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Muchas ganas teníamos de ver este concierto. Pero muchas. No hay problemas en confesar que como cualquier medio musical, tenemos un artista favorito, y ese es Jorge Salán. Y qué decir de Jeff Scott Soto, toda una apisonadora con una energía inagotable por el que los años no pasan, y con un currículum que es la envidia de cualquier persona que aspire a hacer algo en el mundo de la música.
Además, en sus dos anteriores visitas —2.014 y 2.015—, en la misma sala Razzmatazz 3 y el año pasado en formato recudido acústico en Monasterio, no pudimos verlos, por lo que esta visita era algo que no nos podíamos perder —aunque sí que pudo verlo en 2.014 nuestro compañero Belial Báez en el concierto realizado en la sala Caracol de Madrid, cuya crónica puedes leer aquí—.
Y otro motivo para asistir era la entrevista que pactamos con Jorge Salán, que finalmente no pudo hacerse. Ese mismo día salía a la venta el ábum «Divak» y encima, la gira mundial se iniciaba en Barcelona, por lo que la banda quería hacer una prueba de sonido más elaborada de lo habitual. El problema fue que entre esa prueba y que llegaron de Madrid con cierto retraso, al final no hubo tiempo para nada. Pero otra vez será.
Así que para allí que fuimos Iván Macías y servidor, acreditados por Robert Mills de RM Concert, al cual le agradecemos la invitación.
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La velada se inició con la actuación de los suizos Vanadine, un combo de hard rock y metal alternativo que ya nos visitaron hace unos meses como teloneros de Dokken.
Liderados por su vocalista Mitch M. Michel, realizaron un concierto bastante flojo pese a las ganas que su frontman ponía.
Los temas de su debut «Liar», como «Sign of the times», «Displeased», «Hurts», «Rainy days» o «Liar» no terminaron de cuajar. Varios pudieron ser los factores para un concierto tan flojo, como que su música si bien con cierta calidad, no deja de ser un cúmulo de clichés del género, que debutaba justo ese día con ellos el guitarrista Yannick H. Lehmann, la poca gente que había para verlos, y que esta gente, ante una mezcla de sonido muy deficiente, como suele ser habitual en esta sala, no prestara excesiva atención.
De poco servían los esfuerzos de Michel, porque la gente no respondía y sus compañeros tampoco estaban demasiado animados, y para colmo, los coros sonaban sospechosamente a playback.
No obstante, según críticas de otros conciertos, parece ser que suele ser una banda muy solvente en directo, así que lo dejaremos en que no tuvieron el día bueno.
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Y ya sobre las 22:00, aparecieron en escena S·OT·O, así, con sus tres puntitos en medio. La banda es la misma que lleva acompañando a Jeff Scott Soto desde hace un montón de años, pero debido a que las canciones compuestas de sus dos últimos álbumes están orientadas hacia un metal de corte moderno muy contundente y con ciertos elementos electrónicos, y que ahora todos los músicos participan en tareas de composición, Jeff se dio cuenta que ya no era un proyecto suyo en solitario con músicos a sueldo, sino que se habían convertido en un grupo con entidad propia, por eso lo del nuevo nombre. Y con esa idea en mente, venían a España a presentar tanto «Inside the vertigo» como «Divak», ya que la gira mundial que se iba a realizar el pasado año presentando el primer disco, no pudo realizarse.
Jeff Scott Soto, Jorge Salan, Edu Cominato —batería—, David Z —bajo—, BJ —guitarra rítmica y teclados— salieron a por todas con «Freak show» de «Divak» y «Wrath» de «Inside the vertigo».
Para entonces la sala estaba bastante llena, pero no del todo, algo que resulta incomprensible e indigno para una estrella de este calibre, que en menos de una década ha pasado de llenar una Sala Mandra 1 con 800 localidades a tocar en Razzmatazz 3 para menos de 125 personas —que es la capacidad máxima de la sala—; pero es lo que tiene esta ciudad, que es cada vez más impredecible.
En cualquier caso, por más deficiencias de sonido que hubiera (las primeras canciones sonaba todo muy embarullado, aunque poco a poco fue mejorando) o que el escenario sea pequeño pero aún así tenga una disposición espantosa, con una columna en un lateral y un altavoz de P.A. dentro del recinto de los músicos, el grupo iba a por todas, con ganas, divirtiéndose y muy compenetrados entre sí. Y es que algo que siempre me ha gustado de esta banda —incluso cuando se llamaban Jeff Scott Soto y era un proyecto en solitario del vocalista— es que el buen rollo que transmiten no se debe a imagen o postureo, sino a que son amigos de verdad, y es algo que se nota.
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Tras este intenso comienzo, el hard rock más tradicional hacía acto de presencia al sonar los acordes de «21st Century» de Jeff Scott Soto y «Colour my XTC» de Talisman, cambiando un poco el sonido del concierto pero sin perder la garra.
A partir de ahí vendría un potente bloque en el que sonarían temas de los dos álbumes de S·O·T·O, como «Break», «Final say», «The fall», «Cyber masquerade» (en la cual David Z estuvo inmenso con sus líneas de bajo y Salán tocó un solo de guitarra muy elaborado y complejo con una limpieza absoluta).
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A continuación, llegarían dos de los mejores momentos de la noche en forma de versiones. Una fue «Warrior» de Axel Rudi Pell y la otra la coreadísima «Livin’ the life», aparecida en la banda sonora de la película «Rockstar».
En varios momentos anteriores Soto se había mostrado muy divertido hablando con el público, y mencionando lo difícil que le resulta no moverse debido a las reducidas dimensiones del escenario, pero llegado a ese punto, dedicó unas palabras al reciente atentado terrorista de Bélgica, antes de pasar a «When I’ m older», «Weight of the world», «Suckerpunch» y «Unblame».
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A continuación, el vocalista abandonó el escenario para dejar el protagonismo en manos de Jorge Salán. «Risk», de su fantástico «Chronicles of an evolution», fue el tema instrumental de la noche.
Resulta curioso el tema elegido, puesto que el propio Soto colaboró en dicho disco y quizás lo normal habría sido que hubiesen tocado ese tema. Pero es posible que fuera una deferencia hacía su público español.
En cualquier caso, Salán no desaprovechó la ocasión y sacó a relucir al guitar hero que estaba aparcado hasta entonces. Y que conste que estaba tocando de fábula, escupiendo contundentes riffs con su Gibson Les Paul, pero la música de S·O·T·O no es de demasiado solos (aunque los hay, y son de un gran calidad), y en ese momento es cuando podía lucirse y así lo hizo.
De todas formas, ese no sería el único momento de lucimiento de nuestra gloria nacional. Tras «Risk», Soto volvió al escenario y nos trasladamos varias décadas al pasado, cuando siendo muy joven fue fichado por un también joven guitarrista sueco que redefiniría la guitarra heavy. Y a Jorge Salán no le tembló el pulso cuando tuvo que enfrentarse a un terrorífico medley de Yngwie Malmsteen, formado por «I’ m a viking» y «I’ll see the light, tonight».
Pese al cambio de registro, el público disfrutó, y lo aficionados a las seis cuerdas quedamos encantados. Y entonces llegó el último tema de la noche, y con él una nueva sorpresa, porque en vez de volver a la potencia del metal moderno de los dos discos que presentaban, lo hicieron con otro corte de la banda sonora de «Rockstar», y cómo no podía ser de otra manera, tenía que ser ese himno metalero llamado «Stand up», que Soto interpretó en su día junto a Myles Kennedy.
Un broche de oro a un magnífico concierto.
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Grandísima velada la de Jeff Scott Soto y los suyos, o mejor dicho, de S·O·T·O, porque ahora son un grupo unido y se nota. Todos rallaron a gran altura y es muy difícil destacar a alguien sobre el resto. Soto sigue teniendo un nivel vocal impresionante, que sólo se vio en apuros en las notas más agudas de «Stand up», pero que suplió con creces al moverse como pez en el agua en otros registros y a tener un carisma y personalidad arrolladoras. Jorge Salán, preciso, contundente, con feeling, y menos parado y sobrio que en otras ocasiones, posiblemente debido al hecho de jugar en casa. David Z fue otro que mantuvo el pie en el acelerador y no lo soltó en ningún momento, demostrando una actitud rockera a prueba de bombas. Y tanto Edu Cominato como BJ, muy divertidos y comunicativos con el grupo.
Si hubiera que poner pegas al concierto, serían en aspectos ajenos a la banda. El sonido estuvo por encima de la media en esta sala, lo cual es un logro, pero el técnico necesitó de cuatro o cinco canciones hasta conseguir el equilibrio necesario (pese a lo cual, los teclados no llegaron a escucharse bien en ningún momento).
El asunto de la iluminación horrible y pobre, con un despliegue de las temidas luces rojas constante; pero esto es algo inherente a esta sala y no puede hacerse nada. La organización de Razzmatazz en su día destinó un buen presupuesto a las salas 1 y 2 pero se olvidó de la 3.
Y la actitud del aficionado metalero barcelonés, pues una vez más lamentable, ya que viene una gran estrella como es Jeff Scott Soto acompañado de uno de los virtuosos más populares que tenemos y no hace ni caso. Luego vendrán los grandes nombres de siempre a hacer lo mismo que llevan haciendo desde hace treinta años con unos precios abusivos y lograrán el lleno absoluto.
No obstante, si de algo puede estar satisfecha esta banda, es de tener en Barcelona un público muy reducido pero estuvo entregado de la primera a la última canción. Claro que con unos músicos así delante, es difícil no disfrutar.
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TEXTO Y FOTOS: Albert Sanz
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