical reinante.
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Creo que sólo hay un músico en el mundo que sea capaz de llevar al directo una música tan extrema y difícil de escuchar de una manera tan alegre y divertida, y que sea capaz de integrar al público en su particular universo sonoro y que a éste no le importe el set-list interpretado. Y ese es Adrian Belew.
Integración que además se traslada fuera del concierto, puesto que a los pocos minutos, toda la banda —incluidos los LizZard— estaban haciéndose fotos y firmando autógrafos hasta que no quedó nadie en la recepción de la sala Bikini.
Si tuviera que poner un par de notas negativas, sería a que tenía muchas ganas de escuchar «Elephant talk» y a que, aunque Belew estuvo inmenso, comienzan a pesarle la edad y las largas giras —ronda ya los 70 años—, y una gran parte del concierto lo tuvo que realizar sentado, además de que se le veía cansado pese a su eterna sonrisa. Ello no implicó ni que cantara ni que tocara mal, pero puede ser un indicativo del comienzo de un progresivo declive, el cual esperamos que sea lo más lento posible, a pesar de la exigencia física y mental que conlleva este tipo de repertorio.
De todas formas, el resumen del concierto es 100% positivo. Virtuosismo para amantes de la técnica, música compleja para combatir el maldito mainstream imperante, diversión e interacción con el público y el descubrimiento de unos teloneros con calidad de sobras como para hacerse un hueco en el progresivo actual. ¿Qué más se puede pedir?
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PD: Gracias de nuevo a Manuel Rubiales y a Xavi Estringana.
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TEXTO: Albert Sanz
FOTOS: Manuel Rubiales
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