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Xperience Live!: Be Prog! My Friend Día 1 (30/06/2.017)

conciertos2

Be Prog! My Friend 2017 def


El Be Prog! My Friend se consolida en su cuarta edición como uno de los festivales europeos de referencia en cuanto a rock progresivo.

El festival tuvo que lidiar en sus dos días con la coincidencia de la realización del Rock Fest BCN; sin embargo, la asistencia de público fue igual o superior al año pasado en este primer día.

La sorpresa de la noche la dieron los inclasificables noruegos Ulver, quienes aportaron la coreografía de luces más espectacular vista en años.

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Introducción

  Por desgracia, este artículo llega un mes tarde. Por motivos personales la web ha estado desactualizada casi todo el mes de julio, pero como habréis comprobado, esta semana nos hemos puesto las pilas y os traemos por fin esta crónica.

    Un año más nos desplazamos hasta el recinto del encantador Poble Espanyol de Barcelona. Su plaza central nos invitaba a sumergirnos durante dos días en las diferentes corrientes del rock y el metal progresivo con un cartel de lo más atractivo a pesar de sus evidentes peros.

    A día de hoy tendemos a clasificar a la música siguiendo símiles deportivos, y así lo haremos. Existe la primera división y la segunda, tercera, etc.; sin embargo, en terrenos de rock/metal progresivo nos encontramos en un género que tiene dos primeras divisiones bien diferenciadas. Por un lado estaría la primera división clásica, con bandas creadas entre los 60 y los 80, tipo King Crimson, Yes, Camel, Mike Oldfield, Pink Floyd, etc. Por el otro, la primera división moderna, con formaciones o solistas surgidos entre mitades de los 80 hasta ahora, como Fish, Anathema, Dream Theater, Porcupine Tree, Opeth, etc.

    Si el o los cabezas de cartel de alguna manera determinan la orientación de un festival, estaba claro que este BP!MF iba a tirar por la vía más clásica, con Jethro Tull y Marillion como exponentes de esa primera división de los pioneros del progresivo que hemos mencionado. Ahora bien, uno de los motivos para acudir a un festival es aprender y descubrir a nuevas bandas, o bien poder disfrutar de algunas que sería difícil que vinieran por sí mismas. Y en esta edición hemos visto una clara repetición de ideas, que es algo que por otra parte empieza a ser una constante en el BP!MF. O sea, no quiero decir que no sea un placer ver de nuevo a Devin Townsend Project, Leprous y Anathema, y algunos estaréis pensando: «bueno, son sólo tres de diez bandas las que repiten en el festival». Ok, no son tantas, pero hay que pensar que Townsend y sus chicos con Leprous como teloneros ya vinieron en este mismo año y que Leprous y Anathema volverán de nuevo en el segundo semestre del año —puedes consultar nuestra agenda de conciertos para estar al tanto de las fechas—, y todos son conciertos de la misma promotora, Madness Live! Productions.
Y antes de que hagáis la réplica mental… vale, que sí, que no es lo mismo verlos cuarenta minutos que hora y media o dos horas, y que Townsend está tocando un set-list especial que no tocó en la anterior visita, pero no podemos obviar el hecho de que la repetición de bandas (especialmente hablando de Anathema, puesto que Vincent Cavanagh también estuvo en la edición de 2.015) puede empezar a ser molesta al tratarse de un festival que, contando esta edición, SÓLO LLEVA CUATRO AÑOS REALIZÁNDOSE.

    Pero poniéndome ahora del lado de la organización, tampoco puedo obviar el hecho de que lograr que ciertas bandas que no estén de gira levanten el culo de sus sofás y vengan de sus países hasta aquí es algo muy caro, y si están de gira, no tienen porque cuadrar sus fechas libres con la del festival, pueden tener unos cachés desorbitados o que simplemente no les apetezca tocar en este festival. Así que la selección de bandas que al final pudimos ver no tiene porqué corresponder con los deseos de la promotora, sino en quien estaba libre y entraba en el presupuesto. Y cuanto más ascendemos en importancia —lo de las ligas que mencionaba al comienzo—, la lista de bandas disponibles se reduce drásticamente, hasta el punto de que acabe siendo inevitable que algún nombre se repita.

    Otro detalle que ha sido polémico hace referencia a la subida de precios. El público ha pasado de no llegar a desembolsar en ninguna edición 100€ a pagar en esta ocasión 133€ en venta anticipada y 145€ en taquilla. Vale, que sí, que estamos ante un nicho más específico y con mucho menos público potencial que otro tipo de festivales, y que toda la organización del festival es cara y punto; pero un Resurrection Fest o un Rock Fest BCN duran tres días más una warm-up party gratuita y traen a unas ochenta bandas por aproximadamente 170€. Así que es imposible no comparar. Y más si tenemos en cuenta que se ha reducido de once a diez bandas respecta a la última edición.

    Y polémica ha sido también la elección de fechas. Tanto Rock Fest BCN como el BP!MF han coincidido a lo bestia. En años anteriores se realizaban en fechas próximas pero esta vez ha sido coincidencia total. A diferencia de otros años, este BP!MF no ha tenido mucho contenido metalero y el RFBCN tampoco lo ha tenido de progresivo, pero habían bandas que podían haber tocado con éxito en cualquiera de los dos festivales, como Jethro TullQueensrÿche o Devin Towsend Project, por lo que no nos pareció raro ver a grupos de aficionados en el Poble Espanyol con pulseras de esta edición del RFBCN que iban corriendo de un festival a otro para ver a sus grupos favoritos.
En este sentido, las quejas en las redes sociales de ambos festivales han sido continuas ya que si bien tienen orientaciones muy diferentes, comparten una parte de su público potencial. Pero vamos, como en el apartado de disponibilidad de las bandas, volvemos a lo mismo: ningún festival quiere realizarse en el mismo mes que otro de características similares que se hará en la misma ciudad o ciudad colindante, y mucho menos en la misma fecha. Si esto ha sucedido es porque ha sido inevitable.

    Y dicho esto, vamos ya al apartado musical que al fin y al cabo es lo que más importa.

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Caligula’s Horse

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Caligula's Horse BPMF 2017 01    Uno de los inconvenientes históricos de todos los festivales es abrir las puertas sólo media hora antes de que comience el primer grupo, con la consabida y enorme posibilidad de que te pierdas parte de su actuación. En esta ocasión estaba previsto que se abrieran ambos días tres cuartos de hora antes, pero al final fue un poco más de una hora, danto tiempo a ver el final de las pruebas de sonido de Caligula’s Horse. Algo que vino bien para posicionarse en las primeras filas o ir a tomar algo para combatir el agresivo sol y aún así no perdernos nada del grupo.

    Si bien lo que voy a comentar ahora es lo que se dice «a ojo», y a falta de cifras oficiales, a mitad de su actuación ya podía verse la misma cantidad de gente en el Poble Espanyol que en el segundo día del año pasado a la hora de los cabezas de cartel. Algo que me parece absolutamente genial en una ciudad que acostumbra a pasar como de la mierda de los grupos teloneros. Sin embargo y en contrapartida, la sensación general fue que el segundo día, y pese a contar con el principal cabeza de cartel, acudieron menos asistentes.

    Pero reconduciendo el tema, los australianos salieron a por todas desde la primera nota de «Marigold» con un sonido excelente y diversos problemas en el micrófono del frontman Jim Grey que se resolverían rápidamente.

    Seis años de carrera, tres álbumes editados, una enorme calidad de composición e instrumental, teloneros de Opeth o Pain of Salvation, una mezcla de metal progresivo con algo de stone rock (y huyendo de la moda actual de cantar gutural)… la banda dio toda una lección de lo que debe ser el futuro del metal progresivo.

    El dúo de guitarristas, Adrian Goleby y Sam Vallen hizo una soberbia demostración, aunque nos quedamos con Vallen: un sonido nítido y limpio, sin abusar de la distorsión, megatécnica y solos para nada previsibles.

    Dieron un repaso en sus tres cuartos de hora de actuación a su último álbum hasta la fecha, «Bloom», pudiéndose escuchar temazos como «The city has no empathy» o «Dark hair down», «Firelight» o «Rust».

    El sonido fue como he comentado muy bueno una vez solventado el problema del micrófono, y en cuanto a iluminación, pues bastante mínima, algo normal teniendo en cuenta que eran las 17:00 y que hacía un sol de justicia.
Como es habitual desde hace años, una pantalla gigante en la parte trasera proyectaba el logo del grupo con diversos motivos de rayos y efectos especiales sencillos pero resultones.

    Impecable modo de comenzar el festival, con uno de esos grupos que te hacen pensar «los siguientes grupos lo van a tener muy complicado para mejorarlo».

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Animals as Leaders

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Animals as Leaders BPMF 2017 01.JPG    Si Guitar Xperience se llama como se llama, estaba claro que el trío de Tosin Abasi era el principal aliciente para acudir a este festival.

   Animals as Leaders ha redefinido el concepto del shred y de la locura instrumental, y que pese a tener una de las propuestas más arduas de escuchar en el metal instrumental actual, están cosechando un éxito enorme a nivel mundial que hasta ahora sólo disfrutaba Steve Vai; por lo tanto, no fue de extrañar que durante su concierto pudieran verse las primeras pulseras del Rock Fest BCN unidas a las muñecas de sus amos.

    Tosin Abasi y Javier Reyes a las guitarras y Matt Garstka a la batería, con su propuesta musical totalmente antifestivalera, gozaron de una hora y diez minutos de tiempo, por lo que prácticamente pudieron desarrollar su show al completo.
Clásicos como «Nephele», «Physical education», «Wave Of Babies» o «CAFO» (con la que siempre logran generar un curioso wall of death) o cortes más recientes como «Arithmophobia», «Ectogenesis» o «Cognitive contortions», pertenecientes a su último lanzamiento, «The madness of many», demostraron que tanto técnicamente como a nivel de composición están a años luz, hasta tal punto que a muchos no les convenza su rollo y los consideren más bien atletas.

    En cualquier caso, hubieron algunas novedades respecto a su visita de 2.016, y fue poder ver a un Javier más sonriente y comunicativo (aunque sigue sin hablar nada y eso que aquí no tendría que hacerlo en inglés) y a Tosin emplear una acústica de seis cuerdas.

    Gran concierto de estos genios no siempre bien comprendidos y con un sonido excelente que hizo enfatizar el brutal sonido de sus eléctricas de ocho cuerdas.

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Mike Portnoy’s Shattered Fortress

Mike Portnoy's Shattered Fortress BPMF2017 01

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    Y el virtuosismo no iba detenerse tras la marcha del anterior grupo. Ya hemos mencionado que para un medio como el nuestro, ver a Animals as Leaders era un gran aliciente para acudir al festival, pero también lo era presenciar el concierto del siguiente grupo, ya que si bien no íbamos a estar ante Dream Theater, alguien tenía que interpretar los solos de John Petrucci, y aunque los tocase a un 50%, la experiencia iba a ser muy disfrutable.

    El enésimo proyecto en formato supergrupo de Mike Portnoy había causado una inusitada expectación. El concepto era llevar al directo la llamada “Suite de los doce pasos” o también conocida por un sector de los fans como “Suite de los acohólicos anónimos”, una serie de canciones de diferentes álbumes de Dream Theater, compuestas por el baterista y que escuchadas en un determinado orden, dan lugar a un inexistente álbum conceptual en el las letras explican toda la relación, lucha y abandono del alcohol que ha sufrido durante años.

    Portnoy llevaba años intentando crear una serie de puentes entre tema y tema y ciertas modificaciones para que diese la sensación de ser un largo tema de una hora de duración, una suite; sin embargo, como él mismo expresó hace tiempo, hacerlo era un desafío composicional y armónico para el que no se sentía preparado. Por fortuna, algunos amigos y colaboradores consiguieron convencerlo para que la terminase y la presentara en directo, siendo BCN una de las pocas ciudades afortunadas que disfrutarán de este proyecto tan personal.

    En esta pequeña gira, Portnoy se hace acompañar de una serie de músicos excepcionales, ya que tenemos a Ross Jennings a la voz, Richard Henshall y Charles Griffiths a las guitarras, Conner Green al bajo y Diego Tejeida a los teclados: o sea, Haken casi al completo ya que, como es lógico, Raymond Hearne no tenía cabida en este proyecto. Para rizar el rizo, tendríamos también a un extraordinario talento a la guitarra y que cada vez está gozando de más proyección e interés en círculos guitarrísticos: Eric Gillette de The Neal Morse Band.

    La banda se separó en dos: en el lado izquierdo Giffiths y Tejeida, Portnoy y Jennings en el centro y el resto en el lado derecho. Esta disposición se antojaba rara en un comienzo, cuando en teoría lo más lógico habría sido tener a los tres guitarristas juntos, pero a la hora de la verdad fue casi mejor, ya que Tejeida como es normal tenía vetado los movimientos —salvo cuando interpretaba algún solo con un teclado portátil— y Griffiths no se movió ni un ápice de su sitio ni interactuó en modo alguno con sus compañeros. Todo lo contrario que el lado derecho, que era una fiesta continua de hermandad, guiños cómplices y buen rollo entre los dos Haken’s y el guitarrista de TNMB.

    El concierto comenzó con cuatro regalos antes de atacar la suite: la intro del remake de «Psicosis» a cargo de Danny Elfman, «Overture 1928», «Strange déjà vu» y «The mirror».

Mike Portnoy's Shattered Fortress BPMF2017 02.JPG    Tras estos poco más de veinte minutos ya pudimos constatar varios detalles. En primer lugar y por vez primera, el líder del grupo no lo iba a ser, ni iba acaparar la atención de los asistentes como acostumbra a hacer en otros proyectos, como The Winery Dogs o Dream Theater.
En segundo lugar, que Eric Gillette es uno de los guitarristas emergentes más interesantes del momento y al cual hay que seguir. Clavó nota a nota todos los solos de Petrucci sin problemas, como si fuera lo más normal del mundo. La única diferencia observable sería en el sonido esos solos, ya que la técnica de púa de Petrucci es más áspera y afilada y con más pegada que la de Gillette, que viene de la generación joven actual fusionera y tiene una pulsación más fluida y menos potente. Pero más allá de eso, su desempeño guitarrístico durante el set-list fue alucinante.
En tercero, destacaría algo que jamás pensaba que pudiera decir: eché mucho de menos a James LaBrie. Con el vocalista de Dream Theater tengo sentimientos enfrentados. Les he visto en directo casi todas las veces que han venido a Barcelona —y han sido unas cuantas— y sólo le visto realizar un buen concierto en un par de ocasiones, mostrando gallos y graves desafinaciones en el resto. Por otro lado, Dream Theater en varios momentos han cambiado de orientación, abandonando el metal progresivo y centrándose en un metal alternativo en extremo contundente —»Train of thought», por ejemplo—, para el cual la voz aguda y melódica de LaBrie desentona y es del todo inapropiada. Sin embargo, y hablando siempre de estudio (que lo de sus fallos en directo no algo es exclusivo de sus actuaciones españolas, existiendo incluso en directos oficiales), cuando el tema está en la tesitura que le va bien, es el mejor de los cantantes. Y así es como hay tantos clásicos disfrutables de la banda con un LaBrie expresivo y maravilloso.
Sin embargo, como decía en este apartado, Ross Jennings lo hizo muy bien, a su estilo y sin querer imitar a LaBrie, pero lo eché en falta. Algo había en esos temas que no se puede separar a LaBrie de ellos y Jennings no alcanzó la excelencia que se merecían. Algo parecido también le pasó a Gillette, por cierto, que aparte de corista en algunos temas fue el cantante principal.

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    Tras la mencionada «The mirror», que a falta de confirmación oficial por parte de Portnoy muchos fans la consideran como la precuela de la suite, comenzó ésta con «The glass prison» y una banda entregada, sabedora de dónde venían los temas pero que el formato suite y los nuevos arreglos y transiciones de Portnoy les confería un carácter algo diferente, casi de composición nueva. Tras «The glass prison» vino «This dying soul» mediante una transición genial que logró que nos costara darnos cuenta de que estábamos ante una canción diferente. Lo mismo pasó con «The root of all evil», en la que fue la primera intervención de Gillette como cantante.

    La suite continuó con la dramática «Repentance», cantada de forma muy emotiva por Portnoy para pasar a «The shattered fortress», con la que finalizó este interesante proyecto, aunque no el concierto.

    Lo cierto es que llegado ese momento tuve que mirar el reloj, porque creí que la suite en realidad no era un único tema de cincuenta y tantos minutos y que al final tendría una pausa. No, lo que sucedió es que yo y todos los asistentes nos quedamos embobados sin darnos cuenta de que entre la suite y los primeros temas llevábamos más de una hora de concierto y que el tiempo había pasado volando. Pero la banda no se iba a despedir así como así, por lo que sonaron dos tremendos clásicos de la talla de «The dance of eternity» y «Finally free».

    Sencillamente brutal. Una banda en estado de gracia (aunque su vocalista no fuese el más acertado), unas increíbles intervenciones solistas a cargo de GilletteTejeida y unas composiciones inmortales. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, tal vez que el sonido hubiese sido algo mejor, porque a Charles Griffiths, además de no interactuar con sus compañeros, le subieron y comprimieron la guitarra en exceso, tapando a sus compañeros (aunque los solos de Gillette sí se escucharon bien, por fortuna).

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Marillion

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Marillion BPMF 2017 01.JPG    Sin darnos cuenta, se hizo la noche y con ella llegó el primer de los dos cabezas de cartel: los británicos Marillion, banda a la que aún no había podido ver, y eso que cuenta en sus filas con el grandísimo Steve Rothery a las guitarras: todo un histórico que rivaliza con David Gilmour por ser el guitarrista progresivo más elegante y con más clase de la historia.

    Ya en su primera edición, el BP!MF trajo a Fish, así que era lógico que tarde o temprano harían lo mismo con Marillion.

    Mezcla de audio en el concierto magistral, un juego de luces muy cuidado y canciones de gran calidad… pero no acabó de ser una actuación redonda. Rothery demostró pulcritud, clase y un sonido muy trabajado; Hogarth por su parte, estuvo expresivo, teatral e histriónico en ocasiones, como es habitual en él. Sin embargo, en muchos momentos parecía que ellos dos eran los únicos que estaban allí. Las canciones son de gran dificultad técnica y expresiva y todos los músicos rallaron a gran altura, pero salvo este dúo, el resto parecía que estaban con ganas de que el rato pasara rápidamente, inclusive un veterano como es Pete Trewavas.

    El set-list también fue objeto de crítica. Hay grupos que no parecen entender que un festival es algo diferente a un concierto en solitario, y que les van a ver gente que quizás no sea fan suyo, por lo que hay que echar mano de temas más conocidos e incluso, a modo de regalo para los fieles, sacar del baúl de los recuerdos composiciones que lleven tiempo sin tocar.
Así que nada de escuchar «Runaway», «Script for a jester’s tear» o «Kayleigh», no; el set-list se centró casi en su totalidad en su último trabajo, «F.E.A.R.», y tocando tan sólo fuera de este disco «The invisible man», «Gaza» y «This strange machine».

    Aunque en general las crónicas han sido muy benignas con este concierto, yo salí de él con sentimientos enfrentados: las canciones fueron excelentes, así como sus interpretaciones y el sonido, y fue emocionante ver por primera vez a un maestro como es Steve Rothery, pero la frialdad del resto de músicos, sin implicación alguna y un set-list a mi entender erróneo, impidieron que disfrutase de «mi primera cita» con unos históricos de la talla de Marillion.

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Ulver

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    Y llegamos ya al final de la primera jornada. Como es normal desde que se instauró la maldita costumbre de que el cabeza de cartel no sea el último grupo en tocar, hubo desbandada. Dicha desbandada se debió también a que Ulver iba a hacer un cambio de backline que le llevaría tres cuartos de hora, bastante más que el resto de bandas. Tres cuartos de hora que se convertirían en una y que hizo que aún se marchara más gente. No obstante, esta desbandada fue pequeña en comparación con lo que sucedió en años anteriores, ya que Ulver no es una banda que se prodigue mucho en nuestro país y tienen una propuesta muy diferente a lo habitual en este festival.

    Los noruegos poseen una de las carreras más extrañas, habiendo comenzado en el black metal, para ir pasando por el folk, el avant-garde, el trip hop, la música de cámara y como mostraron en el BP!MF, una curiosa mezcla de rock progresivo, post rock y música electrónica y (¡¡sacrilegio!!) sin guitarras.

    Pero si por algo será recordado este concierto, será por su iluminación. A los músicos no les vimos en ningún momento ya que la iluminación elegida hacía que fueran siluetas negras. En la pantalla de vídeo habían proyecciones infográficas con temática histórica y romana, a juego con la temática de su último disco, «The assassination of Julius Caesar». Y las luces y rayos lásers, en tonalidades rojas, rosas, azules y anaranjadas, no daban tregua a los asistentes. Absolutamente espectacular y como pocas veces hemos visto. Un montaje y una coreografía de banda «grande».

    Los de Kristoffer Rygg sonaron de forma potente, pese a la ausencia de guitarras y una propuesta con mucho contenido electrónico digna de un Sonar, por ejemplo, pero los asistentes les dieron el aprobado. Todo en conjunto fue muy diferente a lo visto en este festival: los efectos especiales, la ambientación, la música, incluso un tema final, «Coming home», digno de lo peor del post rock, o sea, un bucle infinito de veinte minutos de duración. Incluso en eso, lo de Ulver en aquella noche fue muy especial e inolvidable.

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Continuará…

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TEXTO Y FOTOS: Albert Sanz

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