Uno de los grupos líderes del metal progresivo ha visitado nuestro país, y el concierto de Barcelona se saldó con un notable éxito de público, aunque con ciertos detalles técnicos que empañaron la velada.
Las bandas teloneras Melted Space y Myrath sorprendieron al público por su propuesta fresca dentro del saturado mundo del metal, y con una arrolladora puesta en escena.
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Esta ha sido la semana en la que los aficionados españoles se han encontrado de nuevo con Symphony X, una de las bandas líderes del metal progresivo. La pausa ha durado varios años, lo cual suele ser habitual entre disco y disco cuando hablamos de este grupo, pero en esta ocasión con razón justificada, puesto que su baterista, Jason Rullo, tuvo que apartarse de toda actividad musical al sufrir una grave enfermedad cardiovascular.
En este tiempo, el grupo realizó algunos conciertos esporádicos, con la colaboración de John Macalauso —ARK, Yngwie Malmsteen, James LaBrie, MasterCastle, etc.—, pero la actividad de la banda recayó principalmente en Michael Romeo, el cual comenzó a dar forma al último trabajo, mientras Russell Allen fundaba junto a Mike Portnoy los intensos Adrenaline Mob y Michael Pinnella se volcaba en la realización de su segundo trabajo en solitario.
Pero ya nos han visitado, presentando nuevo álbum (el magnífico «Underworld», cuya reciente crítica puedes leer en este enlace), y siendo acompañados de dos de las mejores bandas teloneras que he visto en años. Un cartel excepcional el que pudimos ver anoche mismo en la sala Apolo 1 de Barcelona.
Pocos minutos antes de las 19:30 hacían acto de presencia los franceses Melted Space, formación liderada por el teclista y compositor Pierre Le Pape, quien con su reciente «The big lie» ha llamado la atención al contar con músicos de la talla de Kobi Fahri —Orphaned Land—, Mariangela Demurtas —Tristania, Moonspell, Yossi Sassi and the Band, etc.—, Clémentine Delauney —Visions of Atlantis— o el mítico Arjen Anthony Lucassen.
Melted Space se mueven en terrenos de metal gótico y sinfónico, pero la gran sorpresa vino con la primera canción, puesto que aparte de una banda típica formada por bajista, guitarrista, teclista y baterista, teníamos dos cantantes —uno heavy y gutural y otro hardrockero— más dos coristas femeninas. El contraste de los dos cantantes masculinos dio a la primera canción gran variedad de matices. Pero la sorpresa vino al ver como canción tras canción, se ponían en funcionamiento las diferentes combinaciones posibles con los cuatro cantantes, teniendo de este modo el mismo protagonismo tanto los dos hombres como las dos mujeres —las cuales oscilaban entre el tipo de voz melódica a lo Evanescence o Within Temptation a la más operística de Tarja Turunen—.
Al desconocer la propuesta de este grupo no puedo mencionar ni el nombre de las canciones ni el de los músicos, a excepción del de su líder, pero además, todo apunta a que el proyecto de «The big lie» está por encima de las personas, puesto que en YouTube pueden verse vídeos en directo grabados hace pocas semanas en las que se ven músicos diferentes a los que actuaron en Apolo.
Gran directo beneficiado por muy buenas composiciones, unos músicos entregados, un gran sonido —y mira que es complicado sonorizar a cuatro cantantes simultáneamente y que se distingan las cuatro voces— y un público, escaso en ese momento, pero entregado desde el primer momento.
Para cuando aparecieron en escena Myrath, sobre las 20:00, la sala ya estaba llena hasta los topes. No se alcanzó un sold-out que nos hiciera estar como sardinas en lata, pero casi. Myrath vienen despertando un cierto interés desde hace tiempo por ser de Túnez, un país tradicionalmente desconocido para el aficionado rockero medio. Sin embargo, el que haya estado alguna vez en países como Turquía o Túnez y haya investigado un poco su cultura, enseguida le habrá llamado la atención la potente escena rockera y jazzística local. Otra cosa es que esas bandas tengan oportunidad de darse a conocer fuera de sus fronteras, pero de la mano de Symphony X, estos chicos lo están consiguiendo.
Formada en 2.001 por el guitarrista Malek Ben Arbia —el cual tenía 13 años en aquel momento— como una banda adolescente de versiones de clásicos del heavy metal, acabaron evolucionando hacia un metal progresivo muy interesante y, sin olvidar sus raíces, enriqueciéndolo con elementos de música tunecina clásica. El resultado, como es de esperar, recuerda mucho a los israelitas Orphaned Land, la banda más famosa de metal progresivo oriental, pero ello no desmerece para nada ni la calidad de sus canciones ni de sus directos.
Desde 2.005 hasta ahora han grabado una demo en formato E.P. aparecida únicamente en su país —«Double face»— y tres L.P.’s —«Desert call», «Tales of the sands» y «Legacy»— siendo el tercero el más reciente, ya que ha salido a la venta este mismo mes.
La banda ha sufrido varios cambios de miembros desde su creación, aunque parece que han logrado una cierta estabilidad. Así pues, los músicos que se presentaron en la sala Apolo fueron el teclista y segunda voz Elyes Bouchoucha, el cantante Zohar Zorgati, el baterista Morgan Berthet, el guitarrista Malek Ben Arbia y el bajista Anis Jouini. Cabe decir que del quinteto, sólo Elyes y Malek son los únicos componentes de la formación original.
Actuaron por espacio de media hora, lo cual supo a poco, muy poco. Tienen tablas sobre el escenario, se les ve muy sueltos y es difícil destacar a un miembro sobre otro. En cuanto a lo que interesa a Guitar Xperience, el guitarrista Malek, que usó una Ibanez de siete cuerdas, mostró una técnica muy limpia y fluida, aunque también daba la sensación de contenerse para no tocar el megasolo del siglo. A su interpretación le favoreció el excelente sonido, con una guitarra clara y potente. Y por supuesto, su compañero bajista, un tremendo Anis Jounini, también dio la nota en el buen sentido, no sólo por su curioso parecido a Sandro Rey, sino por la enorme destreza que demostró con su bajo de seis cuerdas, tanto a nivel rítmico como en algunos de los solos que interpretó.
Zohar se mostró como un excelente frontman, aunque sin querer quedar por encima de sus compañeros. Muy buena voz y comunicativo con el público, consiguió atrapar a la audiencia desde el primer momento (nota friki… sigamos con los dobles: Zohar es el hermano pequeño de Prince).
Quizás la única nota negativa pero inevitable es que la mayoría de elementos orientales —cuerdas, vientos, percusiones— que se escucharon estaban sampleados, y es que está claro que no iban a venir con una orquesta.
Como me pasó con Melted Space, al desconocer la trayectoria de este grupo hasta el momento del concierto, desconozco el set-list que interpretaron, pero en verdad es una banda con una propuesta muy interesante a la que habrá que seguir en un futuro.
Tras esa media hora de actuación, tuvimos que esperar media hora más para que aparecieran los americanos. Con la banda sobre un escenario en el que no había ni siquiera una lona con la portada del disco al fondo, o con el logo de la banda, se escucharon los primeros acordes de la instrumental «Overture», a la que seguiría «Nevermore», ambas de su reciente «Underworld». Faltaba Russell Allen, quien entró unos compases antes de que le tocase cantar en «Nevermore» en tromba, con ganas de arrasar y luciendo gafas de sol y cabello recogido en coleta.
Lo cierto es que demostraron tener mucha fe en su nuevo trabajo o un valor enorme para desechar toda su discografía anterior. Y es que así, del tirón, sonaron nueve temas de los once que conforman «Underworld»: «Overture», «Nevermore», «Underworld», «Kiss of fire», «Without you», «Charon», «To hell and back», «In my darkest hour», «Run with the devil» y «Swan song».
Si bien éste no es un trabajo conceptual, sí tiene un hilo conductor como han declarado en ocasiones, basado en la obra de Dante, por lo que es posible que quisieran trasladar el mensaje del álbum en directo, y recortando canciones quizás no habrían podido hacerlo. Claro que si ese es el motivo, deberían haber tocado esos nueve temas en el orden en que aparecen en el disco. O tal vez, simplemente querían tocar temas de este trabajo y no algunos de sus clásicos que pueda ser que ya les aburran.
Yo siempre he criticado el poco riesgo de los grupos a la hora de confeccionar sus set-lists: cuatro o cinco temas del nuevo disco y el resto los mismos clásicos de siempre. Y todos los grupos veteranos tienen canciones alucinantes que por alguna extraña razón jamás tocan, a favor de otras que nos sabemos al milímetro. En cambio, los Symphony X no hicieron ni lo uno ni lo otro, y de hora y treinta minutos, que unos setenta pertenecieran a «Underworld» dejó a la audiencia descolocada.
Y no sé si el resto de los asistentes le descolocaría como a mí la nefasta mezcla de audio del concierto, pero así fue y no mejoró en ningún momento, aunque de este tema hablaré al final en el apartado técnico.
Nos habíamos quedado en «Nevermore». El grupo estaba en estado de gracia; el pequeño Jason Rullo tocando como si nunca hubiese estado enfermo, incluso mejor que antes; Michael Romeo virtuoso, fluido y tocando con la limpieza que le caracteriza, como si no le costase el más mínimo esfuerzo; Michael Lepond más suelto y comunicativo que nunca, disfrutando como jamás le habíamos visto y siendo beneficiado, dentro del desastre sonoro, de un gran volumen; Michael Pinnella sobrio pero aportando con sus sintetizadores la atmósfera que los temas requieren y Russell Allen… pues salí con sentimientos enfrentados. Nada que objetar a su labor como cantante, pues parece no tener límite. Y es capaz de sonar casi como si estuviéramos escuchando un CD. Y así lo hizo a lo largo de todo el concierto. Mis peros vienen respecto a su interpretación: un cantante también tiene mucho de actor, y la manera de transmitir las sensaciones y sentimientos que albergue la letra de una canción no se basa sólo en abrir la boca y cantar, no, también hay gestos, sonrisas, movimientos de cara y manos. Hay un lenguaje corporal unido a la voz que hace que el mensaje llegue mejor. El problema estriba en que Allen, se mostró sobreactuado y distante, con pose de rockero malote, gesticulando y exagerando ciertos pasajes de las canciones. Siempre ha sido un tipo cercano, amable y natural, nunca se ha mostrado sobre el escenario en plan divo, y en esta vez lo fue. Puede parecer exagerado, pero se notó mucho el cambio de actitud cuando aparcaron «Underworld» y tocaron la genial y muy neoclásica «Out of the ashes» de «The divine wings of tragedy», puesto que salió el Allen más cercano, dedicando frases de la letra a la gente, saludando y sonriendo, e incluso realizando bromas, puesto que en el momento del solo de guitarra, empezó a fingir que cambiaba presets de la pedalera de Romeo y luego pidió mediante gestos a un espectador que no dijera nada.
Otro detalle interpretativo destacable del vocalista fue en «To hell and back», en la cual usó dos caretas que otorgaban un aire misterioso a un magnífico tema. Ese detalle logró hacer muy ameno un tema que en disco es en exceso largo.
Antes de la siempre espectacular «Out of ashes» (con uno de los mejores solos de Romeo compuestos para este grupo), Allen dejó al grupo tocando la corta composición instrumental «The death of balance» del imprescindible «V: The new mythology suite», excesivamente progresiva y experimental, casi free jazz, y que la verdad sea dicha, al serle eliminada la segunda parte —«Lacrimosa»—, hizo que no encajara mucho con la tónica del concierto.
Pero no pasa nada, la powermetalera «Sea of lies» del ya mencionado «The divine wings of tragedy» dejó al público en éxtasis, en especial a los más aficionados a la guitarra, pues el solo es indispensable para cualquier guitarrista interesado en el heavy metal y el shred, y la espectacular línea de tapping no deja a nadie indiferente.
A continuación y tras una falsa despedida del grupo, fue el momento para la potente «Set the world on fire» de «Paradise lost», coreada por el público desde el primer minuto.
El concierto finalizó con otro corte más de «Underworld», por si no habíamos tenido suficiente. Aún que hacerlo con «Legend» en vez de cualquiera de los otros clásicos que no tocaron habría sido lo más normal, el final fue divertido, ya que Allen se bajó del escenario y estuvo cantando un buen rato entre el público. Un gesto muy simpático e inesperado.
Set-list
- Overture
- Nevermore
- Underworld
- Kiss of fire
- Without you
- Charon
- To hell and back
- In my darkest hour
- Run with the devil
- Swan song
- The death of balance
- Out of the ashes
- Sea of lies
- BIS: Set the world on fire
- BIS: Legend
En cuanto a asuntos técnicos, el tema de las luces fue irregular. Puedo comprender que se deje la coreografía de luces más espectacular al grupo principal, pero es inaceptable la maldita moda de los últimos años de iluminar exclusivamente a los teloneros —y en bastantes ocasiones al grupo principal— con luces rojas. Además de feo, impide hacer fotos en condiciones. Al menos para Symphony X el juego de luces fue más elaborado aunque sin ser nada del otro mundo, puesto que en ocasiones dejaba a Michael Romeo en penumbra.
Y en cuanto a sonido, es de sobras conocido que los técnicos usan a los teloneros para dar los últimos retoques a la mezcla —también es debido a que el sonido de la sala cambia de estar vacía a estar con gente—, sin embargo, es curioso que los dos teloneros se escucharan a la perfección, inclusive unos Melted Space que, recordemos, llevan a cuatro cantantes, y que luego Symphony X se oyeran como una mierda. Bajo y batería nada que decir, un sonido espectacular, potente y con presencia. La voz subía y bajaba de volumen y no era una cuestión interpretativa, sino técnica, puesto que además, en varias ocasiones, se cortó el sonido por espacio de un segundo, algo de lo que la gente no pareció percatarse porque sucedía en momentos de mayor bronca sonora. El teclado por momentos muy presente y por momentos desaparecido. Y la guitarra de Romeo… pues es una lástima que con el sonido grave, comprimido, potente, limpio y tan moderno que siempre muestra en disco el orondo guitarrista, nunca le haya podido escuchar en condiciones ni una sola vez (y los he visto todas las veces que han visitado Barcelona, que no han sido pocas). Al menos esta vez se le ha escuchado más que en la anterior visita, dentro del festival Power of Metal —crónica en este enlace— y en la misma sala. En aquella ocasión ni se le escuchó. Esta vez sí, pero con un deficiente sonido lleno de agudos y medios y sin graves. Los dos amplificadores ENGL no pudieron hacer nada frente a un técnico de sonido incapaz de hacer sonar bien a esta banda.
Más volumen no es sinónimo de calidad ni de potencia, sino de confusión; y si además de volumen excesivo, no colocas a cada instrumento dentro de la mezcla como debe de ser, el resultado acaba siendo una mierda como así fue.
Resumiendo: un set-list discutible, un Allen durante una parte del concierto en «modo postureo», coreografía de luces horrible para los teloneros y una mezcla de audio en el concierto principal bastante mala, pero todo esto no empaña la genial sensación de haber conocido a dos excelentes bandas con un enorme futuro y lo bien que uno se lo pasa viendo a Symphony X, porque a día de hoy, siguen teniendo uno de los directos más impresionantes en materia metalera.
TEXTO Y FOTOS: Albert Sanz
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