.
CONCLUSIÓN
.
La verdad es que este «Psychotic symphony» ha sido toda una sorpresa. Muchos esperábamos que con Sherinian y Portnoy al frente la influencia de Dream Theater estuviera muy presente, pero no ha sido así. Sí que es cierto que algo de ello hay, al igual que de Symphony X y las nuevas tendencias en el metal progresivo moderno, pero no son demasiadas ni molestan. Por otra parte y aunque esto es difícil en músicos con un estilo tan marcado y que han colaborado muchas veces entre sí (creo que no hace falta recordar los años que llevan juntos Mike Portnoy y Billy Sheehan en The Winery Dogs), SOA tiene su propio sonido. Opino que esto viene dado por la inclusión de Ron Thal y Jeff Scott Soto. Éste último se ha movido toda su vida en terrenos muy melódicos, de hard rock y A.O.R., con alguna escapada al neoclásico de Malmsteen, al heavy más clásico en su carrera en solitario o al metal alternativo más moderno con S·O·T·O, pero hasta ahora no lo habíamos visto en esta tesitura. Y lo cierto es que él ha seguido aportando su vena más melódica, porque algo muy característico de este trabajo es cómo los pasajes instrumentales suelen ser muy progresivos pero cuando le toca cantar, la canción se va a su terreno, derivando con total fluidez hacía un metal más melódico. Es algo que me ha sorprendido porque no queda forzado en ningún momento.
Por su parte, Ron Thal ha aportado mucho al sonido del grupo. Cuando es común encontrarse que en el metal progresivo actual muchos de los guitarristas solistas son un calco de John Petrucci y Michael Romeo, Bumblefoot tiene un sello muy personal, fruto de una hipertécnica, una manera propia de crear patrones guitarrísticos inusuales y el no menos inusual uso de guitarra fretless en contextos metaleros tanto rítmicos como solistas.
Creo, además, que el guitarrista es quien ha salido mejor parado en el disco, en el sentido de proyección publicitaria. Es cierto que ya tenía un nombre entre los aficionados al shred de comienzos de los 90, pero de algún modo siempre se quedó en una especie de segunda división, en parte debido a que no ha mantenido una carrera muy regular. Su salto al mundo mainstream con Guns N’ Roses sirvió para que muchos investigaran lo que había hecho antes, pero muchos otros seguidores que no lo hicieron se quedaron con una imagen muy parcial de su técnica, estilo y talento, ya que, si bien todos los hachas que han pasado por GN’R han tenido su cuota de improvisación y lucimiento, tenían que ceñirse al hard y sleazy rock marcado a fuego de la mítica banda angelina. De algún modo, su fichaje le sirvió a modo de proyección mediática tremenda, pero no todo el mundo llegó a conocerlo a fondo. Con Sons of Apollo la cosa ha cambiado porque sigue en una banda de primera división y ha tenido oportunidad de lucirse a todos los niveles.
Respecto al dúo rítmico Sheehan–Portnoy, es notable la gran compenetración que tienen ambos. Es cierto que he echado a faltar solos de bajo, máxime cuando Sheehan lo suele hacer en bandas en las que no éstos no encajan tanto y aquí que sí lo harían, no lo hace. Pero también es verdad que su reconocido estilo «rítmico-solista» está presente en casi todos los temas del disco. Y sobre Portnoy, poco hay que mencionar, salvo que parece increíble que haya alguien dotado de tales capacidades técnicas y que sea capaz de no sonar como un robot, haciendo de cada canción una masterclass de expresividad a la batería.
El último miembro del que hablaré, Derek Sherinian, también es para darle de comer aparte. Si bien es cofundador del grupo y autor de gran parte de las ideas del disco, ha crecido mucho en los últimos años como músico, sabiendo cuando intervenir y cuando callar. La experiencia con Black Country Communion es algo contrastado, ya que en aquellas grabaciones podíamos escuchar y sentir cómo sus aportes, pequeños o grandes, siempre engrandecían los temas, al igual que pasa aquí.
En definitiva, gran disco y gran banda. Una banda calificada como supergrupo pero que ha conseguido algo muy complejo: que reconozcamos los célebres estilos de cada uno de sus miembros pero la mezcla dé lugar a un sonido único y no a cinco personalidades independientes luchando entre sí.
Ojalá tenga más continuidad, pero este es siempre la parte negativa de los supergrupos. Cuando el año pasado lanzaron primera nota de prensa, afirmaron con total contundencia que esto era un grupo a tiempo completo para todos ellos. El caso es que aquella rotunda afirmación era del todo falsa: Sheehan estaba en aquel momento de gira mundial con Mr. Big y menos de un mes después presentó en sociedad a The Fall —puedes leer la noticia aquí—, un grupo de rock alternativo que no ha tenido demasiada repercusión—, Jeff Scott Soto trabajaba en un nuevo disco en solitario, Portnoy tenía conciertos pendientes con su proyecto Mike Portnoy’s Shattered Fortress, Sherinian había vuelto a unos reactivados Black Country Communion y a Thal se le situaba de nuevo en la órbita de «la reunión que nunca fue» de los GN’R originales.
Por tanto, es complicado que un supergrupo con músicos tan ocupados tenga continuidad.
Ojalá me equivoque, pero por si acaso, os recomendaría encarecidamente que hagáis un viajecito a final de mes a Barcelona, ya que SOA actuarán en el marco del Be Prog! My Friend en la que será la única cita española confirmada para este 2.018, y donde podremos escuchar tan impresionante trabajo.
.
.
TEXTO: Albert Sanz
Deja una respuesta