El segundo día congregó a todavía más gente que el «Welcome day», deseosa de ver a los cabezas de cartel.
Steven Wilson se consolidó como el incuestionable gurú del rock progresivo actual.
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Introducción
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Tras una perfecta pre-party y un primer día —o «Welcome day»— con muchas luces pero algunas sombras, llegamos al segundo día de festival. Un día en el que la organización echó el resto con las bandas más importantes, y que congregó a una mayor cantidad de asistentes.
Vamos a ver que pasó.
Anneke Van Giersbergen presents The Gentle Storm
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El segundo día comenzó con un calor y sol aún más brutales que el día anterior. También comenzó con la apertura de puertas sólo medía hora antes y mucha gente perdiéndose una parte de la actuación de la primera banda (menos mal que en esta ocasión había estado haciendo cola tres horas antes).
Sin la participación del creador y compositor principal del grupo, Arjen Anthony Lucassen, y con el nuevo liderazgo de nuestra holandesa favorita, la banda cambió de nombre reconvirtiéndose en Anneke Van Giersbergen presents The Gentle Storm, aunque más bien debería de haberse denominado Anneke Van Giersbergen & Stream of Passion, pues tres de los miembros que se han incorporado a esta gira —el bajista Johan Van Stratum, la cantante Marcela Bovio —la cual también colaboró en otro proyecto de Lucassen, Ayreon— y el teclista Joost van den Broek— pertenecen a esa banda de metal gótico, que, a modo de curiosidad, también fue creada por Lucassen y «abandonada» por él tras un impresionante primer L.P., y que ha continuado sin la guía de su fundador grabando hasta el momento tres excelentes discos.
El concierto se inició de forma muy potente, con «Endless sea», «Heart of Amsterdam» y «Storm», pero aunque el grupo lo daba todo, podíamos ver como Anneke lo pasaba realmente mal. El sol era molesto y el calor sofocante, y la holandesa fue la músico que peor lo pasó de todos los que intervinieron en el festival. Incluso hubo un momento que dijo entre sonrisas, que estaba a punto de morirse y que sólo a ella se le podía ocurrir actuar con pantalones negros.
Lo cierto es que no era un comentario gracioso sino que lo decía en serio, porque en los momentos en los que no cantaba y tenía que moverse en plan rockera, se le veían los gestos de esfuerzo y cansancio, y en varias ocasiones se refugió en la tarima trasera sobre la que hacía coros Marcela Bovio, para ocultarse del sol.
Tras esos tres temas, que pese al asunto de temperatura sonaron perfectas, vino «Brightest light», y a partir de ahí, varias versiones a cual más espectacular: «Isis and Osiris» de Ayreon, «Witnesses» de Aqua de Annique, «Strange machines» de The Gathering —estas dos últimas son formaciones en las cuales ha militado la vocalista— y la muy celebrada «Fallout» de Devin Townsen Project.
Y para finalizar, un nuevo tema de The Gentle Storm llamado «Shores of India».
Durante el concierto pudimos oír gran cantidad de samplers de teclado y orquesta, por lo cual se echó en falta la inclusión de un teclista en la banda.
Quien dio mucho juego fue Marcela Bovio. No sólo sus coros eran magníficos, sino que hubo momentos en los que pudo lucirse en duetos con Van Giersbergen o en solitario. Y lo cierto es que todo el que haya oído su trabajo con Stream of Passion, sabe que podría liderar perfectamente a The Gentle Storm. Con mucha técnica vocal, gran capacidad de interpretación y un tono de voz hermoso, hubo algunos momentos en los que consiguió eclipsar a su «jefa».
En definitiva, aún con el malestar que tenía encima Van Giersbergen, consiguió superar el trance y entregarnos junto al resto de sus compañeros una actuación alucinante, y que cómo no, esperamos que se repita en un entorno más adecuado (y si es con Arjen Anthony Lucassen, mejor que mejor).
Sólo una pega, que aún así no consiguió empañar un excelente concierto: el bajo volumen de Anneke, que habría estado bien que hubiese sido un poco más alto.
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Between the buried and me
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Los norteamericanos se encargaron de satisfacer las ansias de los aficionados a sonidos contundentes, pero también de los aficionados a las seis cuerdas, ya que su guitarrista Paul Waggoner fue el más virtuoso del festival, no sólo en cuestión de solos de guitarra, sino en las partes rítmicas también; y consiguiendo además un sonido brutal con guitarras de seis cuerdas nada más, y eso que en el estilo del grupo encontramos algo de math metal y djent.
Con el carismático Tommy Rogers al frente, la banda descargó toda la brutalidad de que son capaces, pero también la melodía, aunque también es cierto que al vocalista se le vio un poco forzado en algunos guturales.
El último disco de la formación, «Coma ecliptic» apareció el año pasado, y en contra de lo esperado, tampoco le dieron tanta importancia dentro del set-list, así que se centraron más en su anterior, el exitoso «The parallax II: Future sequence», álbum al que le deben de tener mucho cariño, a tenor de lo visto.
Inciaron el concierto con «The coma machine», para continuar con «Informal gluttony», «Extremophile elite», «The ectopic stroll», «Telos», «Bloom» y «Selkies: the endless obsession». Un set-list algo breve pero con canciones de bastante duración.
Muy técnicos y contundentes, el grupo aprovechó al máximo la hora que tenían asignada y se lanzó a por todas, aun a riesgo de que alguno de sus componentes pudiera sufrir un infarto debido del calor reinante, y temas como las magistrales «Telos» o «Selkies: the endless obsession», de una notable dificultad técnica, sonaron de fábula.
Sin embargo, tras escucharlo, me vino a la cabeza el hecho de que los grupos de metal progresivo de hoy en día parece que no puedan serlo sino introducen elementos de death metal y voces guturales, que pueden echar para atrás a mucha gente. Hoy en día parece que no pueden aparecer unos Symphony X, y que cualquier grupo que quiera hacer metal progresivo ha de empaparse de la discografía de Deicide u Obituary y rizar el rizo sonando lo más bestia posible.
Esto pasa con Between the buried and me, aunque hay que reconocer que junto a Opeth, saben combinar la parte más destroyer junto a pasajes más tranquilos —con ocasionales toques de jazz— y un desarrollo bien progresivo.
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Magma
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Y llegamos a uno de los momentos clave. Uno de los momentos por los que vale la pena asistir y por la que el Be Prog! My Friend tiene sentido: poder ver una propuesta creativa, compleja y experimental; el progresivo en estado puro.
No obstante, con Magma se ha producido un hecho que personalmente, con perdón, me ha tocado las bolas. Y es que de repente, todo el mundo conocía a Magma, todo el mundo era fan suyo y todo el mundo los adoraba. Y por supuesto, muchísima gente comenzó a quejarse en las redes sociales del hecho de que tocasen sólo una hora y no fuesen considerados cabezas de cartel. Hasta tal punto llegó la cosa, que el responsable de redes sociales del festival tuvo que precisar que ser un grupo de culto no es equivalente a ser atractivo para todo el público.
Y es que cualquiera diría que una banda que lleva en activo desde 1.969, tiene editados entre álbumes de estudio, directos y recopilatorios más de treinta títulos, y ha creado siete spin-offs con miembros y ex miembros que han ampliado su personal universo, ha de ser famosa a la fuerza. No necesariamente, y es que no ayuda nada el hecho de haber creado un subgénero propio dentro del rock progresivo, el denominado zeuhl, mezcla de rock progresivo, rock psicodélico, jazz, free jazz, avant garde, new age y música clásica contemporánea —teniendo como máximos referentes a John Coltrane, Soft Machine, Frank Zappa e Igor Stranvinsky—, ni englobarse dentro de la corriente RIO —Rock In Opposition—, ni que todos los álbumes sean conceptuales, clasificados en tres grandes arcos argumentales, y que la premisa sobre la que giran todos ellos sean las vicisitudes de un grupo de refugiados que escapan de una Tierra moribunda y se instalan en Kobaïa, un planeta ficticio. Y por supuesto, aún menos ayuda a que Magma sea una banda famosa el hecho de cantar en un idioma inventado, el kobaïano.
Con todo ello, y con perdón nuevamente, a Magma no los conocía ni su puta madre. Y el que los conociese, es casi seguro que no disfruta con su música, porque aquí estamos hablando del rock progresivo en todo su esplendor, con todo lo que ello conlleva de experimentalidad y rareza. Y lo vivido en las redes sociales respecto a este grupo francés sólo puede calificarse como progstureo.
Y dicho esto, con algo de retraso por un cambio de backline más complicado de lo habitual —estamos hablando de un grupo de ocho miembros— apareció Magma sobre el escenario, con el batería y fundador del grupo, Christian Vander al frente, quien pese a su edad dio una continua masterclass de técnica baterística al máximo nivel.
El concierto comenzó a lo grande, con la suite «Theusz hamthaak», una brutal composición de más de media hora de duración en la que aparecen todos los ingredientes del zeuhl y que tiene una gran utilidad: si resistes escuchándola y te gusta, ya tienes todos los puntos para que disfrutes de la música de los franceses.
«Theusz hamthaak» mostró a un grupo muy compacto, haciendo fácil algo muy difícil y en el que sobresalía el gran Vander, quien parecía dirigir al grupo como si fuese un director de orquesta. Pero también hay que reconocer que en el aspecto onírico y las sensaciones que proporcionan algunos pasajes tienen mucho que ver los tres vocalistas, Stella Vander, Isabelle Feuillebois y Hervé Aknin.
Debido a que al cambio de backline se alargó más de la cuenta, no pudieron tocar «Mekanïk destrukïw kommandöh» —otro tema de larga duración que ronda los cuarenta minutos, aparecido en el álbum homónimo de 1.973 y troceado en siete partes por la compañía discográfica—, tal y como explicó Aknin, y no querían que quedase cortado. Por lo tanto, optaron por tocar «Zombies» y «Kobaïa».
Con elementos de jazz, new age y Frank Zappa, hay que reconocer que su concierto no fue tan arduo de escuchar, pese a todo el aire de experimentalidad de la música. A ello ayudó la innegable pericia instrumental de todos los componentes, la sensación de «no sé qué puñetas estás haciendo, pero me gusta» y el perfecto sonido.
Magma salieron triunfantes aún siendo la propuesta más rara y extrema del festival, entre sonoros aplausos tanto por parte de los que los conocían como los que los descubrían por primera vez. No sé si algún día se sabrá la verdad respecto a la leyenda urbana que está corriendo estos días, que dice que el grupo ha actuado en el festival por mediación —algunos hablan de imposición— de Steven Wilson. Aunque lo cierto es que poco importa de qué manera hayan venido, lo importante es que lo hayan hecho y que algún promotor sea valiente y los traiga de nuevo, y que no tengamos que esperar casi cincuenta años para volverlos a ver.
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Opeth
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Llegaban las 21:00 y todavía de día pero sin sol, hacían acto de presencia el grupo sueco más famoso de la historia con permiso de ABBA, los señores Opeth. Con su líder, Mikael Åkerfeldt, alias «Miguelito» al frente —tal y como el público le llamó en múltiples ocasiones—, armado con una preciosa Paul Reed Smith color burdeos, volvía a Barcelona y al mismo festival, pero esta vez compartiendo el hecho de ser cabezas de cartel.
En esta crónica sé que voy a pecar de poco neutral (bueno, ninguna opinión es neutral, pero ésta lo será aún menos). Diversas personas con las que he conversado afirman que estuvieron muy fríos, que Mikael cantó regular, que hicieron lo justo sin entregrarse y que les afectó el que una parte de show fuese de día. En cambio, a mi me pareció todo lo contrario, debido a que en su anterior visita apenas había escuchado su música, y ahora, con los «deberes hechos», pude reconocer los temas que tocaron y disfrutarlos, cosa que la otra vez no hice.
De todas formas, si algo les puede dar la razón a estas personas, es que a mitad de concierto, el mismo Mikael se disculpó de su bajo rendimiento por dos motivos:
- Que le imponía mucho tocar después de Magma.
- Tenía un tremendo resfriado y sólo podía cantar al 30%, aunque haciendo gala de su buen humor, también dijo que no pasaba nada si se equivocaba y sonaba raro, porque al fin y al cabo estaban en un festival de progresivo.
De forma previsible (lo cual tampoco es negativo), comenzaron con «Cusp of eternity» de su último disco hasta la fecha, «Pale communion». Lo que no fue tan previsible es el hecho de que pese a que la formación está abandonando su faceta más death y burra, y por tanto, también los guturales, en pro del metal progresivo, ese primer tema fuera el único que tocaron del último disco.
Pero tampoco sería la única sorpresa, ya que Mikael anunció que tocarían un adelanto de «Sorceress», el nuevo álbum de la banda que del está anunciado su lanzamiento para septiembre. El adelanto no fue una canción completa, sino un simple acorde que aseguró podría escucharse en una de las canciones, lo cual recordó al juego que se traen cada vez que versionan «You suffer» de Napalm Death —canción que apenas dura un segundo y que tiene el récord Guiness de la canción más breve de la historia—.
Y así, entre temas como «The lepper affinity», «Godhead’s lament», «To rid the disease», «The lines in my hand», «Heir apparent», «The Devil’s orchard», «Demon of the fall», «The grand conjuration», «Deliverance», «The leper affinity» o «Feel the dark», el vocalista siguió demostrando que es el frontman más bromista y hablador de la actual escena del metal, a pesar de su tono siempre serio y su forma de hablar pausada.
De hecho, antes de tocar «The Devil’s orchard» pidió perdón porque pertenece a «Heritage» y sabe que es disco más odiado por los fans de Opeth.
También se mostró muy cachondo por la cantidad de veces que la gente le llamaba «Miguelito», a lo que contó la anécdota de que a su compañero bajista, el uruguayo afincado en Barcelona, Martín Méndez, también le pusieron un apodo hasta que consiguieron recordar como se llamaba en realidad.
En fin, ver a Opeth en directo, pese a que son una banda que arrastra masas y que sin duda, se les ha de considerar como uno de los mitos del metal actual, tiene mucho de colegueo. Aunque estés rodeado de cinco mil personas, parece que estés en el ensayo de unos colegas. Esta implicación de la banda con el público hace que se les coja un enorme cariño, aunque luego te descarguen una burrada gutural y te hagan sangrar los oídos. Pero nadie tiene colegas perfectos, y a un colega se le perdona todo.
En mi opinión, gran concierto, muy buen set-list, virtuosismo instrumental y un frontman genial. Inmejorable.
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Steven Wilson
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El segundo cabeza de cartel del festival y el nombre más importante de todos fue Steven Wilson, el cual, pese a tener una impactante discografía con Porcupine Tree, en los últimos tiempos ha afianzado su propia carrera hasta el punto de que su popularidad y prestigio está superando al de la mítica banda. Y es que realizar algunos de los mejores discos de progresivo de los últimos años con unos músicos de excepción también ayuda lo suyo.
En esta ocasión tampoco voy a ser muy neutral, tal y como sucedió con la crítica de Opeth. Y es que yo solamente lo había visto junto a Porcupine Tree en el Sonisphere de 2.010, así que su actuación me supo a gloria. Pero claro, también entiendo que los que asistieron a la gira del año pasado les supiera mal encontrarse con un set-list prácticamente idéntico.
No obstante, ello no quita mérito ni calidad a canciones como esa maravilla de rock progresivo setentero que es «First regret / 3 years older», la emotiva «Hand.Cannot.Erase» o la mal rollera «Routine», con proyección de su videoclip en la pantalla gigante.
Pese a las dos horas programadas de tiempo —que al final se redujeron a más o menos una hora y cincuenta minutos—, el set-list tras los tres temas mencionados siguió siendo magistral, con temazos como «Home invasion», «Lazarus», «Ancestral», «Index», «Don’t hate me», «Regret #9», «Happy returns», «Harmony korine», «Ascendant here», «Vermillioncore», «The sound of Muzak» y un final épico y perfecto con «The raven that refused to sing».
Como es habitual, Wilson se mostró un tanto parlanchín entre tema y tema, aunque sin llegar al nivel del cantante de Opeth, e hizo referencia a la muerte de Prince y David Bowie, a los que les dedicó «Lazarus«, la versión que tocaron de Porcupine Tree. Da la casualidad de que «Lazarus» es también el nombre de una canción perteneciente a «Blackstar», el disco póstumo de Bowie, y que el fallecido cantante fue quien sonó como música de fondo por los altavoces de P.A. minutos antes de comenzar este concierto.
Los músicos también tocaron de una forma sobrecogedora. No llegarían al nivel de técnica de los franceses Magma, pero casi, y en interpretación estuvieron sublimes. Difícil destacar a alguien, aunque Adam Holzman al teclado sin duda protagonizó varios de los mejores momentos del concierto. Y por supuesto, Guitar Xperience no podía pasar por alto las evoluciones del muy rockero guitarrista Dave Kilminster y el excéntrico Nick Beggs, extraordinario stickista y bajista y que tras comenzar en el synth-pop ochentero con la banda Kajagoogoo —liderada por Limahl y posteriomente renombrada como Kaja al ponerse Beggs al frente—, ha acabado siendo abducido por el rock progresivo y trabajando para Steven Hacket y Steven Wilson.
El rubio bajista al cual se le echaron de menos sus famosas coletas, tocó de maravilla el bajo tanto a dedos como a púa, y también pudimos disfrutar de su gran técnica de tapping cuando usó el chapman stick.
Y en cuanto a sonido e iluminación pues ninguna queja. Sonido perfecto e iluminación que junto a las imágenes de la pantalla, lograban enfatizar las sensaciones de las canciones.
Si no lo era ya, tras esta actuación, Steven Wilson se ha erigido como el actual gurú del rock progresivo, y sólo queda la duda de saber si será capaz de mantener un nivel de calidad tan antinatural como el de su discografía.
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Textures
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Y llegamos al final del festival con la actuación de los holandeses Textures. Personalmente me encantaron, y mucho. Es el tipo de metal moderno que me gusta: ultrapotente pero limpio. Nu metal, metalcore y todas las tendencias actuales en el heavy metal. El legado de Slipknot y Fear Factory. Pero eso sí, progresivo nada de nada. Hablar de Meshuggah y su inclusión en la edición del año pasado dio y sigue dando lugar a un interminable debate sobre si hacen o no metal progresivo, puesto que hay elementos para la duda. Pero se mire como se mire, con Textures no hay discusión posible (igual que sucedió con los encargados de cerrar la mencionada edición tras Meshuggah, los españoles Robotporn), NO HACEN ROCK NI METAL PROGRESIVO. Y punto.
Respecto a su actuación, lo suyo fue una auténtica putada. Y no porque lo hicieran mal, ni mucho menos. Pero finalizar el Be Prog! My Friend con «The raven that refused to sing» de Wilson habría sido perfecto ya que sólo se le puede definir como uno de los mejores temas compuestos en los últimos años. Y habría sido un final emotivo y que habría hecho que saliésemos del recinto del Poble Espanyol flotando, en paz con el mundo, sintiendo la energía del universo y con una sonrisa de oreja a oreja que duraría hasta el Be Prog! del próximo año.
Habría sido lo más parecido a volver a sentirte como si tuvieras cinco años y estuvieses en la cama en una noche fría, y que tu madre te arropase y te diese un besito en la frente. Pero no. A la 1:50 de la madrugada salen estos animales, los cuales además no se cortaron por el hecho de que más de la mitad del público huyera en desbandada. Es más, debieron de pensar «que se jodan los que se han ido», porque salieron a por todas y lo dieron todo en su hora y diez minutos de tiempo asignado. Me atrevería a decir que casi fue el grupo con más ganas y actitud de todos.
Pero claro, he hablado del besito materno y la conexión cósmica. ¿Y qué pasó? Que no hubo nada de eso, ya que tras la relajación vino la excitación de nuevo, y con toda la gente y yo mismo que queríamos más caña. Fue tan intenso lo de este grupo que a las 2:58 un numeroso grupo de asistentes ¡¡estaban haciendo pogos y walls of death!!
Vamos, que la organización mete en ese momento tres grupos más y todos tan contentos. Pero como digo, habría sido espectacular salir levitando y tranquilos con esa maravilla de Wilson, que no excitados y en plan coitus interruptus porque después de Textures no había nadie más.
La banda presentaba su último trabajo, «Phenotype» con el vocalista Daniel De Jongh al frente, el cual se portó como un excelente frontman, con carisma, cantando a la perfección y sabiendo animar al público para que la energía no menguase.
«One eye for a thousand», «New horizons», «Shaping a single grain of sand», «Illuminate the trail», «Regenesis», «Awake», «Singularity» y «Laments of an icarus» fueron temas que dejaron claro que tanto a nivel de composición como en directo, esta banda es una de las mejores experiencias que hay en la actualidad si hablamos de metal contundente. Pero eso no quita el hecho de que ni hacen metal progresivo ni deberían haber actuado tras Steven Wilson.
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Sonido e iluminación
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Es esta ocasión, el sonido no sólo fue muy bueno durante el festival, sino que la regularidad fue la tónica dominante. La organización ha tomado nota de la irregularidad de la primera edición (en especial por el desastre que fue la mezcla de audio durante el concierto de Pain of Salvation) y ha mejorado en este sentido. La única queja la tendríamos con la voz de Anneke Van Giersbergen, en todo momento algo floja, pero sin que ello impidiera escucharla y sin que hubiese una gran diferencia en la mezcla de sonido de Anneke Van Giersbergen presents The Gentle Storm y el resto de bandas. En cierto modo fue como en la segunda edición, en la que todos los conciertos mantuvieron un nivel de calidad semejante pero luego hubo una diferencia abismal con la actuación de Devin Townsend Project, en la que la voz era casi inexistente y las guitarras una ininteligible bola de graves. Por fortuna, la actuación de la banda fundada por Anthony Lucassen no llegó a esos extremos.
Como digo, la calidad y regularidad se impuso en todo el cartel, y eso que había bandas con una configuración compleja de músicos, como Magma, que llevaban entre otros, a tres cantantes y un xilofonista.
En cuanto a iluminación, sí que hubieron grandes diferencias. Teniendo en cuenta que el equipo es el mismo para todos, desconozco si aquí entra en juego el asunto de la importancia del grupo dentro del cartel o es una decisión artística de cada una de ellos. Lo digo porque una banda con un recorrido de más de una década como Textures optó por unas luces blancas y azules, dejándoles en penumbra, sin que apenas se les viese, y después nuestros Exxasens abren el festival a las 17:30 con un sol de justicia y resulta que muestran una coreografía de luces a la altura de Steven Wilson o cualquier de los otros grupos grandes.
Y lo mismo de las luces puede aplicarse al uso de la pantalla gigante de detrás del escenario. Curioso también que los ganadores en este apartado fuesen Exxasens, con una serie de vídeos e imágenes preparados para interactuar con la música. Steven Wilson también hizo un buen uso de la pantalla, mostrando videoclips de las canciones que interpretaba junto a sus músicos, pero en cualquier caso, Exxasens fue el grupo ganador en esta categoría.
Y la sorpresa viene porque Wilson o los grupos grandes tampoco están en segundo lugar, no. La medalla de plata se la otorgamos a nuestros otros representantes, los Obsidian Kingdom, que también trabajaron mucho este aspecto.
Eso para que luego los programen en primer lugar.
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Conclusión
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El Be Prog! My Friend ya parece consolidado. Si bien no hay cifras oficiales, a simple vista el viernes ya dio la sensación de que hubo la misma gente que los otros años, y el sábado que se superó.
En las dos anteriores ediciones, una vez pasados unos días, el responsable de FaceBook de Madness Live! Productions confesó el hecho de que habían perdido dinero. Imagino que debió ser por la mínima y eso les impulsó a intentarlo una segunda y una tercera vez. En esta ocasión diríase que hubo más público, pero también es cierto que hubo más bandas y un día más de alquiler del lugar, por lo cual los gastos se habrán incrementado, así que cabe la posibilidad de que hayan vuelto a tener más gastos que ingresos. Esperemos que no haya sido así.
Sobre asuntos de cartel y grupos participantes, como siempre, para gustos colores. Nunca va a existir el cartel perfecto, pero van por el buen camino. Sigo pensando lo que expresé en la crónica del primer día respecto a que fichar a Opeth y Steven Wilson fue tirar por la vía fácil, pero cuando hablamos de nombres grandes, a veces la vía fácil es la única vía posible. Y también es una manera de asegurarse el lleno, ya que es obvio que nadie trabaja por amor al arte.
En cualquier caso, también me reafirmo en que Textures no es una banda de metal progresivo y no debería haber sido incluida en el programa.
Y hablar de Textures, me lleva a otro tema, que es de la existencia de un grupo más después de un cabeza de cartel. De toda la vida, el cabeza de cartel ha sido el último grupo. Y ya no sé si es cosa de la edad de ciertos músicos o que ciertas bandas no quieren actuar muy tarde, que ahora nos encontramos o bien que el cabeza de cartel toque en la mitad del festival, o toquen los penúltimos. En el caso de tocar por la mitad, la existencia de bandas relevantes tras ellos asegura que la gente no se marche. El tocar los penúltimos asegura la desbandada masiva. Y el Be Prog! My Friend no se libra de esto. Les pasó a Pain of Salvation, les pasó a Robotporn y les ha pasado a Textures.
Lo que algunos consideraran como el regalo de poder escuchar a un nuevo grupo tras el cabeza de cartel, para mi es una falta de respeto por no tener a todo el público disponible. Aunque en la falta de respeto no sólo entra la organización, sino el mismo público que huye en desbandada pese a que toquen unos Pain of Salvation que no son una banda menor precisamente.
En cuanto a los cabezas de cartel, tampoco se entiende que Opeth y Steven Wilson tocaran el segundo día. Esto crea una división entre los grupos «menos importantes» y los otros. Y cierto es que así se les consideraban, ya que iban a tocar en Apolo y no en el Poble Espanyol, pero si haces que la gente se movilice hasta allí, lo más normal habría sido colocar a Opeth un día y a Wilson el otro, ya que eso habría atraído a más público al primer día.
Otra posibilidad de orden habría sido que Anneke Van Giersbergen presents The Gentle Storm hubiesen cerrado el primer día, sobretodo por el nombre que ya tiene la holandesa entre el aficionado progresivo y rockero. Creo que habría sido mejor ser «el grupo más importante de los menos importantes» que el «grupo menos importante de los más importantes».
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Y si volvemos a las faltas de respeto, podríamos hablar lo mismo en referencia —y aquí pido perdón de nuevo por mi manera de expresarme— a algo QUE ME TOCA MUCHO LOS HUEVOS: que es que las puertas se abran media hora antes de que comience el primer grupo. Esto es una de las señas de identidad de todos los festivales españoles, y no lo entiendo. Por más velocidad y diligencia con que trabajen los chicos de la entrada (que lo hicieron muy rápido), no se puede revisar a 2.000 personas o más en media hora. Yo mismo me perdí las tres primeras canciones de Exxasens, habiendo hecho cola de una hora. El segundo día no me sucedió eso, pero a costa de estar más de tres horas antes.
No creo que mi opinión consiga que los festivales empiecen a operar de otro modo, pero el que paga la entrada está en su derecho de ver a todos los grupos y no escucharlos desde fuera. Y el primer grupo tiene el derecho de tener a la máxima audiencia posible enfrente suyo. Una vez comience a tocar, ya le tocará currarse su actuación para que la gente no se vaya a beber o a jugar al Pokemon Go, pero que se les dé la oportunidad de tener a cuanta más gente posible.
Como digo, no encuentro excusa a este asunto, máxime cuando resulta que la gente estaría más tiempo dentro del recinto y podría consumir más, por tanto, más dinero que se podría ingresar.
Y otro asunto especialmente molesto hace referencia a los horarios, otro clásico de los festivales. No es lógico ni normal comenzar a primera hora de la tarde y cocer a los músicos y asistentes. Desconozco si hay alguna normativa municipal que impida eventos de este tipo más allá de las tres de la madrugada, pero bien podrían comenzar los festivales a las siete u ocho de la tarde y finalizar sobre las seis de la mañana del día siguiente. Para el asistente no sería un inconveniente porque ya va mentalizado que buena parte del día y de la noche ha de dedicarlo a esta actividad; simplemente sería comenzar tres horas más tarde.
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En fin, pese a lo criticado en estas conclusiones, el Be Prog! My Friend es un evento al que hay que apoyar a muerte y que se está convirtiendo en un referente europeo, a tenor de la gran cantidad de extranjeros que asistieron al mismo. Nos está permitiendo disfrutar de grupos que de otra forma no podríamos ver y le está dando la debida importancia al rock progresivo, un género amplio y de límites difusos, pero que impulsa una creatividad que cada vez se está perdiendo más entre el maremágnum de propuestas clónicas mainstream.
Además, de siempre las autoridades han apoyado en Barcelona a ciertos festivales basados en el postureo y el gafapastismo, y para una vez que tenemos una propuesta de calidad, qué menos que le demos todo nuestro apoyo y buenos deseos.
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¡Necesitamos más creatividad!
¡Necesitamos más rock progresivo!
!Necesitamos más
Be Prog! My Friend!
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Si os habéis perdido las crónicas de la Be Prog! Pre-Party y del primer día del Be Prog! My Friend, a continuación os dejo los enlaces:
- Be Prog! My Friend Pre-Party:
https://guitarexperienceradioshow.com/2016/07/18/xperience-live-be-prog-my-friend-pre-party-30062-016/ - Be Prog! My Friend (Welcome Day): https://guitarexperienceradioshow.com/2016/07/20/xperience-live-be-prog-my-friend-welcome-day-parte-i-1072-016/
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TEXTO Y FOTOS: Albert Sanz
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