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FICHA
- Artista: Jorge Salán & The Majestic Jaywalkers
- Sello: Rock Estatal Records
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Año: 2.016
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Estilo: Blues, rhythm & blues, soul, rock, hard rock
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CALIFICACIÓN
CALIFICACIÓN TÉCNICA
- Nivel de técnica: 9/10
- Variedad de fraseo, recursos y técnicas: 8/10
- Velocidad: 8/10
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Nivel de coñazo virtuosístico: 0/-10
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Calidad producción (equilibrio en la mezcla, masterización, etc.): 9/10
- Calidad presentación (carátula, libreto, etc…): 7/10
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PUNTUACIÓN: 8,5/10
CALIFICACIÓN MUSICAL
- Calidad musical: 9/10
- Nivel de feeling: 10/10
- Posibilidad de escucharlo de un tirón: 10/10
- Ganas de hacer “headbanging”: 9/10
- PUNTUACIÓN:9,5/10
PUNTUACIÓN TOTAL: 9/10
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INTRODUCCIÓN
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Finalizamos la semana con esta crítica que, por desgracia, llega con mucho retraso. Y es que debido a diferentes motivos, la sección de críticas de discos estuvo inactiva toda la temporada pasada, pero con motivo de la #salanweek que estamos celebrando, teníamos que publicar esta sí o sí.
2.015 supuso un nuevo y anunciado cambio de rumbo en la discografía de Jorge Salán. Tras pasar unos primeros años en terrenos de heavy metal y hard rock con mucho contenido instrumental y shred, el madrileño evolucionaba hacía un hard rock cantado en castellano. De ahí evolucionaría nuevamente hacia el blues, estilo que le influenció en sus inicios y al cual se quería dedicar, tal y como declaró en varias ocasiones.
«Madrid // Texas», disco que analizamos en su momento —y cuya crítica puedes leer aquí— supuso una grata sorpresa. Todo versiones, una producción de lujo, una banda compenetrada, colaboradores excelentes y un Jorge Salán que no perdía un ápice de su energía y nivel a la guitarra. Los únicos peros aparecieron en algunos detalles del apartado vocal, aunque ello no supuso darle una nota negativa al disco ya que el resultado fue de lo más entretenido,
A mitades de 2.016 apareció este «Graffire», trabajo que volvió a estar firmado como Jorge Salán & The Majestic Jaywalkers, esto es, el propio Jorge más Edu Brenes a la batería, Juan Carlos Gibaja al bajo y Pau Álvarez al teclado y piano, aunque al igual que pasó con el disco anterior, han habido bastantes colaboraciones.
Otro detalle de diferenciación es que en esta ocasión, sólo tres de nueve temas son versiones, señal de que «Madrid // Texas» fue un álbum de tanteo en ese estilo mientras que «Graffire» implicó que Jorge Salán ya había obtenido la confianza suficiente como para lanzarse a componer en este estilo, y, avanzando las conclusiones, el resultado ha sido estupendo.
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ANÁLISIS DE LAS CANCIONES
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1.- Born under a bad sign. Comenzamos de manera muy potente con este blues rock en el que planea el espíritu de Gary Moore por toda su duración. Compuesto para el álbum y cantado por el ex vocalista de la Vargas Blues Band, Jeff Espinoza (muy recomendable su proyecto Red House), cuenta también con los coros de Gema Vau, quien ya apareciera en «Madrid // Texas» y de los teclados de Pau Alvarez.
Una muy buena e intensa manera de comenzar este excelente trabajo.
2.- Victim of desire. Pasamos ahora a un tema muy divertido, ya con Jorge encargándose de tareas vocales. Entre la larga lista de colaboradores destacaría la sección de viento formada por Pablo Santos, José Luis Moradillo y Rubén Tobes.
Todos los músicos rayan a grandísima altura en esta canción (tremendo Pau Álvarez al piano) y sorprende el rollo chulesco en la voz de Jorge, que va que ni pintado para una composición así.
3.- Take me to the river. Llegamos ya a la primera de las tres versiones con que cuenta el álbum, siendo en esta ocasión su autor el gran Al Green, lo cual garantiza una buena dosis de soul y rhythm & blues retro y divertido. Otra vez más, Gema Vau hace una gran aportación a los coros, unos coros que podrían ser casi una segunda voz, complementando la que es una de las mejores interpretaciones vocal de Jorge en todo el disco.
4.- Para Paco de Lucía. Aunque nos encontramos ante una excelente composición, su ubicación en el disco choca, tras tres temas muy unificados musicalmente, siendo éste el más diferente de todos.
Estamos ante una preciosa balada cantada en castellano dedicada a la leyenda Paco de Lucía, con una letra emotiva que rememora ciertos momentos de su vida y en la que Jorge se anima a tocar la guitarra flamenca. Aunque la toque con púa, los más puristas reconocerán en el solo final ciertos patrones y licks muy usados por de Lucía en vida.
5- On my own. Un groove muy rockero, casi de rock sureño, da inicio a esta composición cuya letra ha corrido a cargo de su compañero de aventuras, Jeff Scott Soto.
Estamos ante un tema muy potente y que puede recordar en algún momento a Black Label Society, y que sin duda satisfará las ansias de los que quieren escuchar al Salán más desmelenado, ya que podemos escuchar un par de solos de guitarra con algunos detalles de una enorme complejidad, siendo acompañados en todo momento por una base rítmica de bajo y batería soberbias.
6.- One more empty feeling. Aquí voy a dejar salir mi parte fan: este es mi tema favorito del disco. No será el que contenga las guitarras más complejas, ni el ritmo más adictivo ni la letra más emotiva, pero es un tema que no puedo escuchar una sola vez sino que lo acabo escuchando siempre en bucle varias veces.
Medio tempo mezcla de blues con rock sureño y country, interpretación vocal de Garrett Wall y una compenetración brutal entre él y Jorge en los estribillos, cuenta además con un sencillo (que no simple) riff de guitarra que sólo se puede definir como inolvidable.
Por cierto, ¿soy el único que se imagina esta canción siendo versionada por Mr. Big?
7.- They don’t make them like you anymore. Otra canción que aunque no tan arriesgada de ser incluida el disco como «Para Paco de Lucía», sorprende y mucho. Que Jorge Salán es un músico completo que sabe adaptarse a todo está más que claro, pero hasta el momento no le habíamos escuchado sumergirse en terrenos de jazz y swing. También es cierto que no era algo muy habitual en el estilo de su compositor original, el mítico Rory Gallagher, pero está realizada con un gran gusto y destaca especialmente la base rítmica de Brenes y Gibaja y el piano de Álvarez, de una enorme complejidad.
Salán también sorprende vocalmente, aunque si hubiera que poner alguna pega (pega MUY menor, que conste) sería el solo de guitarra: nada de swing, jazz o blues, siendo muy metalero y agresivo al estilo Gary Moore y que desentona un poco en la temática de la canción.
8.- No turning back. Aunque tenemos nuevamente sección de viento y la gran aportación a los coros de Gema Vau, a la vez nos encontramos con uno de los temas menos blueseros del álbum, siendo más bien un hard rock con tintes A.O.R. muy americano.
En mi opinión creo que sobraba la sección de vientos, ya que haciéndolo se habría endurecido aún más la canción, que además incluye uno de los solos de guitarra más agresivos del disco, pero también es cierto que estilísticamente se alejaría en exceso de la tónica general y que pese a todo, el conjunto funciona a la perfección.
9.- Leave my girl alone. Durante toda la crítica se ha mencionado la palabra blues en bastantes ocasiones y que si esta es la confirmación de que es el estilo en el que Salán quiere moverse durante los próximos años a la hora de trabajar en solitario; sin embargo, tras ocho canciones no habíamos escuchado aún un blues puro, del que comienza tranquilo pero se va intensificando y que contenga una letra llena de clichés. Pues bien, de la mano de otro mito como es Buddy Guy, llegamos al final del álbum con la tercera versión que éste contiene, y ésta vez sí, estamos ante un blues de libro. También es el tema más largo, llegando casi a los siete minutos de duración, lo que permite a Jorge lucirse en varios solos creando diferentes ambientaciones: uno más hard rock a lo Gary Moore, otro tranquilo con wah wah y un overdrive discreto (atentos al excelente colchón de sintetizador con sonido a lo órgano Hammond que suena de fondo) y un tercer en el que Jorge se permite dejar salir al shredder metalero de sus primeros tiempos y que tanto nos gusta a los que lo seguimos desde entonces.
Por cierto, imposible no destacar la sección final, en la que sigue tocando su solo a mil por hora mientras canta la última estrofa y que en directo lo clava igual que en el disco.
Brutal fin de fiesta.
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CONCLUSIÓN
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Todo lo que se diga de este disco «Graffire» será quedarse corto y palidece ante la grata experiencia de escucharlo. Dado el tiempo que ya lleva este trabajo en el mercado, es muy posible que lo hayáis escuchado, pero si no sois seguidores de este artista, entonces os lo recomiendo encarecidamente.
Jorge Salán ha demostrado además carecer de algo de lo que en muchas ocasiones van sobrados los guitar heroes: el ego. Sólo así se explica que aún habiendo creado un disco con pocas versiones, al contrario que «Madrid // Texas», con mayoría de temas propios, el disco se inicie con el protagonismo vocal de Jeff Espinoza y no el suyo, y además que incluya otro más cantado por Garrett Wall; dos vocalistas que imprimen una gran personalidad a sus interpretaciones, robando protagonismo al que en teoría era el protagonista del disco. Si además le unimos las colaboraciones a los coros de Gema Vau o de varios letristas, está claro que el madrileño piensa primero en el disco y no en su lucimiento.
Si en algo le he puesto pegas a Jorge siempre ha sido en la voz. Mi queja era la misma: voz bonita, agradable y expresiva, ideal para contextos poperos o indies pero sin la garra suficiente para destacar en géneros que requieren no sólo de técnica sino de fuerza interpretativa, como el heavy metal, el hard rock o el blues. Sin embargo, en este «Graffire» la mejoría ha sido muy notable, pero mucho, y creo que está ya sólo a un disco de alcanzar el mismo nivel a la voz que a la guitarra y que me deje deslumbrado con su interpretación.
Por otra parte, en «Madrid // Texas» nos encontramos con un detalle que se repetía en varios momentos, como eran unas inflexiones vocales extrañas, con un tono grave y forzando la pronunciación en inglés. Al igual que en aquella crítica, a día de hoy sigo desconociendo si era un asunto de técnica vocal o de querer imitar el estilo de ciertos cantantes, pero era algo que llegaba a descolocar al oyente. El caso es que nada de esto se encuentra en «Graffire», y se agradece, consiguiendo así que el resultado vocal sea mucho más agradable.
Respecto a los otros protagonistas, los The Majestic Jaywalkers, poco hay que decir. Tan sólo que tras la primera escucha y disfrutar de las voces y las guitarras, que es lo que más destaca, volváis a escucharlo fijándoos en la base rítmica. El trío ha realizado un extraordinario trabajo lleno de matices y es justo valorarlo ya que sin ellos el disco no habría tenido tanta calidad.
No quiero finalizar la crítica sin destacar la parte de sonido. Al igual que en el anterior, la mezcla tiene potencia y brillo, en parte es gracias al sonido aportado por tener tanta instrumentación, como pianos, sintetizadores o vientos, pero también por la calidad en labores de producción, grabación y mezcla del propio Jorge Salán. Una faceta de la que no se habla, pero de enorme importancia para el resultado final de cualquier trabajo musical y en la que también está demostrando su enorme nivel.
El disco ha contado con el pulido final del prestigioso masterizador argentino, Nick Litwin, uno de los mayores expertos en este arte que hay en Europa.
Y por mi parte, poco más hay que añadir a esta crítica, salvo destacar lo mucho que la he disfrutado escribiéndola, porque me ha obligado a volver a escuchar este gran trabajo de nuevo varias veces y que me estoy autoflagelando por no haberla publicado antes.
¡Joder, Jorge, muchas gracias! ¿Para cuando el siguiente?
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TEXTO: Albert Sanz
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