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FICHA
- Artista: Yngwie Malmsteen
- Sello: Rising Force Records
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Año: 2.016
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Estilo: Heavy metal neoclásico, heavy metal, power metal, shred
CALIFICACIÓN
CALIFICACIÓN TÉCNICA
- Nivel de técnica: 7/10
- Velocidad: 7,5/10
- Variedad de fraseo, recursos y técnicas: 5/10
- Nivel de coñazo virtuosístico: -9/-10
- Nivel resto de músicos: 6/10
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Calidad producción (equilibrio en la mezcla, masterización, etc.): 3/10
- Calidad presentación (carátula, libreto, etc…): 4/10
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PUNTUACIÓN: 4,7/10
CALIFICACIÓN MUSICAL
- Calidad musical: 3/10
- Nivel de feeling: 1/10
- Posibilidad de escucharlo de un tirón: 2/10
- Ganas de hacer “headbanging”: 3/10
- PUNTUACIÓN: 2,25/10
PUNTUACIÓN TOTAL: 3,5/10
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INTRODUCCIÓN
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Este 2.016 ha significado la vuelta al estudio del virtuoso sueco. Lo más viejos del lugar sabréis que no somos muy amantes de este guitarrista. De leyenda ultra técnica y creativa, de alguien que ayudó junto a Hendrix, Van Halen, Vai y Satriani a redefinir el modo de tocar la guitarra eléctrica en un contexto de rock y metal, con los años ha acabado siendo una fotocopia de mala calidad de sí mismo, con algunos y contados destellos de calidad, pero por norma general, muy decepcionante.
Si leísteis la crítica de «Spellbound» que escribí para esta web —link aquí—, os daríais cuenta de fue el artículo más contundente y agresivo que haya escrito jamás. Y lo cierto, es que habiendo dejado pasar algo más de cuatro años desde su primera escucha, suscribo todas y cada una de las palabras que publiqué.
El disco en lo musical era entre mediocre a malo, con esos ocasiones destellos de calidad pero lastrado por el hecho de que Yngwie se reservara además todo el protagonismo vocal, con graves carencias técnicas en este sentido y sin ni siquiera haberse aprovechado del AutoTune como hacen hoy en día muchos vocalistas.
Pero lo que para mi convertía a ese disco en una basura fue su mezcla de audio: chapucera, casera y un atentado al mal gusto audiófilo. Una maqueta de estar por casa mal mezclada y peor masterizada.
Y es que no hay nada peor que alguien con un ego así y escasos conocimientos en audio, grabe y autoedite un álbum prácticamente solo y sea además su propio productor, con lo cual, todas las decisiones que tomó fueron erróneas.
Llegamos entonces a 2.016 y nos encontramos con este «World on fire», firmado por Yngwie Malmsteen, lo cual es más lógico que lo hecho en estos últimos trabajos, lo de firmar como en sus primeros tiempos con el nombre de Yngwie Malmsteen’s Rising Force, como si fuera un grupo, cuando en realidad se había encargado él de por lo menos el 90% de esos trabajos. Al manos en esta vez nadie se puede llevar a engaño.
Para esta ocasión, Malmsteen se ha encargado de toda la composición, la voz principal (¡horror!), guitarras, bajos, teclados, chelo y sitar. Su ya habitual compañero de aventuras, Nick Marinovic, se ha encargado de las partes más complejas de teclados y el joven y desconocido Mark Ellis, de las baterías. Aunque a este respecto hay que decir, que si bien el chico debe de tener un gran nivel, puesto que ya se le ha visto tocando en los conciertos de Malmsteen en este mismo año, al escuchar el disco hay razones fundadas para pensar que un buen puñado de las canciones que lo forman contienen baterías creadas con software y no tocadas por alguien humano; lo cual es muy habitual en esta última etapa del Malmsteen músico-compositor-productor-dueño de su propia discográfica.
Como detalle a priori de interés al mirar los créditos está el hecho de encontrarnos con cuerdas a cargo de The Miami-Dade Baroque String Ensemble y coros de The Cantorum Choral Society, así que al menos aquí seguro que encontramos a músicos bien profesionales y que no se han usado librerías de samplers, a pesar de que los arreglos y la orquestación sean a cargo del sueco.
Otro detalle que debería invitar a la esperanza, al menos en el plano sonoro es la mezcla y masterización a cargo de Keith Rose, experimentado técnico que ya trabajó con Yngwie en «Inspiration», «Magnun Opus», «The seventh sign», «Eclipse», «Facing the animal» y el recopilatorio «High impact»; además de con otras ilustres figuras como Foreigner, Coverdale/Page, Gloria Estefan, Ricky Martin y, ojo al dato friki/curioso: Julio Iglesias, Camilo Sesto, Manolo Tena y Pimpinela (¡y con estos últimos, como arreglista y compositor!). Así que al menos es un tipo que ha trabajado en álbumes que se oyen muy bien.
Y digo debería, porque este señor es el que firmó el espanto de mezcla y mastering de «Spellbound». Espero que el Malmsteen productor no haya interferido demasiado en su trabajo en esta ocasión.
En fin, vamos al lío. Veamos qué nos encontramos en estos once cortes.
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ANÁLISIS DE LAS CANCIONES
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1.- World on fire. Voz con eco tremendo gritando el estribillo para dar paso a la canción. Potente comienzo, de eso no hay duda y bien elegida la larga reverb. La canción, muy ochentera, tiene un regusto agradable, que nos recuerda a su propio clásico «Now your ships are burned». Lástima que la decisión de usar esa reverb tan larga en la intro se haya mantenido para el resto de la voz, haciendo que quede difuminada entre el resto de instrumentos, porque para una vez que vemos a Yngwie cantando a buen nivel y con inesperada intensidad, es una pena no oírle bien.
Sobre el resto no hay mucho más qué decir: heavy metal neoclásico con buenas melodías tanto a la guitarra como en la voz, solo hiperacelerado y un tema que será perfecto para escuchar en directo.
Pese a las pegas en cuanto a la mezcla de audio, es una composición de lo más disfrutable.
2.- Sorcery. Una melodía muy original y vacilona, creada a base de sweeps, con una guitarra que se oye a la perfección da paso a un medio tempo curioso en cuanto a las melodías, ya que por momento parecen sacadas de una película de acción o misterio.
Como dato positivo está la sencilla pero eficaz línea de bajo y como negativo el horror de lo mal que se oyen los platos de la batería en esta ocasión. Bueno, de toda la batería en general, que además está más presente en la mezcla que en la anterior. También es una lástima, porque por otro lado tenemos una guitarra y un bajo perfectos en cuanto a ejecución y sonido.
Si nos podemos olvidar del sonido de la batería, vemos que nos encontramos ante una composición breve pero muy original.
3.- Abandon. Empalmada a la anterior mediante un rápido redoble de batería, pasamos a esta balada que, curiosamente, dura lo mismo que la anterior —2:18—.
De nuevo nos encontramos los mismos males que en la anterior: buenas guitarras, bajo y teclados y coro y un desastre de batería presente como si fuera el instrumento principal, y unos platillos agudos y feos que provocan una rápida fatiga auditiva.
Sobre la composición en sí, tenemos al Malmsteen aburrido, sin melodía y tocando a hipervelocidad y carente de sentido desde el primer segundo.
4.- Top down, foot down. Y con otro redoble potente seguido de otra melodía de sweeps da comienzo esta canción, que recuerda a una versión acelerada de «Sorcery».
Pese a la sensación de ya escuchado, resulta muy bonita la estructura melódica de «llamada y respuesta» que realiza Yngwie con dos guitarras solistas panoramizadas.
La batería sigue sonando a rayos, pero al menos está un poco más baja, permitiendo que tanto guitarras como el bajo se escuchen bastante bien.
Lástima que la creatividad que ha demostrado en la creación de esas partes melódicas no se haya trasladado al solo, que de nuevo vuelve a ser lo de siempre.
5.- Lost in the machine. Mal comenzamos, puesto que aquí la mezcla de audio es horrenda para todos los instrumentos. Yngwie se anima a cantar, y si bien tiene un tono de voz interesante que puede recordar a Paul Stanley y le pone ganas, bordea la desafinación, emplea un vibrato horrible y alarga los finales de las frases sin necesidad. Y para colmo, su aporte a los coros es aún peor.
Una lástima, puesto que este medio tempo lo tenía todo para ser un gran tema, pero de momento es el peor de lo que llevamos de disco. No se puede salvar dada de él.
6.- Largo. Balada acústica que comienza, como no puede ser de otro modo, con una carrera sobre el mástil. Poco después entra otra acústica más y comienzan unas melodías sencillas pero bonitas sobre un colchón orquestal.
Sintetizador, orquesta y algo de coros acompañarán después a la guitarra eléctrica, que si bien retoma el concepto melódico de la intro, la jode como siempre con escalas de vértigo en una composición que no necesitaba velocidad.
En la recta final entra la batería con el sonido horrible de todo el disco.
Canción con posibilidades pero con sus buenas ideas del todo desaprovechadas.
7.- No rest for the wicked. Neoclásico acelerado, doble bombo a mil por hora, melodía (si es que se le puede llamar así) basada en carreras sobre el mástil y pivoting picking.
Al revés que en otras ocasiones, la batería no está tan presente en la mezcla (aunque tiene esos horrendos platos), pero sí las guitarras, que en esta ocasión se oyen demasiado.
Nada destacable a no ser que seas acérrimo fan del shred, porque de esto acabarás servido.
8.- Soldier. Nueva balada y tercera incursión vocal del Yngwie en el disco. Melodía vocal anodina que intenta ser dramática y que se apoya en repetir en diferentes tonos la misma frase e irlas alternando por el panorama stereo.
La idea no es mala pero está muy mal ejecutada. Y en los momentos en que Yngwie canta sin los coros de apoyo, padece serios problemas de respiración, dando la sensación de que se vaya a quedar sin aire.
La canción pasa al cabo de un rato a convertirse en otro power metal acelerado pero manteniendo el esquema melódico vocal, lo cual no casa para nada.
Si a ello le añadimos una de las peores mezclas del disco, acaba siendo una tortura más que una canción.
9.- Duf 1220. Si parece que el asunto del audio va de mal en peor, aquí tenemos otra muestra. Combinando heavy neoclásico con hard rock purpleariano, nos encontramos con una buena composición de shred, pero manteniendo unas ciertas melodías interesantes y con fuerza.
Sin embargo, volvemos a lo mismo: el espanto sonoro no permite disfrutar de un tema con buenas ideas.
10.- Abandon (slight return). Con un comienzo de batería casi idéntico al de la la tercera canción del disco, «Abandon», aparece aquí esta especie de secuela.
Si Yngwie es conocido por repetirse, ahora además es capaz de hacerlo entre dos temas del mismo disco. Más vago imposible.
Eso sí, si eres amante del shred, aquí está tocando al límite de sus posibilidades con algunos pasajes en extremo rápidos.
11.- Nacht musik. Y llegamos ya al final con esta nueva balada. Inicio acústico y con orquesta y que es más de lo mismo. Toque melódico barroco combinado con sweeps y escalas rápidas sobre un colchón orquestal, para dar paso al resto de instrumentos en modo heavy.
Volvemos a escuchar el recurso de la «llamada/respuesta» de «Top down, foot down» pero con unas melodías casi clonadas de «Largo».
Igual que ocurría en el corte anterior, la vagancia de autoimitarse en temas de un mismo disco aparece aquí en todo su esplendor.
Desastrosa manera de terminar un desastroso álbum.
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CONCLUSIÓN
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«Spellbound» fue un mal disco en lo musical y en la producción, pero al menos había algunos cortes con buenas ideas. En esta ocasión, salvo un prometedor inicio en los dos primeros, la parte musical se va al traste rápidamente sin que haya nada que lo pueda salvar.
Y en cuanto a la mezcla de sonido, creo que fue más terrorífica la del anterior trabajo, en especial porque había más temas vocales que aquí, de modo que la mezcla de voz y el trabajo vocal de Yngwie salió peor parado. En este caso, al no cantar tanto no se le puede criticar tanto.
Sin embargo, si bien tenemos bastantes canciones en las que las guitarras se escuchan bien y también podemos disfrutar de las líneas de bajo, algo que no suele ser habitual (y que denota un sorprendentemente crecimiento de Yngwie como intérprete de este instrumento), todo se va al traste con esa horrible batería: mal mezclada, mal nivelada, mal ecualizada, mal compuesta, mal todo!!
Pero tampoco es cuestión de echarle la culpa al pobre instrumento; cuando dije al principio que teníamos en los créditos a la orquesta The Miami-Dade Baroque String Ensemble y los coros de The Cantorum Choral Society, pues creo que se ha quedado en eso, en unas palabras escritas en el libreto, porque lo que se escucha y mal es una colección anodina de samplers orquestales que no aportan nada. Lo que se dice un timo, vaya.
De nuevo, nos encontramos a un profesional como es Keith Rose que habrá estado atado de pies y manos y ha firmado esta nueva deshonra en su carrera. Yo de él dejaría de inmediato de trabajar con Yngwie.
Hace tiempo que se dice que el shred murió en los 80 y que en este nuevo siglo no hay espacio para álbumes de shred metalero instrumental o parcialmente instrumental, ya sea de veteranos o de la nueva cantera. Bueno, ahí están Vinnie Moore, Tony MacAlpine o Gus G grabando discos de shred en la actualidad. Que es evidente que no se van a hacer ricos ni venderán tanto como en la época de lo 80 y de Shrapnel Records, de acuerdo, pero ahí están realizando giras mundiales cada año para audiencias pequeñas pero fieles.
Sí que hay espacio para este tipo de música. Lo que no hay espacio para basuras mediocres como esta y como «Spellbound», que no son más que una maqueta casera inacabada y que además se oyen de puta pena.
Esto hace no muchos años no habría pasado la criba de discográfica alguna y se habría quedado en unas ideas sobre las que trabajar para realizar un mejor trabajo. No habría salido a la venta.
Imperdonable.
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TEXTO: Albert Sanz
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